lunes, 2 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 31

—Por si nos preguntan, debemos ponernos de acuerdo sobre el lugar en que sufriste el accidente —dijo Paula.

—En Newport Beach, California del sur —dijo él sin dudar—. Nos conocimos allí durante unas vacaciones. Una lancha motora me arrolló mar adentro, mi cuerpo jamás fue encontrado y las autoridades supusieron que los tiburones me habían hecho desaparecer.

—¡Papá! —exclamó Olivia.

Paula se estremeció. El escenario que acababa de dibujar era dantesco, pero nada comparable con el horror de lo que había sucedido realmente en Kabul.

—¿Alguna otra pregunta?

Paula  se percató de que Pedro la miraba fijamente a los ojos y, seguramente, había visto más en su mirada de lo que le hubiera gustado desvelar. Se apresuró a negar con la cabeza y se volvió hacia su hija.

—¿Y tú? ¿Hay algo más que quieras preguntarle a tu padre?

—No, sólo quiero ir a ver nuestra casa.

—Pues entonces, vamos —Pedro se levantó—. Vengan conmigo a la entrada para recoger la llave, después saldremos por la puerta trasera e iremos andando.

—No tenía ni idea de que las casas estuvieran tan cerca del trabajo.

—Se construyó así hace años a propósito. Los guardabosques deben estar preparados para acudir en cualquier momento.

—Son como bomberos —Olivia siguió a su padre.

—Eso es.

Paula oía alejarse las voces de la niña y su padre mientras guardaba la varita mágica en la caja y corría tras ellos. Fernando parecía muy animado. De momento todo parecía ir saliendo a su conveniencia. Debía fingir que no le importaba cómo se desarrollara todo porque tenía su propia vida. Sin embargo, era más fácil decirlo que hacerlo. Tuvo que admitir que le dolía ver lo rápido que Olivia se había encariñado con su padre. Caminaban de la mano, como si lo hubieran hecho toda la vida. Deseaba que estuvieran unidos, pero estaba celosa. Había una nueva persona en el corazón de su hija. Alguien con derecho legítimo a estar allí. Iba a tener que aprender a compartirla y sintió un nuevo e inesperado dolor. Sólo tardaron unos cuantos minutos caminando entre pinos en llegar al grupo de casas de los guardabosques. El estilo era claramente de los años cuarenta.

Pedro las condujo hasta el final de la calle, donde había tres casas. Subieron los escalones de la de en medio, una casa de una planta, y entraron. Una vez dentro, Olivia corrió de una habitación a otra soltando exclamaciones mientras Paula supervisaba el salón y el comedor antes de deambular por el resto dela casa. Casi todas las habitaciones estaban enmoquetadas. El mobiliario de madera era hogareño, pero el decorado en tonos marrones y naranjas tendría que cambiar enseguida. Pedro la seguía de cerca. Terminaron en una cocina minúscula. Tendrían que comer en el comedor. Sin embargo, apenas podía concentrarse ante su proximidad.

—¿Qué te parece?

—Da la impresión de que Jack Frost vive aquí —ella sonrió y lo miró.

Él echó atrás la cabeza de cabello castaño oscuro y soltó una carcajada, ésa que no había oído en años y que le provocó un aluvión de recuerdos acompañados de un gran dolor.

—¿Qué les parece tan divertido? —Olivia corrió a su encuentro.

—¿Has oído hablar de Jack Frost? —Pedro abrazó a su hija por los hombros. La niña negó con la cabeza. —Jack es un elfo que pinta las hojas del color del otoño. Tu mamá cree que vive aquí.

—Cuando traigamos nuestras cosas, no parecerá tan horrible, mami —dijo la niña tras captar el sentido de la explicación.

Pedro  estalló en otra carcajada y Paula tuvo que esforzarse para no unirse a él.

—¿Puedo quedarme la habitación junto al cuarto de baño? Hay una ardilla monísima que sube y baja del árbol que hay al otro lado de la ventana. ¡Ven a verla!

Aliviada de poder apartarse del lado de Pedro, Paula siguió a su hija por el pasillo hasta el dormitorio que había elegido. Bordearon la enorme cama y llegaron hasta la ventana. La colcha rosa y blanca de Olivia haría maravillas con esa habitación.

—¡Mira!

—Allí hay toda una familia —les informó Pedro—. Deberías invitar a Nico. Tiene unos prismáticos muy buenos. Podrán observarlas durante horas.

—Es divertido. ¿Por qué no se parece a su papá? —Paula se había preguntado lo mismo.

—Sus padres vinieron de Florida hace un año, en primavera. Yo estaba de servicio cuando se anunció una terrible tormenta. Avisamos a todo el mundo para que se alejara de las montañas, pero los Darrow no nos hicieron caso. Quedaron atrapados por una ventisca en la cima de El Capitán y murieron de hipotermia.

—Eso es horrible —susurró Olivia expresando lo que Paula también sentía.

—Fue espantoso. Matías acudió en helicóptero a rescatarlos, pero fue demasiado tarde. Sabíamos que tenían un hijo de cinco años que se había quedado en su casa. En junio del año pasado la tía de Nico, Romina, lo trajo al parque para que pudiera ver el lugar de la tragedia. El chico no conseguía aceptar que sus padres hubieran muerto. Sufría pesadillas y no quería ir al colegio ni jugar.

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