domingo, 15 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 64

—Sólo han pasado ocho días, papá.

Paula sonrió para sus adentros. Nada se le escapaba a su hija. Había contado los días.

—¿Tanto? —bromeó su padre.

—Sí —ella se le abrazó con fuerza al cuello.

—¿Se han divertido? —quiso saber Nico.

—Eso mismo quería preguntarles yo —Matías se acercó y los miró con ojos burlones.

—Nos hemos divertido tanto que nos parecía increíble —Paula tomó a Nico en brazos mientras Romina soltaba una carcajada.

—¿Qué han hecho?

—Pues jugar al Monopoly y leernos cuentos —Pedro tomó a Nico de los brazos de Paula.

—¿En serio? ¿Qué clase de cuentos?

—En cuanto vea su muñeco de nieve te lo diré —a lo lejos, Paula divisó a su padre junto a Mónica y Roberto, los padres de Romina, que bajaban las escaleras del porche. Agarró a su hija de la mano y se dirigieron hacia el muñeco.

—Oli y yo hicimos la tripa.

—Buen trabajo. ¡Oye! —Pedro fingió enojo—. ¿Qué hace con mi sombrero puesto?

—¡Es el sombrero viejo de papá! —Nico rió—. ¡Qué divertido eres, tío Pepe!

Olivia miró sonriente a su madre. Era el día perfecto.

«No pienses en nada más que en cosas bonitas, Paula. Hoy no». Aprovechó que Oli estaba en la bañera para reunirse con Pedro en el garaje. Tras subirse a la camioneta, él se asomó por la ventanilla para besarla, pero sin la intensidad con la que desearía hacerlo. De lo contrario, sería incapaz de marcharse.

—Soy peor que Oli. No quiero que te vayas a trabajar.

—Sabíamos que este día llegaría.

—Pero no me imaginé que fuera a resultar tan duro.

—¿Y crees que yo sí? —contestó él con voz ronca antes de abrir la puerta para abrazarla.

 —¡Somos patéticos!

—Peor que eso. Llego una hora tarde.

—Los chicos lo entenderán.

—Ése es el problema. Voy a ser el blanco de las bromas de todos durante semanas.

—Si tú puedes soportarlo, yo también —ella lo miró con ojos brillantes.

—Si no hay ninguna emergencia, volveré a las siete —siempre que la encontrara en casa esperándolo, soportaría cualquier cosa. Pulsó el control remoto para abrir la puerta del garaje y se marchó.

Había llegado a un acuerdo con Leonardo, que le había permitido tomarse otro día libre. Tras hablar seriamente con su hija, había decidido dedicar ese día a consultar con su cardiólogo en Merced. Olivia había hablado con el padre de Romina sobre su corazón. Los médicos le habían dicho que no podían hacer nada porque la tecnología no estaba lo bastante avanzada. Y, de repente, un día lo estuvo y habían podido operarlo. Le había insistido a su padre en que su médico se pusiera en contacto con el cardiólogo de Roberto en Miami. A lo mejor se podía hacer algo. Con tantos soldados volviendo de la guerra, a lo mejor se había desarrollado alguna nueva técnica quirúrgica.

Pedro acababa de pasar una semana en el paraíso. Y quería que continuara. Si había alguna posibilidad para su corazón, estaba preparado para ello, sobre todo ante la insistencia de Olivia. Condujo lo más deprisa que permitía la ley hasta la clínica. En la consulta del doctor Winder le dijeron que, al no tener cita, tendría que esperar, pero no le importó. Una hora después entró en la sala de reconocimiento. En cuanto apareció el médico,  no perdió ni un segundo en explicarle el motivo de su visita. El médico le hizo una radiografía. Con sus propios ojos, comprobó que el trozo de metralla seguía en el mismo sitio.

—Eso es bueno, pero entiendo que quieras consultarlo con otro cirujano. Por supuesto, todo es posible. Déjale los datos a mi secretaria y ella le enviará tu historial por fax.

No podía pedir más. Le dió las gracias al doctor y se dirigió de vuelta al parque. Todavía podría trabajar la mitad de la jornada. A las cuatro menos cuarto, Olivia apareció en su despacho. Tomaron una zarzaparrilla y hablaron de su visita al médico.

Durante la siguiente semana vivió el momento que siempre había envidiado a los guardabosques casados. Habían decidido vivir en su casa y habían empezado a trasladar todos los enseres de Paula tras terminar la jornada de trabajo. Cuando terminaran, irían a Oakhurst con Matías y su familia. Conocía un lugar en el que podrían elegir un perro. Intentó mantener los pensamientos negativos a raya. Pero el martes, mientras estaba en una conferencia con Matías y otros guardabosques, su médico telefoneó.

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