domingo, 8 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 44

—¿Puedes repetirlo? —Pedro parpadeó incrédulo.

—Ya me has oído.

—Lo haría por Oli—sacudió la cabeza.

—No lo creo. Oli podría haber llamado a Nico. Como bien sabes, mi esposa es muy intuitiva. Me pidió que no te dijera nada, pero lo voy a hacer. El otro día tuvo una charla con Paula y tuvo la impresión de que eres tú quien mantiene las distancias.

—Y es verdad. Demonios, Mati, un paso en falso y el desastre estará servido.

—A lo mejor al principio tenías que andarte con cuidado, pero el impacto inicial se ha disipado. Puede que Romi se equivoque, pero yo diría que no hará ningún mal si cambias de actitud con Paula y esperas a ver qué pasa. Las cosas no pueden ponerse peor. En cualquier caso, nunca te quitará a Oli. Lo que necesita es que le recuerden que una vez fueron amantes.

—Es verdad, hasta que me mantuve durante diez años lejos de ella.

—Y ella sabe bien por qué. Quizás deberías enseñarle algunas fotos de familiares de operativos de la CIA que fueron masacrados por no entrar en el programa de protección de testigos.

—Ya lo había pensado —contestó Pedro.

—Bien. Y ahora vete a casa y piensa en ello.

—Ya me voy.

—Estás otra vez ensimismado —Matías lo estudió con atención—. ¿Qué te preocupa? Si crees que Paula se echará atrás por tus cicatrices, entonces no es la mujer que creías que era.

—Tal y como me dijeron los médicos, la visión no es muy agradable.

—Deja que sea ella quien decida.

Cada vez que pensaba en su reacción, el terror se apoderaba de Pedro.

—Te veo mañana, Mati—se despidió.

Si había algo de cierto en lo que Romina le había contado a su marido, si Paula se preocupaba por él siquiera un poco, tenía que descubrirlo. No le bastaba con su adorable hija. Quería a la mujer que la había alumbrado.

Al acercarse al complejo de casas vió una figura femenina que se alejaba de su propiedad. Al ver la escayola, aminoró la marcha y bajó la ventanilla.

—¿Paula? —vió que ella levantaba la vista—. Ven, entremos en mi casa.

—Es tarde y seguramente estarás cansado.

—Jamás he estado tan despierto —estacionó la camioneta y se bajó—. Vamos — abrió la puerta y encendió las luces—. Discúlpame un minuto. Voy a darme una ducha. Si tienes hambre o sed, sírvete de la nevera.

—Gracias.

—Enseguida vuelvo.

Paula se quitó el abrigo y lo dejó sobre uno de los sillones de cuero. Iba vestida con la misma ropa desde aquella mañana. Tampoco le vendría mal una ducha. En cualquier otro momento se habría sumergido entre los libros de la biblioteca, pero se sentía demasiado inquieta para concentrarse. Aceptaría su oferta y se serviría una bebida. Cualquier cosa para mantenerse ocupada mientras esperaba. Sólo encontró una solitaria lata de cola entre un montón de latas de zarzaparrilla. No recordaba que Pedro la bebiera. Debía de ser para Olivia.

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