miércoles, 11 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 56

La visión de Paula con la bata de terciopelo azul que él le había regalado lo transportó diez años atrás en el tiempo. Se había quitado el maquillaje que la había transformado en princesa india. La deseaba tanto que le dolía respirar.

—¿Pau? —su propia voz le resultó ronca. Le agarró la mano y la atrajo hacia el sofá, sentándola sobre su regazo—. Tengo que decirte algo más antes de que venga Oli.

—¿Qué más podría haber? —Paula se estremeció y lo miró fijamente con un destello de pánico.

—Tiene que ver con mi condición física.

 —¿Contrajiste alguna enfermedad en Oriente Medio?

—Aún puedo hacerte el amor —casi había acertado—. Pero no podré darte más hijos, en caso de que quisieras. Necesito saber qué opinas antes de hablar con Oli.

—Ya me has dado la hija más maravillosa del mundo —ella lo rodeó por el cuello y lo besó—. Si decidimos que queremos tener más, siempre podemos adoptar. ¿Qué opinas?

—Que no me puedo creer que esté sucediendo —él enterró el rostro en su cuello e, incapaz de contenerse, la besó con un ansia que escapaba a todo control—. Necesito amarte.

—Te deseo tanto que me duele —susurró ella antes de demostrárselo con ardientes besos sobre el rostro, como solía hacer años atrás mientras él olvidaba dónde estaba.

—¿No quieren ver la película?

Exultantes, no se habían dado cuenta de la presencia de Olivia. Pedro levantó la vista y vio a su hija junto al televisor con un pijama rosa y aún peinada como Hermione.

—Pon el DVD, cariño y ven a sentarte a mi lado.

—Haré unas palomitas —una sonrisa irrumpió lentamente en el rostro de Paula.

—Me parece un plan estupendo.

Pedro tenía también un plan que pondría en marcha enseguida. Consultó el reloj. Eran las diez y cuarto. Lo anunciaría en diez minutos. El mero hecho de pensarlo aceleraba los  latidos de su corazón, ese órgano que ya debería haberle traicionado. Olivia tomó el mando y enseguida empezaron a reír ante la aparición de los personajes de Charlie Brown. Paula regresó con las palomitas y se sentó al otro lado de su hija. Aquello era el paraíso. El escenario con el que había soñado durante los últimos diez años.

—Ojalá tuviéramos un perro como Snoopy, mamá.

—Eso dicen todos los niños que ven esta película.

—¿Y por qué no nos conseguimos uno? —Pedro pulsó el botón de pausa.

—¿Quieres decir para que viva aquí? —Olivia se puso en pie de un salto.

—Suponiendo que decidamos vivir aquí.

—Pero tú vives a la vuelta de la esquina.

—Cierto —Pedro podía leer la confusión en los ojos de su hija—. Y estoy harto de ir de tu casa a la mía. ¿Qué te parece si elegimos una de las dos casas y vivimos todos juntos?

—¿Y a tí te gustaría, mamá? —Olivia se quedó sin habla y el miedo asomó a sus ojos. La sangre martilleaba en los oídos del guardabosque mientras esperaba una respuesta.

—Es lo que más deseo en el mundo.

—¿Lo dices en serio? —exclamó incrédula la niña mientras se arrojaba en brazos de su madre.

—Tu mamá y yo vamos a casarnos en cuanto podamos —Pedro hundió la mano en el bolsillo del pantalón y sacó un anillo—. He querido darle esto desde el día que fui a su departamento en Santa Rosa —se volvió a Paula y la miró con solemnidad—. Antes de la explosión te lo propuse y aceptaste. Ahora lo hago oficialmente ante nuestra hija. Ten cuidado con tu respuesta, porque es para siempre.

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