lunes, 26 de diciembre de 2016

Identidad Secreta: Capítulo 9

—Diez.

—Ya, ahora entiendo tu nerviosismo.

—Mis padres la traen. Pensé que ya habrían llegado.

—Intentaré averiguar algo —Verónica le levantó un poco el cabecero de la cama—. ¿Te sientes bien como para hablar con un oficial del CDF? Está ahí fuera y sólo necesitará un minuto.

—Que pase —Paula tenía también algunas preguntas.

—¿Quieres que te traiga más zumo de manzana?

—¿Podría tomar una bebida de cola?

—Por supuesto. Enseguida te la traigo.

Se oyeron voces en el pasillo y un hombre se acercó a la cama.

—Disculpe las molestias. No tardaré mucho.

—No pasa nada.

—¿Puede contarme qué sucedió?

—Sí. Tomás volaba lo más bajo posible para que yo pudiera ver uno de los asentamientos indios. De repente, el helicóptero empezó a dar vueltas, pero no porque chocáramos contra algo. Fue como cuando vuelas una cometa y todo va perfecto y, de repente, empieza a hacer movimientos en espiral sin motivo alguno. Tomás estuvo increíble y mantuvo la calma. Me dijo que íbamos a estrellarnos y que me colocara en posición fetal. Lo siguiente que recuerdo es que estaba tirada en el suelo y que olía a humo.

—Tomás y usted escaparon de milagro.

—¿Qué tal está?

—Aparte de una pierna rota, bien.

—¡Gracias a Dios!

—Él dijo lo mismo cuando supo que usted estaba bien.

—¿Qué cree que le sucedió al helicóptero?

—Sin una minuciosa inspección no hay nada oficial aún. Pero él ya ha vivido otros accidentes similares en la marina y tiene el pálpito de que se trata de un fallo mecánico.

—Seguro que tiene razón. Desde luego, no tuvo nada que ver con su pericia como piloto. Evitó que me entrara el pánico y demostró un increíble valor.

—Gracias por su cooperación. Sólo me queda informarle de que el CDF se hará cargo de todos los gastos médicos.

—Gracias por venir —se despidió ella aliviada.

De nuevo sola,  quedó en un estado congelado más allá de la angustia. Si Fernando hubiera deseado terminar con su relación, podría haberlo hecho como todo el mundo y simplemente decírselo. No lo entendía. Había aprovechado el trágico suceso de la muerte de sus padres para hacer la gran escapada de su vida diez años atrás.

Era un plan perfecto. Sin explicaciones. Siempre y cuando ella pensara que estaba muerto. Si pudiera volver a verlo, ¿tendría ante sí a un amnésico? Durante el rescate se había comportado como tal, pero no la había convencido. Durante un instante sus miradas se habían cruzado y la suya había sido feroz, no vacía. Tras descartar ese desorden mental, no le quedaba ninguna explicación para su desaparición. Lo que estaba claro era que no quería nada de ella. ¡Menuda impresión debía de haberse llevado al encontrarla en el lugar del accidente! No le cabía ninguna duda de que ya habría desaparecido del parque, aunque no tendría que haberse molestado. Si pensaba que iba a ponerse a hacer preguntas y a intentar localizarlo tras la mentira que había urdido, no la conocía. El accidente le había recordado que la vida podía acabarse en un segundo. Habían sobrevivido de milagro. Había aprendido que nada había más importante que estar viva para criar a su hija. Fernando había elegido aparentar estar muerto durante diez años, y por ella podía seguir muerto el resto de su vida. Si Olivia descubriera la verdad, se apagaría en su corazón la llama de amor que sentía por el padre que no había conocido. Por tanto, nadie debería saberlo jamás. Se llevaría el secreto a la tumba.

—¿Mamá?

El rostro inundado en lágrimas de su hija apareció en la habitación del hospital, seguido de los padres de Paula. Entre la escayola del brazo izquierdo y el gotero de la mano derecha no había mucho espacio, pero Olivia encontró un hueco. Enterró el rostro en el pecho de su madre y lloró mientras los abuelos las miraban a través de sus propias lágrimas.

—Estoy bien —les aseguró a todos—. Gracias al piloto que tuvo la sangre fría para explicarme cómo debía protegerme, sólo tengo un brazo roto.

—¿Ha muerto? —preguntó su padre con solemnidad.

—No. Sólo tiene una pierna rota. Hemos tenido mucha suerte. Estábamos muy cerca del suelo cuando se produjo la avería, y creo que salimos disparados antes de que el helicóptero se estrellara. El médico dice que podré volver a casa pasado mañana.

—Te vienes a casa con nosotros para recuperarte —sus padres le besaron las mejillas—. ¡Gracias a Dios que estás viva! —exclamó su madre.

—Jamás había sentido tanto miedo en mi vida —confesó su padre en voz baja.

—Yo tampoco —las mejillas de Paula estaban bañadas en lágrimas mientras acariciaba la cabeza de Olivia—. Sé que has pasado mucho miedo.

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