viernes, 30 de diciembre de 2016

Identidad Secreta: Capítulo 17

Pedro contempló ávidamente su delgada figura. Se movía con elegancia, como Annie. Al acercarse pudo ver su rostro. El corazón le dio un vuelco al comprobar que se parecía muchísimo a él. Las lágrimas inundaron sus ojos. Olivia… su niña. Era adorable.

—Voy a abordarla —en cuanto el Toyota hubo desaparecido calle abajo, Pedro avisó a Silvio.

—Me reuniré contigo.

Había decidido aparecer sin previo aviso. A lo mejor Paula seguía en la cama, recuperándose, pero se trataba de una situación de vida o muerte… de su vida. Después de lo que había averiguado, la vida no tendría ningún sentido si no podía cuidar de ellas y amarlas durante el tiempo que le quedara de vida. Respiró hondo, bajó del coche y se dirigió al apartamento. Sid aparcó y se reunió con él en la puerta. Llamó al timbre. Para su sorpresa, ella contestó antes de lo esperado.

—¿Cariño? —llamó Paula—. ¿Has olvidado algo?

Sin embargo, en cuanto vió a Pedro se quedó sin aliento y dió un paso atrás. Bajo su mata de pelo oscuro y brillante su rostro adquirió el gesto de una máscara.

—¿Cómo te atreves a venir aquí?

Llevaba un vestido rosa, iba descalza y estaba preciosa. Más hermosa que diez años atrás.

—¿Señorita Chaves? —intervino Silvio mientras mostraba su identificación—. Soy el agente Manning de la CIA. Necesito hablar con usted. Es por su propia seguridad y la de su hija, y también por la del doctor Myers que trabajó durante un tiempo con nosotros.

—¡Claro! —se burló ella con crueldad.

—¿Podemos entrar, por favor?

—No —contestó ella sin revelar emoción alguna.

A Pedro no le sorprendió. Había distintos grados de traición y la suya había sido del máximo nivel. No se podía caer más bajo.

—Esto nos llevará cierto tiempo —Silvio mantuvo la calma.

—Dijo que tenía algo que contarme —la curva de su sensual boca quedó reducida a un fino trazo—. Dígalo, o de lo contrario cerraré la puerta.

—Sólo pensaba en su comodidad.

—A ustedes les importa un bledo la comodidad de los demás.

Silvio le dedicó una mirada de sorpresa a Pedro.

—El agente Manning es mi contacto en Estados Unidos —explicó Pedro—. Sé que para tí he muerto, pero hay una célula de Al-Qaeda que me sigue buscando. Durante años he temido que Olivia y tú pudieran  ser su objetivo. Ahora que sabesque estoy vivo, es importante que sepas todo lo sucedido. La explosión de la excavación no fue accidental.

Los ojos de Paula se oscurecieron. Al fin se había producido una conexión.

—Tiene razón, señorita Chaves. Tanto él como sus padres eran elementos operativos de la CIA que nos suministraban información de los lugares en los que trabajaban como arqueólogos. Nos sirvieron bien durante años, hasta que fueron descubiertos y eliminados junto con otras doce personas. Sólo se encontraron dos cuerpos con vida entre los escombros. Habían sido dados por muertos, pero un médico resucitó, literalmente, al doctor Gonzalez. Nuestra gente lo sacó del país y lo llevó a un hospital de Suiza donde pasó más de un año sometido a varias operaciones para recuperarse de sus gravísimas heridas.

—No me creo nada —el rostro de Paula palideció y estuvo a punto de perder el equilibrio.

—Estas fotos resultarán muy convincentes —Silvio sacó un sobre de su maletín y se lo ofreció—. Fueron tomadas después de la explosión y en el hospital —al ver que ella no hacía el menor ademán de tocarlas, las arrojó al suelo a sus pies—. Dada su relación con él —continuó—, se la envió de inmediato a casa y fue puesta bajo vigilancia por si los efectivos de Al-Qaeda la encontraban. Su vida estaba en peligro y el doctor Gonzalez no tuvo ninguna elección salvo la de mantenerse alejado de usted.

—Ya te he dado más de lo que mereces —los músculos de la garganta de Paula se estremecieron visiblemente—. Ya me lo has contado. ¡Ahora lárgate de aquí!

—Necesito hablar contigo, Paula —las manos de Pedro se cerraron en dos puños.

—Y yo necesité hablar contigo durante diez años —ella lo miró con gesto sombrío—. Pero ahora es demasiado tarde —tras lo cual cerró la puerta.

—Llevo muchos años en esto —Silvio se volvió hacia Pedro—, pero jamás había conocido a nadie tan obstinado. No estoy seguro de que haya posibilidades.

—No las hay —Pedro suspiró conmocionado.

No había contado con la gravedad del trauma que sufría ella. El dolor lo consumía. Para ella, estaba muerto.

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