domingo, 1 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 22

Pedro acababa de salir de una cafetería cuando el teléfono sonó. Un vistazo a la pantalla le indicó que era Paula y el corazón le empezó a golpear el pecho con fuerza. Había llamado antes de lo esperado. ¿Podría soportarlo si lo rechazaba para siempre?

—¿Paula? —dejó la comida para llevar sobre el asiento de la camioneta y contestó.

—Soy Olivia—dijo una voz tras un tenso silencio.

Pedro sintió una oleada de calor en el pecho. Aquello sólo podía significar una cosa: que Paula le había hablado a su hija sobre él. Y eso quería decir que le había explicado lo del corazón. No sabía qué más le habría contado, pero dadas las circunstancias era un milagro que hubiera permitido que se conocieran.

—Hola, cielo.

—Hola —fue el tímido saludo.

—Me muero de ganas por conocerte.

—Yo también —admitió la niña con calma.

—¿Tienes miedo?

—Un poco.

—Yo también. ¿Qué pasará si no te gusto?

—He visto fotos tuyas —una risita nerviosa escapó de labios de Olivia.

—Ojalá hubiera tenido alguna foto tuya estos años. Me temo que ahora soy algo más viejo.

—¿Como mi abuelo?

—Puede que no tanto —él rió.

—Mami me contó lo de tu corazón. ¿Te duele?

—No, cariño —Pedro tuvo que aclararse la garganta—. Me siento bien.

—Eso es bueno. ¿Puedes venir a nuestra casa?

—Esperaba que me lo pidieras —no había lugar en el mundo en el que más quisiera estar—. Si quieres, voy hacia allá ahora mismo. ¿Qué te parece?

—Mami dice que puedes quedarte un ratito.

—Estoy en camino —Pedro supuso que esperaban compañía, seguramente los Chaves—. Te veo enseguida.

—De acuerdo.

Pedro no fue consciente del trayecto hasta la urbanización, ni del camino desde el estacionamiento de invitados hasta la casa. Antes de llegar a la puerta, la vió de pie en la entrada, vestida con unos vaqueros y un top rojo de algodón. Mientras se acercaba, se estudiaron detenidamente. Vista de frente, descubrió mucho más de Paula en ella, en el óvalo de la cara y su aire femenino.

—¿Te parezco un abuelo?

—No.

—Con esos ojos azules, eres aún más guapa de lo que imaginé —él sonrió—. ¿Acaso no soy el padre más afortunado del mundo?

 La boca de Olivia se curvó en la sonrisa más dulce que había visto en su vida.

—¿Te importaría mucho si te diera un abrazo?
 Ella sacudió la cabeza y su cola de caballo se balanceó en el aire. Fue Pedro quien hizo el primer movimiento, pero al tomarla en sus brazos y levantarla del suelo ella perdió la timidez. Sus bracitos le rodearon el cuello y se agarró a él con fuerza. El liviano peso de su cuerpo adormeció el profundo dolor que lo había atormentado desde que fue arrancado del lado de Paula.

—Olivia—murmuró contra su rostro mientras la besaba—. Te quiero.

—Yo también te quiero.

—¿Serás mi niña a partir de ahora? —una niña que asentía y que acababa de romperle el corazón aceptándolo sin reservas como padre—. Algunos de mis amigos guardabosques tienen hijos. No se lo van a creer cuando les diga que tengo una hija. Supongo que te has dado cuenta de lo mucho que nos parecemos.

—Eso dice mami.

—¿Dónde está? —Pedro la dejó en el suelo.

 —Dentro —la niña lo miró—. ¿Quieres pasar?

—Si a ella le parece bien.

—Dijo que podías.

—Entonces, sí, me gustaría.

Una niña de la edad de Olivia apareció corriendo y le preguntó si quería jugar.

—No puedo. Mi papá está aquí.

—He visto tus fotos —la niña lo miró estupefacta—. Pensé que estabas muerto.

—Sufrí un accidente y la madre de Oli creyó que había muerto —él rió por dentro—. Al despertar en el hospital sufría amnesia. Con el tiempo he recuperado la memoria —era la historia que Silvio y él se habían inventado—. Oli, cariño, ¿Quién es tu amiga?

—Es Valentina.

—¿Cómo estás, Valentina?

—Hola —la niña no dejaba de mirarlo. —¿Hace mucho que son amigas?

 Valentina asintió.

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