miércoles, 28 de diciembre de 2016

Identidad Secreta: Capítulo 12

—La buena noticia es que se ha descartado el fallo humano —Pedro amplió la información—. Sucedió hacia el mediodía con un tiempo estupendo y unas condiciones óptimas.

—¿Quién era el pasajero?

—La nueva arqueóloga del CDF en vuelo de reconocimiento. El superintendente Telford consiguió financiación para contratar a otro arqueólogo.

—Los del rescate dijeron que es muy guapa —señaló Juan.

—¿Cómo se llama?

—Paula Chaves. Los chicos hacen cola para verla, pero yo seré el primero en salir con ella.

—¿Entonces es soltera? —murmuró Matías.

—Sí, y tiene una hija que vivirá con ella en el parque —Juan asintió.

¿Una hija? Por primera vez en su vida, Pedro estuvo a punto de desmayarse.

—¿Qué edad tiene?

—No lo sé —Juan se encogió de hombros—. Tendrás que preguntárselo a Leo.

—Esperaba ahorrarte esta información hasta mañana —Pedro miró a su amigo—. Bienvenido a casa, Mati.

—Me alegra haberme enterado. Mejor estar prevenido. Supongo que habrá sido un notición.

—Por supuesto, pero el final feliz ha hecho que se pierda interés.

—El nuevo superintendente ha debido de estar a punto de sufrir un infarto.

—En realidad lo estuvimos todos hasta que abandonaron el estado crítico —Juan asintió—. Telford se sentía tan responsable que redactó un comunicado para la prensa.

—Menos mal.

—Es estupendo charlar contigo, Juan —Pedro no aguantaba más—, pero están cansados y necesitan ir a su casa —«y yo tengo que hablar con Leo».

—Ya nos veremos, Nico —Juan saludó al niño mientras los dos hombres volvían al coche.

—¡Hasta luego!

Durante el resto del trayecto por el valle de Yosemite hablaron de cosas intrascendentes. Al poco tiempo llegaron a casa de Matías.

-Los ayudaré con el equipaje —Pedro se moría por hablar con Leo, pero a solas.

Matías hizo entrar a su familia en la casa antes de volver al coche. Juntos llevaron el equipaje, pero, cuando Pedro hizo amago de marcharse, su jefe lo agarró del brazo.

—Oye, ¿Dónde está el fuego? Nos gustaría que te quedaras. Romi preparará algo. Pasa.

—Es tu primera noche en casa con tu mujer —Pedro sonrió con amargura—. Cuatro es una multitud. Y no olvides que sigo al mando hasta mañana.

Tras darle a Matías una palmada en el hombro se volvió al coche. Al mirar por el espejo retrovisor, vió a su amigo  aún parado en la entrada y con el ceño fruncido.

Llegó a su casa, corrió al interior y llamó a Leonardo desde la cocina.

—Misión cumplida. Mati y su familia están de vuelta sanos y salvos.

—Genial. ¿Qué tal está el jefe?

—Mejor que si acabaran de tocarle diez mil millones de dólares en la lotería.

 —Eso es estupendo —Leonardo se alegró sinceramente. Como todos los guardabosques, el jefe de seguridad del parque adoraba a Matías—. ¿Se lo ha pasado bien Nico?

—No ha dejado de hablar durante todo el camino. Ya te contará todo sobre el viaje.

—Me encanta ese chico —Leonardo rió.

—Como a todo el mundo —la ansiedad de Pedro iba en aumento. Necesitaba una respuesta—. Y hablando de niños, Juan le dijo a Mati que la señorita Chaves  tiene una hija.

—En efecto.

—No lo sabía. ¿Por casualidad no tendrá la edad de Nico? Sería estupendo que tuviera una amiga. No hay muchos niños por aquí en invierno.

—Según el CDF, tiene diez años, como mi Mica. Está en cuarto curso y se llama Olivia.

A Pedro se le cayó el móvil al suelo. La había dejado embarazada. Habían tenido un bebé…

—¿Pepe? ¿Sigues ahí?

Una hija, ¡tenía una hija!

—¿Hola? ¿Pepe?

—Sí —balbuceó—. Lo siento. Se me cayó el teléfono. Gracias, Leo. Infórmame de cualquier emergencia. Mati no volverá al trabajo hasta mañana.

—De acuerdo.

 Nada más colgar,  se apoyó en el fregadero. Mientras intentaba asimilar el hecho de que era padre, alguien llamó a la puerta. Sin duda sería uno de los guardabosques. A regañadientes, abrió. Matías pasó por su lado y entró en la casa. Pedro cerró la puerta. Ambos se miraron como dos adversarios.

—No pienso irme hasta que me cuentes qué está pasando.

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