domingo, 29 de enero de 2017

Destinados: Capítulo 44

—Mis padres solían llevarme a las montañas cuando tenía tu edad. Había un hombre que vivía allí y a mí me encantaba visitarlo, se llamada José. Siempre me enseñaba sus cosas. Hacía sus propias armas y flechas. Yo también quería vivir allí, pero no podía.

—¿Por qué?

—Porque tenía mi vida en Miami. Eso es lo bueno de las vacaciones. Las planeas con antelación y te emociona pensar lo que harás cuando llegues allí. Cuando llega el momento, lo pasas genial y, luego, regresas a casa para ir al colegio y jugar con tus amigos hasta que llegan las siguientes vacaciones. Entonces, te vas de viaje y lo pasas de maravilla otra vez.

El doctor Karsh miró a Rachel para comprobar si ella estaba captando el mensaje. Ella lo entendió. Y Nicky también, pues la miró con ojos suplicantes.

—¿Podemos ir a Yosemite en nuestras próximas vacaciones?

El psiquiatra había dado con un buen plan para darle a Nico esperanza y, al mismo tiempo, reducir su ansiedad. Pero ese plan no consiguió aliviar la ansiedad de Paula. Otras vacaciones a California significaban ver a Vance de nuevo. No estaba segura de que su corazón pudiera soportarlo.

—Creo que sí es posible.

 —¿Cuándo? —preguntó Nico, lleno de excitación.

—¿Sabes qué, tesoro? El doctor Karsh tiene más pacientes esperando. Lo hablaremos en casa.

—Bien.

—Gracias por venir a verme, Nico. Me gusta mucho el uniforme de guardabosques.

—Gracias. A mí me encanta —repuso Nico y se puso el sombrero.

Paula sonrió al psiquiatra, se despidieron y se dirigieron hacia el coche.

—Tendremos que mirar en el calendario para ver cuándo podemos tomarnos otras vacaciones —señaló ella, adelantándose a la siguiente pregunta de su sobrino— . Debe ser antes de que empiece el colegio. Y tenemos que preguntarle a Pedro, porque él también se irá de vacaciones.

—¿Adonde va Pepe de vacaciones?

—No lo sé.

—Apuesto a que va a ver la tumba de Karen.

—Estoy segura de que sí —repuso ella con cierta ansiedad.

¿Amaría Pedro tanto a su esposa muerta como para no dejar que otra mujer entrara en su vida?, se preguntó, sin querer aceptar que podía ser así.


Con la mandíbula oscurecida por la barba de un día y tras pasar toda la noche sin dormir, a Pedro le sorprendió que su secretaria no gritara de terror al verlo. Encima, Marcela les había llevado algo de comer.

—Eres un ángel, Marcela—dijo Pedro cuando ella les puso los donuts y el café delante.

—Es una alegría verte, Marcela —saludó Matías con aspecto taciturno—. Dime, ¿Cómo se respira ahí fuera?

—Si no tienes asma, se respira bien.

—Eso me temía —comentó Pedro—. El superintendente no está contento. También su casa se ha quedado sin electricidad. Ha tenido que llamar a alguien para que le arregle el generador. Por suerte, no hemos recibido ninguna queja de los hoteles ni de los restaurantes todavía.

—Por el aspecto que tienen, yo diría que deben ir a la cama. Vayan a casa. Los llamaré si hay alguna emergencia —señaló Marcela.

En ese momento, sonó el teléfono de Pedro. Por el prefijo, vio que era una llamada desde Miami. El corazón le dio un brinco antes de responder. Esperó que Paula estuviera al otro lado de la línea. El deseo de escuchar su voz se estaba convirtiendo en una necesidad para él.


1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Pero quiero que Pedro y Paula se encuentren y que hablen!

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