domingo, 22 de enero de 2017

Destinados: Capítulo 22

—¿Por qué? —preguntó Paula, curiosa por saber qué pasaba por la cabeza del chico.

—¡Porque no es tan fuerte como Pepe! ¡Pepe fue marine!

Paula no lo sabía. No era de extrañar que el señor Alfonso fuera un héroe a los ojos de Nico. Su abuelo siempre hablaba de los marines con gran orgullo, como si fueran capaces de caminar sobre el agua.

—Pedro es el hombre más fuerte que conozco —afirmó Matías.

—¿Lo ves, Pau? Rossiter también lo piensa.

Sí, estaba viendo muchas cosas, se dijo Paula. El señor Alfonso era imposible de superar.

Cuando regresaron a su alojamiento, Matías dijo que los esperaría en la piscina del hotel mientras ellos iban a su habitación. Paula no se cambió de ropa, pero el pequeño se puso el bañador y corrió a la piscina. Matías había buscado una mesa junto al borde de la piscina, para que ella pudiera vigilar a Nico. Había muchos niños en el agua y el niño empezó a hablar con uno de su edad en la parte poco profunda.

—Siento mucho el comportamiento del niño, Matías.

—No te disculpes. Tiene una razón para ello y los dos la conocemos.

 Paula lo sabía. El jefe de Matías era la conexión más cercana que Nico tenía con su padre muerto, aparte de su abuelo, por supuesto.

—Estoy segura de que Santiago nunca habría conseguido llegarle al corazón a Nico.

—¿Has estado pensando en tu ex novio?

—¿La verdad?

—Claro.

—No había pensado en él hasta que mi madre me llamó y me dijo que Santiago había ido a su casa a buscarme. Mi madre dice que está muy arrepentido por lo que pasó. Quizá lo esté. Sé que algunas parejas consiguen superar problemas de infidelidad.

—Eso es cierto, pero yo no podría.

—¿Tu ex esposa te fue infiel?

—No. Teníamos otros problemas que no pudimos resolver.

Paula intuyó que no quería hablar de eso y no quiso presionarlo.

—Santiago había estado saliendo con una mujer que tocaba con la banda del barco antes de salir conmigo. Yo me enamoré mucho de él. Cuando me pidió que me casara con él, me sentí emocionada. Un mes antes de la fecha de nuestra boda, se fue en uno de los cruceros, supuestamente para supervisar su funcionamiento —explicó —. Más tarde, supe que su antigua novia y él habían tenido una aventura. Él me juró que había sido sólo para consolarla porque habían estado en medio de una tormenta en las Bermudas y habían creído que no sobrevivirían. Me aseguró que no pasaría nunca más —añadió—. Como dice una de mis compañeras de trabajo, todavía no estamos casados. Dice que, tal vez, debería darle una segunda oportunidad. Es fácil decirlo, pero yo no creo que pudiera volver a confiar en él.

—Pero no lo sabes seguro —observó Matías.

—El terapeuta de Nico dice que debo explorar mis sentimientos, porque la muerte de Mariana y de Gonzalo no me ha permitido resolver nada. Estoy segura de que tiene razón, pero ahora hay otro problema.

—Nico.

—Así es. Cuando Santiago me pidió que me casara con él, ninguno de los dos podíamos imaginar que yo iba a adoptar a Nico. Estoy segura de que él no tenía en mente ser padre tan pronto, y menos de un hijo de otras personas. Incluso si decido salir con él de nuevo, no daría ningún paso más hasta que  lo conociera bien y se sintiera cómodo con él.

—¿Cuándo regresan? —preguntó Matías después de una pausa.

—El sábado. Planeo ir a Merced y quedarnos a dormir. Nuestro vuelo sale temprano por la mañana. Tengo que estar de regreso para presentar mi dimisión formal el martes. Y, si hay posibilidad de que Steven y yo podamos arreglar las cosas, debo escuchar lo que tiene que decirme. Al menos, eso me aconseja el psiquiatra, si no, estaré toda la vida preguntándome qué habría pasado si…

—Es un buen psiquiatra.

—Después de que el señor Alfonso nos lleve a El Capitán, veremos si el consejo del doctor Karsh ha funcionado y las pesadillas de Nico desaparecen.

—Eso esperamos todos.

—Matías, gracias por todo lo que has hecho. Y por escucharme. No lo olvidaré.

—Me alegro de que vinieran  al parque. Ha sido de ayuda para todos —afirmó él.

Paula sonrió.

—Buena suerte con todo —dijo Matías y se puso en pie—. No. No te levantes. Nico lo está pasando muy bien en la piscina. Que tengan buen viaje.

—Buena suerte para tí también, Matías.

Pedro estaba terminándose el último pedazo de un sandwich de atún cuando sonó su móvil. Miró quién llamaba y contestó.

—¿Qué haces llamándome? Te imaginaba montando a caballo y pasándolo bien —dijo, nada más descolgar.

Nunca se había puesto celoso de nadie y no pensaba empezar a hacerlo. Además, ¡Matías era su mejor amigo!

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