viernes, 6 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 39

Los niños cabalgaban uno a cada lado de Pedro mientras abandonaban el estanque del castor para dirigirse de vuelta al establo. Habían estado hablando sobre sus disfraces de Halloween. Sólo faltaban tres días. Nico iría disfrazado de Harry Potter y, Olivia, de Hermione. Se moría de ganas de acompañarlos en «truco o trato» con Matías y Romina. Aquel día se sentía especialmente orgulloso de cómo había montado su hija. También se le daba bien la fotografía y había hecho muchas fotos.

—¿Podemos volver el sábado que viene, tío Pepe? Ese Matusalén es muy divertido. Me alcanzó cuando sacudió el rabo.

—Comprobaré mi horario de trabajo —el castor no era ni la mitad de divertido que Nico.

—¿Podría venir con nosotros mi amiga Sofi?

—Ya que es el único día en que podrían traerla sus padres, conseguiré que alguno de los chicos me sustituya unas horas —miró a su hija, que había empezado a ir al colegio el día anterior—. ¿Qué te parece Mica?

—Está bien.

No parecía muy entusiasta. Cuando estuvieran solos averiguaría qué había pasado.

—¿Y les gusta la señora Farrell? —ambos niños asintieron. Eso era una ventaja— . ¿Les resulta extraño ser tan pocos niños en el colegio?

—Bastante.

—A mí me gusta —exclamó Nico.

—¿Qué opinas de Bautista?

—Es malo —nuevamente contestó Nico.

—¿Por qué?

—Tiene once años. Y durante el recreo siempre elige él lo que vamos a hacer, ¿A que sí, Oli? —Le dice a todo el mundo lo que debe hacer, papá.

 —Y dijo que su padre era más importante que el mío. Yo dije que no y casi me pegó.

—Bautista  tiene dos hermanos mayores —aquello no sonaba bien—. Seguramente lo dominan a él. ¿Se lo han dicho a la señora Farrell?

—Si vuelve a ser malo con nosotros, se lo diré a la señora Farrell.

—Parece que ustedes dos tendrán que seguir juntos un tiempo.

—Sí. ¿Puedo jugar en tu casa cuando volvamos, Oli?

—Hoy me quedo en casa de mi papá —la niña miró a Pedro—. ¿Podría venir Nico un rato? —era evidente que le gustaba su compañía. Era su preferido.

—Claro.

—¡Bien! ¿Dónde está tu mamá? —preguntó Nico.

—En Wawona —aquello fue una sorpresa para Pedro.

—¿Y qué está haciendo allí? —insistió el niño.

—Ha ido a comer con el otro arqueólogo que acaba de volver de México.

—En clase le oí a Bautista decirle a Micaela que su padre se había divorciado. ¿Qué quiere decir eso? —preguntó Nico.

 Entre los empleados del parque abundaban los chismorreos.

—Significa que su mujer y sus hijos ya no vivirán con él.

—Ah.

 Durante el trayecto de regreso, Olivia permaneció inusualmente callada. Al llegar al establo, Pedro ayudó a Nico a desmontar, pero su hija bajó sola. Se subieron a la camioneta y se encaminaron de vuelta a la casa. Al entrar en la cocina, le dijo a Nico que fuera a llamar a sus padres para que supieran dónde estaba. Mientras Olivia se lavaba las manos en el fregadero, su padre aprovechó la ocasión.

—Sé que te pasa algo —murmuró—. ¿Te ignoró Mica ayer?

La niña negó con la cabeza.

 —Pues cuéntame qué ocurre.

—Me preguntó por qué no vivían mis padres juntos —contestó Olivia sin mirarlo.

—¿Y qué le dijiste? —el corazón de Pedro dió un vuelco.

—Que no querían —al fin alzó la vista.

Los ojos azules estaban inundados de lágrimas—. Me preguntó si se habían divorciado.

—¿Y qué le contestaste?

—Le dije que no.

Pedro sabía que había habido habladurías, pero no había contado con que llegaran a oídos de Olivia a través de Micaela. Había esperado que las dos niñas se hicieran amigas. Con el tiempo seguramente lo serían, pero los primeros días de Olivia allí no serían felices.

—Siento que te hiciera pasar un mal rato —él la abrazó.

—¿Papá? —Olivia se secó las lágrimas—. ¿A tí te gusta mamá?

—Nunca ha dejado de gustarme, pero le hice daño sin querer. No creo que sea capaz de perdonarme nunca.

—Me gustaría que viviésemos todos juntos.

—A mí también —susurró él.

—¿De verdad? —ella pareció sorprendida.

—¿Qué pensabas? —le tiró de la coleta—. Eres mi hija. Había perdido la esperanza de ser padre. Nada me gustaría más que vivir rodeado de mi familia.

—¿Con mamá también?

—Ya la amaba antes de amarte a tí, cariño. Sería un sueño hecho realidad.

—Mamá dice que puedo quedarme hasta que venga a recogerme dentro de una hora —Nico llegó corriendo desde la habitación—. Nos vamos de compras.

—Genial. ¿Qué quieren comer?

—¿Puedo tomar un sándwich de mantequilla de cacahuete y mermelada?

 —Claro —Pedro se dispuso a prepararlo—. ¿Y tú, cariño?

—Yo sólo quiero un vaso de leche. Ya me lo pongo yo.

Pedro no la presionó para que comiera. Él también había perdido el apetito. En cuanto la noticia llegara a oídos de Paula, temía que pusiera más distancia emocional entre ellos porque ya no podía amarlo como antes. Sincerarse con su hija podría haber sido el golpe de gracia para él. No debería haber revelado sus sentimientos tan pronto. Se había prometido ir despacio, pero no había sido capaz de contenerse.

—Cuando terminen, ¿Les apetece salir a jugar a las herraduras?

—Nunca he jugado a eso —dijo Olivia.

—¡Es muy divertido! —exclamó Nico—. Pero es bastante difícil.

—Tiene su truco, pero cualquiera puede aprender. Les enseñaré —Pedro necesitaba mantenerse ocupado para no pensar en Paula en compañía de ese maldito hombre.

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