domingo, 4 de diciembre de 2016

Seducción: Capítulo 42

El octavo marido, pensaba con sorpresa mientras salía del coche. Alejandra DeRoches no celebraría su treinta y nueve aniversario de bodas. Paula llamó al timbre con brío. Un mayordomo con cara avinagrada abrió la puerta y los condujo a un salón recargado donde no había nadie. Empezó a pasearse con nerviosismo por la habitación, deseando poder estar en cualquier otro lugar que no fuera aquél.

—Pau... Qué sorpresa tan agradable...

Lo primero que Pedro pensó de Alejandra DeRoches fue que era una mujer espectacularmente bella; lo segundo que mantener esa belleza le estaba costando un esfuerzo considerable. Tenía el cabello teñido de pelirrojo, su maquillaje era una obra de arte y su ropa, un tanto elegante para una mañana en el campo, hablaba de mucho dinero.

—Hola, mamá —dijo Paula mientras avanzaba hacia Alejandra, con las manos tímidamente adelantadas.

Alejandra  se apartó tras una mesa antigua y Paula dejó caer las manos y adoptó una expresión impersonal.

—¿Cómo está usted, señora DesRoches? —dijo Pedro con calma, mientras asimilaba la situación de Paula—. Soy Pedro Alfonso, un amigo de Pau.

Alejandra miró a Pedro con sus ojos verde esmeralda y él se dió cuenta de que llevaba lentillas. Le sonrió.

—Caramba, Pau, cariño —dijo Alejandra en tono pausado—. Has conseguido una buena pieza. ¿Cómo está, señor Alfonso? ¿O puedo llamarte Pedro? Y, por favor, llámame Alejandra; por estas tierras no utilizamos mucho el protocolo.

Ella le dió la mano y se la apretó de manera un tanto significativa.

—Me alegro de conocerte, Alejandra—dijo él—. Tienes una casa preciosa.

Ella puso mala cara.

—Gracias por el comentario. Quería que Bernardo decorara de nuevo la planta baja, pero él insistió en comprar otro semental. Cuatro millones de dólares por un caballo, y sin embargo, el club de campo que hay un poco más abajo tiene cortinas mejores que las mías.

—¿Dónde está Bernardo? —preguntó Paula.

—En los establos. ¿Dónde si no?

—Los caballos están en buena forma —comentó Pedro.

—Lo mismo que la nueva moza de cuadra —dijo Alejandra de manera irritable—. Es una muchacha. De unos veintitantos años.

—Mamá...

—¡No empieces con «mamá», Paula! A Bernardo siempre se le van los ojos y ahora el resto va detrás. Lo que no entiende es que yo se lo estoy apuntando todo y se lo estoy comunicando a mi abogado.

—Otro abogado no, mamá —dijo Paula mientras se le iba el alma a los pies—. Estabas locamente enamorada de Bernardo hace un par de años.

A Alejandra se le llenaron los ojos de lágrimas.

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