domingo, 8 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 46

La besó con un ansia que no hizo más que crecer y ella se preguntó cómo había podido sobrevivir tanto tiempo si él. No debería estar haciendo aquello, pero no recordaba el motivo, porque cualquier pensamiento coherente la había abandonado. Sin saber cómo, su espalda acabó contra la encimera. Inconscientemente, la mano que tenía libre se deslizó sobre el fuerte torso y le rodeó el cuello. Sin embargo, sus dedos no se habían deslizado con suavidad, habían tropezado con bultos y hendiduras que antes no habían estado. Su mente se iluminó con la visión de las fotos que Silvio Manning había arrojado a sus pies. Horrorizada una vez más, dio un respingo involuntario y se apartó de él, obligándolo a soltarla. Empezó a levantarle la camiseta, pero él le agarró la muñeca y se lo impidió.

—No, Pau. Todavía no.

—¿Qué quieres decir? —ella lo miró a los ojos y vio en ellos el temor de horas antes.

—No quieres verlo. Confía en mí —evitó mirarla.

—Pero si ya he visto las fotos.

—No tienen nada que ver con lo que aún queda.

—Eso es ridículo. El hombre cubierto de sangre que ví en medio de los fragmentos de la bomba fue dado por muerto. ¡Tú estás vivo!

Pedro se frotó la nuca en un gesto que ella interpretó como inseguridad. No podía haber sucumbido presa de esa debilidad. Pedro no.

—Querrás decir que está vivo lo que queda de mí.

—No creo que tengas un solo hueso inútil en tu cuerpo —ella cerró el puño con fuerza.

—No solía pensar en ello hasta que me ví reflejado en un espejo de cuerpo entero y me encontré mirando fijamente a uno de los experimentos del doctor Frankenstein.

—No digas eso, Pedro. Jamás vuelvas a hablar de ese modo —Paula se estremeció tan violentamente que tuvo que sujetarse al fregadero—. Nadie lo diría jamás.

—Supongo que te refieres a cuando voy vestido —él hizo una mueca de amargura.

—¿Y qué haces cuando vas a la piscina? —ella tragó con dificultad.

—No voy.

—¿Me estás diciendo que no has estado con ninguna mujer? —Paula se mordió el labio.

—No, no te estoy diciendo eso —fue la respuesta brutalmente sincera.

—¿Eso incluye a Romina? —dijo ella antes de poder reprimirse.

—Romina jamás estuvo interesada en mí —el control de Pedro era envidiable—. Sucumbió por Mati desde que estallaron las primeras chispas. Si te ha dicho lo contrario, ha mentido.

—No —admitió ella—. Me contó lo mismo, pero es evidente que tú estabas interesado en ella.

—Quieres carnaza, ¿No? —Pedro entornó los ojos—. Pues ahí va. Romi tenía una dulzura y una fuerza interior que me atraía mucho. Lo cierto es que me recordaba a tí, pero Mati ya la había conquistado. No hubo ninguna posibilidad. ¿Satisfecha?

Ella desvió la mirada, avergonzada por haber sacado el tema.

—¿Por qué no hablamos de los hombres que se sintieron atraídos por tí estos años? Oli me ha hablado de uno, Germán. Ese genio de Pennington Mutual que tus padres te presentaron. Me contó que os llevó varias veces en avión hasta el yate que tenía en la bahía de San Francisco. Y también recuerdo que me habló de un golfista profesional llamado Lucky Sorenson que te invitó a ver el Open PGA en Pebble Beach. Tengo entendido que te quedaste a pasar la noche en su casa de Carmel.

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