miércoles, 4 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 34

Mientras las colocaba alrededor de la mesa, su brazo rozó el de Paula y le produjo una oleada de deseo. Ella se apartó bruscamente, lo cual podría deberse a dos cosas: o bien rechazaba su contacto o bien había sentido también la atracción. Tendría que averiguarlo en otra ocasión. Nuevamente tuvo que recordarse que era su primer día en el parque. No debía forzar la situación.

Cuando los niños volvieron a la casa, los sentó a la mesa, uno a cada lado suyo, para que Paula no pudiera acusarlo de aprovecharse de las circunstancias. La ensalada pasó de uno otro hasta que todos se hubieron servido, momento en que Nico miró a todos los comensales con sus prismáticos.

—Eso no es de buena educación. Deja los prismáticos en el salón —lo amonestó Romina.

Pedro miró a Paula de soslayo y descubrió una tímida sonrisa en su rostro. Al parecer, encontraba a Nico tan divertido e irresistible como todos.

—De acuerdo —dijo el niño con voz fingidamente gruñona—. Esto es divertido —observó mientras mordisqueaba uno de los palitos de pan—. Ojalá pudiésemos comer juntos siempre, ¿Verdad, Oli?

Todos rieron y Pedro intercambió una sonrisa de complicidad con su hija. Durante la siguiente media hora, el niño no dejó de hacerles reír. Era una felicidad que el guardabosque no había experimentado desde los tiempos de Paula. Entonces, alguien llamó a la puerta. Su primer instinto fue abrir, pero aquélla no era su casa. Paula se apresuró a levantarse.

En Kabul las cosas habían sido muy diferentes. Aunque cada uno tenía su alojamiento, se habían comportado como un matrimonio. Pasar de esa intimidad a la situación que vivían en esos momentos lo estaba matando.

La voz de Patricio Telford se adelantó a su presencia en el comedor. El superintendente tenía las hechuras de golfista y el cabello rubio. Y parecía devorar a Paula con los ojos.

—He venido a darle la bienvenida al parque a nuestra nueva arqueóloga. No quería interrumpir —se disculpó.

Y un cuerno. El hombre no había perdido ni un segundo. El viudo y la viuda.

—Me parece que conoces a todos salvo a mi hija. Olivia, éste es Patricio Telford, el superintendente del parque y responsable de que tu madre tenga este puesto.

—¡Hola! Encantada de conocerlo.

—Yo también estoy encantado de conocerte, Olivia—se acercó a la mesa para estrechar la mano de la niña mientras intentaba ocultar su sorpresa y miraba a los dos guardabosques, que se pusieron en pie—. Qué buena compañía.

—¿Sabía que el tío Pepe es el papá de Oli? Nico acababa de darle a Pedro otro motivo para adorarlo.

—¿Nos informaron mal? —Patricio se dirigió a Paula. Parecía que acabaran de sacudirle con un palo de golf—. No tenía ni idea de que estuviera casada.

Pedro le dirigió a Matías una significativa mirada. Aquél era un trabajo para el jefe y, además, Paula apreciaría su ausencia.

—Patricio, por favor, ocupa mi lugar en la mesa y disfruta de la fabulosa lasaña de Romina. Yo saldré con los chicos a espiar junto al árbol de ahí fuera en busca de ardillas.

—¡Hurra! —Nico aplaudió entusiasmado—. Vamos Oli, voy a buscar los prismáticos.

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