viernes, 20 de enero de 2017

Destinados: Capítulo 15

A mediodía, Paula se separó de Rossiter, quien le había pedido que lo tuteara y lo llamara Matías. Hicieron planes para ir a montar a caballo al día siguiente con Nico. Había sido una compañía agradable para ella. El paseo a caballo coronaría su visita al parque, antes de que volviera con Nico a Florida.

Paula preparó las cosas para mudarse. La nueva habitación resultó tener más comodidades. A Nico iba a encantarle la pequeña cocina y la bañera con chorros de agua. Tras telefonear a la compañía aérea para reservar su vuelo de vuelta a Miami, se dió un baño para relajarse un poco.

Llegaron las tres de la tarde sin que el señor Alfonso llamara para avisar de que Nico estaba desesperado por hablar con ella. Paula podía haber llamado a sus padres, pero prefirió dejar la línea libre, por si acaso. Puso la televisión como ruido de fondo. Intentó concentrarse en un par de programas, pero no lo consiguió. Cuando llegaron las seis y todavía no había recibido ninguna llamada, se dio cuenta de que había sido una tonta por preocuparse. Sin embargo, a las siete menos cuarto, empezó a ponerse nerviosa por no tener noticias suyas. Entonces, sonó su móvil.

—¿Hola? —se apresuró a responder ella.

—¿Señorita Chaves? Soy Pedro.

—¡Oh, me alegro mucho de que me llame!

—Hemos vuelto lo antes que hemos podido. ¿Le parece bien si acompaño a Nico a su habitación? Estamos en el vestíbulo.

—Claro.

—Hasta ahora.

 Con el corazón acelerado, se asomó al pasillo para esperarlos. No tardaron mucho en llegar. En cuanto su sobrino la vió, salió corriendo hacia ella. Los dos se abrazaron.

—¿Qué tal lo han pasado?

—¡Mejor que nunca!

—Lo mismo digo yo —declaró el señor Alfonso con voz grave y masculina.

Por encima de la cabeza de Nico, las miradas de Paula y Pedro se cruzaron. Era la primera vez que ella lo veía sin el sombrero. Él tenía el pelo negro como las alas de un cuervo, lo que añadía un potente toque de virilidad a su masculina figura. Avergonzada por haberse quedado mirándolo,  ocultó el rostro entre los rizos de su sobrino.

—¿Encontraron esos búhos?

—No. Buscamos y buscamos, pero no los vimos por ninguna parte. Pedro dice que tendremos que acampar el sábado por la noche y vigilarlos cuando se muevan en la oscuridad.

Su sobrino no lo sabía todavía, pero ella había reservado su vuelo de regreso a Miami para el domingo a primera hora. Eso implicaba pasar la noche del sábado en Merced. Se lo explicaría cuando se hubiera ido el señor Alfonso.

—¿Qué tal fue el viaje en helicóptero?

—¡Me encantó! ¡Puedes verlo todo! ¡Vimos osos, ciervos y alces!

—¿Tomaste fotos?

 —Un montón.

—Estoy deseando verlas. Seguro que tienes hambre.

—Sí. Pedro dice que tiene tanta hambre que podría comerse un caballo.

Paula se rió.

—Dijiste que podríamos pedir pizza esta noche. ¿Puede quedarse Pepe a cenar con nosotros? La pizza es su comida favorita, pero a él le gustan los pimientos y los champiñones y a mí, no.

—Tengo una idea mejor. Quizá, podríamos invitarlos a él y a su esposa a comer con nosotros mañana —sugirió Paula—. Será nuestra forma de agradecerle el maravilloso día que has pasado con él.

—Pero Karen murió en la guerra —explicó Nico—. Pepe está solo.

¿Karen? Paula miró al señor Alfonso con compasión.

 —Lo siento mucho, no lo sabía —dijo ella.

—¿Cómo ibas a saberlo? —replicó él con una calma envidiable.

El señor Alfonso tendría sus razones para seguir llevando la alianza, se dijo Paula.

—¿Puedo pedir la pizza? —preguntó Nico y entró en la habitación. Un segundo después, comenzó a dar gritos de excitación—. ¡Eh, Pepe! ¡Mira qué bañera! ¡Voy a darme un baño!

Pedro sonrió, lo que lo hizo todavía más atractivo.

—¿Por qué no se ocupa de su baño mientras yo telefoneo y pido la cena? Él lo había planeado así —añadió en voz baja, para explicar que había sido idea del niño.

Paula decidió aceptar, pues no quería que Pedro se fuera todavía.

1 comentario: