miércoles, 7 de diciembre de 2016

Seducción: Capítulo 50

El pelo le olía a flores y tenía la piel cubierta de sudor. Pedro se dejó envolver por el torrente de sensaciones mientras se daba cuenta por primera vez en la vida de lo que significaba fundirse en un solo ser. Tal vez fueran palabras anticuadas. ¿Pero acaso hacer el amor con Paula no había desdibujado las fronteras que pudieran haber existido entre sus cuerpos? ¿Acaso no lo había unido a ella aún más?

—Pepe, Pepe —murmuró Paula, que se sentía como si acabara de caer por un precipicio—. Yo nunca... Quiero decir que, ha sido tan...

—Rápido —dijo él mientras le sonreía débilmente, aún jadeante. Ella tenía las mejillas sonrosadas.

—¿Lo he hecho demasiado deprisa? Debería haber...

—Esto es cosa de dos, así que dejemos el «debería» fuera de la ecuación. Además, la próxima vez lo vamos a hacer distinto, como es debido, tomándonos todo el tiempo que necesitemos.

Ella se sonrojó todavía más.

—No tiene nada de decoroso el hacer el amor contra la pared. No puedo creer que yo haya hecho algo así.

—Yo sí. Y no ser decoroso... ¿Qué mejor manera de pasar el día?

—¿Entonces, vamos a volver a hacerlo? —le dijo ella en tono sensual.

Él deslizó los labios por su cuello de piel fina y sedosa, sintiendo cómo temblaba con la caricia.

—Creo que deberíamos —dijo él.

Ella se echó a reír.

—Esa clase de obligaciones no me molestan en absoluto —de repente dejó de sonreír—. He empezado a tomar la píldora hace muy poco —dijo—. El médico pensó que podría ayudarme a librarme de los calambres que sufro todos los meses; le comenté lo del desmayo. Pero no sé si las pastillas han empezado a hacer efecto ya.

Entonces no había estado tomando la píldora antes de conocerse... ¿Y no era ésa una prueba más de que Paula no era tan promiscua como ella había tratado de hacerle creer?

—Yo siempre utilizo algo; pero esta vez ni se me ha ocurrido.

—Ni a mí.

Pedro la levantó en brazos y la llevó hasta el dormitorio, donde la dejó sobre la cama bajo el enorme ventanal con vistas a las montañas y el cielo azul. Entonces se tumbó encima de ella.

—Esta vez no se nos olvidará —dijo él—. Porque lo haremos muy despacio, Paula... Tenemos todo el tiempo del mundo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario