viernes, 30 de diciembre de 2016

Identidad Secreta: Capítulo 20

Estar de nuevo al lado de Paula le hacía desear recuperar de golpe los diez años perdidos. Necesitaba arreglarlo de inmediato para poder retomar sus vidas donde las habían dejado antes de la explosión. Sin embargo, sabía que no era posible. Tenía que darle tiempo.

—Pasemos al salón —ella cerró la puerta.

Pedro  sintió unos inquisitivos ojos clavados en él, sin duda intentando vislumbrar a través de su camisa y pantalones las enormes cicatrices de su torso y espalda. Diversos cirujanos plásticos habían ayudado a minimizar el impacto visual. Sin embargo, su aspecto inicial, plasmado en las fotos, había conseguido que Paula le hubiera permitido entrar en su casa.

—Me enamoré de nuestra hija por teléfono —dijo él, de pie en medio del salón—. Y al verla hace un rato me cautivó por completo. Se parece a mí, pero lo más importante es tuyo. Decir que has hecho un trabajo magnífico criando a nuestra hija sería decir muy poco.

—¡Lo último que desearía es que resultara herida! —exclamó Paula con la respiración entrecortada—. Apareces de repente de entre los muertos con tu discurso y sin la más remota idea del efecto que podría tener sobre ella.

—Sé el efecto que ha tenido en mí —contestó él con calma—, de modo que me hago una idea del impacto que podría sufrir. Pero si lo hacemos bien, tendrá la suerte de ser amada por las dos personas que más la querrán en el mundo. La amaré y la protegeré mientras viva.

—¿Y cómo piensas conseguirlo? —ella temblaba.

—Aún no te has recuperado del accidente de helicóptero y estás muy pálida. Antes de seguir discutiendo, voy a traerte un vaso de agua.

A pesar de sus protestas, se dirigió a la soleada cocina. Tuvo que abrir un par de armarios antes de encontrar un vaso. Mientras abría el grifo del agua fría, ella se le unió.

—Bébetelo, Paula. Pareces a punto de desmayarte. Increíblemente, ella obedeció. —¿Necesitas más analgésicos? —al no recibir respuesta, Pedro se dirigió al dormitorio e, instintivamente, encontró el medicamento sobre una mesilla.

Junto a la lámpara vió una foto enmarcada de ambos, abrazados. Recordaba claramente cuándo y dónde se había tomado esa foto. Sintió una sacudida en el corazón que le devolvió a la realidad de la cocina. Abrió el frasco y sacó dos pastillas que ella se tragó con lo que le quedaba de agua.

—¿Quieres más? Paula sacudió la cabeza. —Deberías estar acostada. Te ayudaré…

—No es necesario. La debilidad se me ha pasado.

Al ver cómo sus mejillas empezaban a colorearse, no insistió en llevarla a la cama.

—Me hago cargo de que la impresión ha sido demasiado para tí—Pedro estaba de pie junto a su silla, pero ella se negaba a mirarlo—, y me vuelvo al motel. Está a menos de dos kilómetros de aquí. Sólo quiero que comprendas que me gustaría mantener el contacto con nuestra hija, pero si decides que no soportará saber lo de mi corazón, respetaré tu postura. Hazme saber tu decisión. Estoy de vacaciones y lo estaré el tiempo que haga falta.

—No puedo darte una fecha.

—Debes tener en cuenta que hay una larga lista de arqueólogos esperando la oportunidad que acabas de recibir para trabajar en el parque. Roberta es demasiado joven para saber que fuiste elegida por tu destacado currículum y experiencia en Afganistán. El superintendente Telford cuenta contigo.

Paula  no contestó. Pedro dudaba siquiera de que lo hubiese escuchado.

—Antes de marcharme, ¿Hay algo más que pueda hacer por tí?

—Nada —estaba claro que ella quería que se fuera.

—Recuerda que estoy a cinco minutos —se despidió y fue hacia la puerta de la calle. Sólo quedaba esperar.


—¿Sofi? —el sábado por la tarde, Paula se asomó al dormitorio de Olivia. Las chicas habían estado jugando con las Polly Pocket—. Tu madre está aquí.

—¿Tiene que irse? —Olivia  levantó la vista.

—Me temo que sí.

—El novio de mamá nos va a invitar a una pizza y al cine —Sofía guardó las muñecas que había llevado y saltó de la cama.

—¿Te gusta? —preguntó Olivia mientras se dirigían a la entrada seguidas por Paula.

—No mucho. Cuando viene a casa siempre me quita la tele para ver su programa deportivo.

—Eso no es justo —tras despedirse de su amiga, se volvió hacia su madre—. ¿Cuándo llegarán los abuelos?

—Traen comida china para cenar y deberían llegar sobre las siete —eran las cuatro y media, lo que le daba dos horas y media para hablar con su hija.

Se dirigió al cuarto de la lavadora para sacar la ropa de la secadora.

—¿Te importaría llevar el cesto a mi dormitorio para que pueda doblar la ropa?

—Me alegra que no tengas ningún malvado novio —la niña obedeció y siguió a Paula hasta el dormitorio dejando la ropa sobre la cama.

Olivia acababa de darle la entrada perfecta que había buscado desde que Fernando le planteara su exigencia el día anterior. Por mucho que se lo hubiera suavizado, había dejado claro que no iba a ceder.

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! Como se tomará Olivia la aparición de su papá!

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