domingo, 1 de enero de 2017

Identidad Secreta: Capítulo 23

—El papá de Valen es el entrenador de rugby en el instituto San Xavier.

—Qué emocionante —contestó Pedro—. ¿Vas a todos sus partidos?

—A veces viene Oli—Valentina asintió. Y luego papá nos lleva a cenar perritos calientes.

—Menuda suerte —Pedro miró a su hija.

—Mi papá es guardabosque en el parque de Yosemite —anunció Olivia inesperadamente. Oírle decir «mi papá» lo llenaba de alegría.

—¿En serio?

Pedro rió ante la expresión maravillada de Valentina. Los chicos a menudo reaccionaban así. Había descubierto que para los turistas había algo místico en ser guardabosque.

—De verdad. Alguna vez podrías venir a montar a caballo con Oli y conmigo por el parque. Iremos de picnic y os enseñaré un fabuloso estanque de castores. Hay un viejo abuelo castor al que llamamos Matusalén porque lleva siglos por ahí.

—¿Cuándo podemos ir? —en esa ocasión fue su hija la de la expresión estupefacta.

—Cuando quieras.

Por el rabillo del ojo vió aparecer a Paula. Cada vez que la veía resurgían en su interior los mismos sentimientos de deseo.

—Hola, Valen, ¿Qué tal?

—Bien. ¿Aún te duele el brazo?

—Cuando lo llevo en cabestrillo, no.

—¡Mami! —exclamó Olivia—. ¡Papá nos va a llevar a montar a caballo!

—Eso he oído.

Pedro tuvo la impresión de que había estado escuchando y que había decidido aparecer al sentir que la conversación empezaba a escaparse de su control.

—Ahora tengo que entrar, Valen—Olivia pareció haber notado la advertencia en la voz de su madre—. Te llamaré más tarde.

—De acuerdo. Te veré luego. No te olvides.

 —No nos olvidaremos —le aseguró Pedro—. Me ha alegrado conocerte, Valen.

 —Lo mismo digo —la niña corrió hacia su casa.

—Vamos dentro —Paula taladró a Pedro con sus ojos azules—. Tenemos que hablar.

Entraron y Pedro cerró la puerta. Olivia se sentó a su lado en el sofá y Paula se quedó de pie detrás de una silla. Todo su cuerpo emanaba tensión negativa.

—Cariño —empezó—, antes de que empieces a hacer planes, tenemos que tener mucho cuidado con lo que digamos. Ni siquiera los abuelos saben que tu padre está vivo. Debemos contar la misma historia a todo el mundo.

—Tu madre tiene razón —corroboró Pedro—. Diremos a todo el mundo que perdí la memoria y que apenas he empezado a recuperarla. Eso tendrá que bastar. En cuanto a tí, Oli, debes saber la verdad. ¿Sabes que hay una guerra en Oriente Medio?

Ella asintió.

—Después de la explosión, estuve durante mucho tiempo en un hospital en Suiza. Y después estuve luchando en la guerra por nuestro país.

—¿De verdad?

—Sí. Pero uno de los terroristas que planeó el ataque contra mis padres me reconoció y corrió la voz de que yo seguía vivo. Por eso la CIA me trajo de vuelta a Estados Unidos y me convirtió en guardabosque por mi propia seguridad. Durante tres años todo ha ido bien, y no hay motivo para pensar que vosotras estéis en peligro. Cuando vengas a verme, será en el parque, donde mis colegas están siempre vigilando. En realidad, puede que estés más segura en mi casa que aquí, en Santa Rosa. El jefe Rossiter fue marine en Irak. Él lo sabe todo y ha aumentado la seguridad para mantenernos a salvo.

—Después de trasladarnos a San Francisco —al fin Paula se sentó— haremos un calendario para que puedas ir a visitar a tu padre cuando resulte conveniente para él y para nosotras.

—Pero ahora que papá está aquí, ya no quiero que nos mudemos a San Francisco.

Pedro mantuvo la cabeza agachada. «¿Lo has oído bien, Paula?».

—Ya está decidido —declaró ella en un tono que no admitía protesta alguna.

—Ya sé que te dije que no quería que trabajaras en el parque —Olivia se levantó del sofá—, pero he cambiado de idea.

—No puedes cambiar de idea sin más. Ya he rechazado el puesto.

 —¿Y no pueden devolvértelo? —los ojos de la niña se llenaron de lágrimas—. Llámalos y diles que ya te encuentras mejor. Nada agradaba más a Pedro que ver a Paula debatiéndose.

—Aún no es demasiado tarde —levantó la mirada y clavó sus ojos en ella—. Durante las tres últimas semanas he sido el guardabosque jefe. Fue a mí a quien el superintendente pidió que autorizara tu vuelo. No tengo más que decirlo y el puesto volverá a ser tuyo.

—¿Eras el jefe de todos los guardabosques? —preguntó Olivia.

—Soy el segundo al mando. Cuando el jefe tiene que ausentarse del parque, yo soy el jefe.

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