miércoles, 28 de diciembre de 2016

Identidad Secreta: Capítulo 11

—Entren en el coche, yo me encargo del equipaje —se dirigió al maletero y Matías lo siguió.

—Discúlpame, pero tienes un aspecto infernal.

Pues sí. Pedro llevaba en el infierno desde el día anterior. Su única conexión con el mundo de los vivos había sido Leonardo Sims. Gracias a él había sabido que Paula no tenía más que un brazo roto y unos cuantos puntos en la cabeza.

—Ser el guardabosque jefe de Yosemite ha sido mucho más duro de lo que pensaba.

Evitando todo contacto visual, cerró el maletero y se sentó al volante. Nico y Romina se habían instalado en el asiento trasero y Matías se sentó delante. De nuevo, Pedro sintió la penetrante mirada azul de su amigo, que lo escrutaba.

—¿Viste algún búho blanco? —Pedro arrancó e inició una conversación con Nico.

—¡Ví a Hedwig!

—¿El verdadero Hedwig?

—Sí.

—¿El de la peli?

—Sí. Salvo que utilizaron siete búhos diferentes. Yo ví a uno llamado Oak.

—¿Cómo lo conseguiste? —Papá y mamá me llevaron a ese pueblo que no me acuerdo cómo se llama.

—Walsall —intervino Romina.

—Sí, y una señora vino a la biblioteca con algunos animales. Trajo a Oak, es muy blanco. —Qué suerte.

—Sí. Me hice fotos a su lado y también me dejaron tocar a un erizo enano.

 —Me muero de ganas de ver tus fotos —a pesar del dolor, Pedro rió.

—¿Alguna vez has visto a un erizo enano?

—Creo que no.

—Son realmente pequeños.

—Apuesto a que sí. ¿No verías a la reina, también?

—No, pero vimos a los guardias con esos enormes sombreros. ¿Cómo se llamaban, mami?

—Beefeater.

—Eso, y fuimos por todo Londres en esos autobuses rojos de dos pisos. ¿Y sabes qué?

—¿Qué? Sigue, Nico.

—Montamos en tren.

 —¿Fuiste a Hogwarts?

—Hogwarts no existe —el niño rió—. Qué gracioso eres, tío Pepe.

El rubio parlanchín los distrajo hasta la entrada del parque. Pedro habría preferido no parar, pero el guardabosque de la garita, Juan Thompson, se acercó para saludar a Matías.

—Me alegra verte de vuelta, jefe.

—Me alegra haber vuelto a casa.

—Para su información —Juan saludó a Nico y a Romina—, el guardabosque Alfonso ha hecho un trabajo tan magnífico que nadie se dio cuenta de que no estabas.

—Te has pasado un poco, ¿No crees? —Pedro protestó.

—Por eso lo dejé al mando —Matías siguió la broma—. ¿Alguna novedad?

—Ninguna, aunque supongo que ya estarás al corriente del accidente de helicóptero en el monte Paiute —dijo en tono confidencial.

Matías miró a Pedro con consternación.

—Hablemos ahí fuera —Pedro casi se arrancó la lengua de un mordisco.

«Gracias, Juan». Los dos hombres se bajaron del coche para que Nico no oyera nada.

—¿Cuándo sucedió? —preguntó Matías con gesto sombrío.

—Ayer.

—¿Por qué no me habías contado nada?

 —Si hubiera habido víctimas, lo habría hecho. Afortunadamente, el piloto y el pasajero escaparon, respectivamente, con una pierna y un brazo roto.

—Fue un milagro que sobrevivieran —añadió Juan.

—De momento los investigadores apuestan por un fallo en el rotor de cola — era evidente que Matías esperaba una explicación más detallada— o un fallo mecánico. No hay ninguna otra explicación lógica a lo sucedido.

—¿Quién manejaba los mandos?

—Tomás Fuller —contestó Juan.

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