jueves, 1 de diciembre de 2016

Seducción: Capítulo 37

—Las digo porque son ciertas —sonrió con pesar—. A mí también me sorprenden.

—Cuando nos acostemos juntos, esta loca atracción que hay entre nosotros se desvanecerá.

—¿De verdad lo crees? —dijo Pedro—. Cuando hagamos el amor, penetraré en cada poro de tu piel. Y tú harás lo mismo conmigo. Será así, lo sé muy bien; y tú también lo sabes.

Él se sentó a su lado, le agarró la cara con las dos manos y la besó con pausada sensualidad, saboreándola, demostrándole todo el placer que sentía mientras le deslizaba las manos con suavidad por el cuello y los hombros desnudos. Su rendición fue instantánea y sin embargo curiosamente leve, como la lluvia de primavera. Su corazón rebosaba con una emoción innombrable, nueva para él, mientras le mordisqueaba los labios con deleite.

—¿Desvanecerse?—pronunció  con voz ronca—. Ni lo sueñes, dulce Pau.

—Cada vez que me besas, me trasformo —gimió ella—. Lo que siento cuando estoy contigo... Nunca sé lo que voy a hacer después.

—La vida nos pide que cambiemos —dijo en tono ronco—. Y los cambios son difíciles.

—Mi padre nunca ha cambiado —le susurró ella.

—Eso es. Y seguramente nunca cambiará. ¿Es eso lo que deseas en tu vida?

—Eres tan implacable... —le dijo ella mientras el calor de sus manos le quemaba la piel—. ¿Es así como llegaste a la cima?

—Aquí no sólo peleo por mí, sino también por tí. Si me das la espalda, perderemos los dos —la besó en la frente—. Hazme un favor. Encontrémonos en el aeropuerto Kennedy de Nueva York después de Año Nuevo.

—Tus padres viven en Nueva York.

—Sí.

—Que tú hayas conocido a mi padre no quiere decir que yo quiera conocer a los tuyos.

—Hasta ahora, tú y yo nos hemos visto en Montecarlo, en Copenhague en Florencia y en París; tres de esas ciudades las has elegido tú. Ahora me toca a mí.

—Lo dices de un modo tan razonable...

—Así soy yo... razonable.

Ella resopló con fuerza.

—Debo de estar loca. De acuerdo, te veré en Manhattan.

 Él respiró aliviado.

—Cuando tengas la reserva, me dices la hora de llegada de tu vuelo. Tengo unas reuniones después del cuatro de enero que no puedo cancelar, pero hasta entonces estoy libre. Y llévate ropa de abrigo. Entre Trinidad y Nueva York, la diferencia de temperatura en enero es enorme.

—Entonces nos veremos en Nueva York —dijo ella. —Hasta entonces, te deseo feliz Navidad. Que te diviertas en Trinidad.

 Pedro la ayudó a meterse en la cama y apagó la luz de la lámpara de la mesilla de
noche.

—Hasta que te conocí, era yo la que mandaba en mi vida —dijo Paula, arropada por la oscuridad.

Él se echó a reír.

—¿Sabes qué? A mí me pasa lo mismo.

—No podemos mandar los dos.

—Si queremos lo mismo, podemos... Buenas noches, cautivadora Pau.

—Bonsoir, sexy Pepe.

Pedro se dirigió hacia la puerta, lleno de frustración. Caminaría hasta su hotel, que estaba en la orilla opuesta del Sena, en el barrio de la Opera. Tal vez así no pensara en el sexo; o en la preciosa pelirroja que estaba sola en la habitación del hotel, donde él la había dejado. La mujer que le estaba cambiando la vida.

1 comentario:

  1. Me puse al día! Muy buenos capítulos! cuantas cosas pasaron, se van a empezando a entender las actitudes de Pau!

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