domingo, 4 de diciembre de 2016

Seducción: Capítulo 43

—Es algo horrible cuando un hombre da la espalda a los votos matrimoniales, Pedro. ¿No te parece?

—Sí —dijo él—. Lo es.

—¿Has estado casado alguna vez?

 Él negó con la cabeza.

—¿Estás pensando en casarte con mi Paula? —dijo con voz temblorosa—. La tuve cuando todavía era una niña.

—Veo de dónde ha sacado su belleza —dijo él evasivamente.

—Vaya, muchas gracias —dijo la mujer con una sonrisa afectada—. ¿Pau, por qué no vas a buscar a Bernardo? Le dije que tomaríamos un jerez en el salón. Pero supongo que tiene otras cosas en la cabeza, como esa pequeña zorra que trabaja en los establos. A mí ya no me hace mucho caso.

—Claro, mamá, ahora voy —dijo Paula, que salió del salón como si la persiguieran dos docenas de caballos sementales.

Alejandra sirvió una copa de jerez de una botella de cristal y se la pasó a Pedro. Entonces le puso la mano en el brazo y dirigió toda la intensidad de sus ojos verde esmeralda a su persona. Se acercó a él un poco más hasta que le rozó el brazo con el pecho. Él pensó en salir corriendo detrás de Paula, pero se contuvo. Alejandra le apretó el brazo con fuerza mientras se dirigía a él.

—Paula es demasiado joven para tí —le susurró—. Pareces de esa clase de hombres que necesita una mujer madura; una persona sensata y comprensiva...

—Es a Paula a quien quiero —dijo Pedro en voz alta—. Desgraciadamente, la palabra compromiso es como una palabrota para ella.

—La diferencia entre Paula y yo es que ella no tiene la decencia de casarse con sus hombres. Los utiliza y los echa a un lado.

Por el rabillo del ojo, Pedro vió un leve movimiento junto a la puerta. Paula estaba allí y debía de haber oído cada palabra.

—No creo que eso sea cierto —dijo él en tono conciso.

—Entonces, todo lo que tienes de guapo lo tienes de tonto —le soltó Alejandra—. ¿Pau, nena, ya viene Bernardo?

Paula entró en el salón, deseando poder borrar de su mente la imagen de la tetuda morena que había visto abrazada a su padrastro contra la valla de una cerca.

—Dice que no tiene tiempo.

—¿Has conocido a la querida Karen?

—¿Por qué no tomamos una copa? —sugirió Paula—. No necesitamos a Bernardo.

—Entonces la has visto.

Aejandra abrió el tapón del decantador y sirvió dos copas más de jerez; por un instante a Pedro  le pareció ver un miedo atroz reflejado en su expresión. Le pasó una de las copas a Paula, dió un sorbo del excelente jerez seco español y cambió de conversación con empeño. Media hora después, ellos se marcharon del rancho.

No hay comentarios:

Publicar un comentario