viernes, 6 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 41

Paula se sentía aliviada. Estar juntos, como una familia de verdad, dolía demasiado.

—Es bonito que viváis todos tan cerca y podáis veros cuando quieran.

—No, no puedo —Olivia corrigió a su abuela.

—¿Qué quieres decir?

—No vivimos con papá —una lágrima se deslizó por su mejilla—. ¿Podemos irnos a casa?

—Yo me encargo de la cuenta —murmuró el abuelo.

—Nos vemos en casa. Vamos, Oli—Paula tomó a su hija de la mano y se apresuraron hacia el coche. El viejo dicho «la esperanza es lo último que se pierde», resonaba en su maltrecho corazón.

—¿Crees que papá estará bien?

—Por supuesto. No hace más que su trabajo.

—Me habría gustado saber adónde iba.

Olivia no era la única. La reacción de Pedro había revelado más preocupación de lo normal. Les llevaría a ella y a su hija algún tiempo acostumbrarse a ese mundo de emergencias. Un guardabosque nunca sabía qué se iba a encontrar.

—¿Has olvidado ya que papá estuvo en el ejército? —Paula estacionó el coche en el garaje. La pregunta pretendía tranquilizarlas a ambas—. Sabe cuidar de sí mismo mejor que nadie.

—Pero no pudo salvar a mis otros abuelos.

—¡Cariño! —desolada por los temores de Olivia, la abrazó con fuerza—. Pensé que ya no te agobiaba eso. Los guardabosques protegen a todos los habitantes del parque, ¿Recuerdas?

El cuerpo de Olivia se estremeció por los sollozos. Paula ni siquiera había sospechado lo que había dentro de su cabecita. Era demasiado tarde para desear no haberse mudado allí. Hicieran lo que hicieran, quedarían atrapados en una trampa emocional.

—¿Por qué no podemos vivir juntos? —al fin Olivia se apartó de ella—. A papá le gustaría.

—No es cierto.

—¡Sí lo es! —protestó la niña en un tono que jamás había empleado antes—. Me lo ha dicho.

—Muy bien —la niña estaba desolada y Paula le secó las lágrimas del rostro. No quería pelearse con ella—. Ahora cuéntame exactamente qué te dijo. Tómate tu tiempo.

—Después de montar a caballo, papá y yo estábamos en la cocina y le dije que desearía que viviésemos todos juntos y él me contestó: «yo también».

—¿Y no crees que lo decía simplemente porque te quiere?

—¡También te quiere a tí, mamá!

—¿Por qué dices eso?

—¿Cuándo volverían sus vidas a la normalidad?  Dijo que ya te amaba a tí antes de amarme a mí y que quería que fuésemos una familia.

Paula empezó a temblar. ¿Lo habría dicho en serio? Era evidente que Olivia estaba convencida de que era así. Tenía que hablar seriamente con él. Aquella misma noche.

—Tus abuelos ya están aquí, ¿Quieres hacerles entrar? Ya hablaremos de esto más tarde.

La única respuesta fue la expresión sombría de la niña, que corría a la cocina. Su madre permaneció en el coche y marcó el número de Romina. «Por favor, que esté en casa».

—¿Hola? —a la cuarta llamada, su amiga contestó.

—Hola. Menos mal que estás en casa —contestó Paula con voz temblorosa.

—Pareces alterada, Pau. ¿Qué sucede?

—Es… es una larga historia —balbuceó ella—. Primero necesito saber si Matías está contigo.

—No. Esta noche está de servicio.

—¿Podrías hacerme un favor y averiguar qué emergencia ha obligado a Pedro a interrumpir la cena? Olivia está muy asustada. Si no va a tardar mucho, necesito hablar con él sin la niña. Y como mis padres se quedan a dormir, sería un buen momento para hacerlo.

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