miércoles, 7 de diciembre de 2016

Seducción: Capítulo 51

Aunque el sol se estaba ocultando tras las montañas, aún era de día cuando Pedro abrió los ojos. ¿Qué estaba haciendo en la cama? Se incorporó y vió que estaba solo.

—¡Paula! —la llamó—. ¿Dónde estás?

 Pero sin saber por qué, sabía que estaba solo en su suite. Al poner los pies en el suelo, lo primero que vio fue una cuartilla doblada sobre la mesilla de noche. Su nombre estaba garabateado en ella. Con el corazón encogido,  desdobló la hoja.

"Pedro, me pierdo cuando estoy contigo; ya no sé ni quién soy. Quiero estar sola para poder pensar en todo esto con tranquilidad. Me pondré en contacto contigo, te lo prometo. Pero, por favor, no me sigas".

La apresurada misiva estaba escrita con mala letra y no estaba firmada. Se había marchado. ¿Pero cuándo? Fijó la vista en la pantalla digital del reloj de la mesilla y vió que eran las cinco y media de la tarde. ¿Cómo podía haber dormido tanto? Sin duda porque llevaba varios días sin dormir y porque había hecho el amor apasionadamente con la mujer que deseaba más que a nadie en el mundo. Totalmente desnudo,  fue a la sala de la suite. La ropa de Paula había desaparecido, sin embargo, en el aire flotaba todavía un leve aroma a lilas. Maldijo entre dientes de camino al cuarto de baño. Se duchó con rapidez, se vistió y recogió sus cosas. Finalmente se puso la cazadora y salió de la suite.

El chalet de Paula no estaba lejos del hotel. Pero cuando se detuvo delante de la encantadora casita de madera, intuyó sin miedo a equivocarse que estaba vacía. Dejándose guiar de nuevo por la intuición, se encaminó hasta la oficina donde se ofrecían guías e instructores.

—Estoy buscando al hombre de pelo rubio y traje azul... —le dijo a la recepcionista en francés con su mejor sonrisa—. Es amigo de Paula Chaves.

—Daniel Hesse. Es nuestro mejor guía e instructor.

—¿Está aquí?

—No. Paula y él se marcharon juntos hará un par de horas. Se fueron en coche al aeropuerto de Ginebra.

—Siento no haberlos pillado —dijo Pedro furioso y muerto de celos, que disimuló delante de la mujer—. ¿Sabe adonde iban?

—Daniel tenía planes para ir a Hamburgo. Ardlaufen, su ciudad natal, está sólo a quince kilómetros del aeropuerto —bajó la voz en tono de conspiración—. Paula y Daniel fueron pareja hará un par de años, así que no me sorprendería que se hubieran ido a Ardlaufen juntos. Daniel tiene dos días libres y allí hay mucha más privacidad que en Chamonix, donde todos lo conocen.

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