miércoles, 2 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 15

Una vez vestida Paula se sentía más segura. Regresó a la cocina y le sonrió a Pedro nuevamente.

—Gracias por haberme secado la ropa, Pedro. Anoche me había olvidado de ellas.

Al darse cuenta de que su charlatana lengua había soltado más de lo debido, Paula quiso que se la tragase la tierra. De todos modos, logró detenerse a tiempo para enfrentar la mirada de Pedro con estoicismo.

— ¿Puedo tomar ese café ahora? —preguntó ella con más calma, con una mirada sosegada al descubrir la diversión que Pedro sentía.

La joven tenía el estómago vacío y consideraba que habría sido muy poco caballeroso de parte de Pedro negarle el café.

— Por supuesto, Paula. —Su tono fue suave y en sus ojos ya no se leía una mirada de diversión, sino de calidez.

El encanto de aquella mirada derritió a Paula, de modo que por un instante olvidó lo irritada que estaba con Pedro y se tranquilizó un tanto. No obstante, su relax duró muy poco, ya que cuando él le entregó la taza de café, casi rozó los dedos de la muchacha con los suyos. El efecto fue electrizante. Paula  alzó su mirada confusa y expresiva para contemplar a Pedro y él sonrió como disculpándose.

— Sé que he estado mal al hacerlo —murmuró él—, pero quise comprobar si lo de anoche había sido sólo una mera casualidad.

Sin saber qué decir, Paula le devolvió la mirada, en una encrucijada entre revelar sus sentimientos o simular una gran confusión. No obstante, bajo la presión de la mirada de Pedro, era imposible disimular nada y luego, se sorprendió diciendo:

— Me temo que no lo fue —dijo ella apesadumbrada.

— Pareces arrepentida de ello —replicó serenamente.

— No estoy acostumbrada a eso —dijo encogiéndose de hombros—. Y no estoy segura de poder comprenderlo... o de admitirlo —agregó con un dejo de aspereza.

La sonrisa de él era profunda y afectuosa.

— Pensé que lo comprendías muy bien —bromeó él—. ¿Y qué es lo que hay que admitir o dejar de admitir? Sólo se trata de una actitud muy humana.

Ella le dirigió una mirada de duda.

—Pareces un experto —dijo ella un tanto molesta—. Me temo que yo no lo soy.

Pedro se limitó a observarla con una mirada inexpresiva, aunque  Paula  tuvo la impresión de que él no le creía.

— De acuerdo —admitió ella de mala gana—. Sé que no soy completamente inocente. Es sólo que yo... eh... no he tenido mucho tiempo para... esa clase de cosas en los últimos tiempos.

Para la sorpresa de Paula, Pedro frunció el ceño, bajó la vista para contemplar su taza de café y susurró:

— Tampoco yo lo he tenido. No últimamente. —Cuando volvió a alzar la cabeza, su expresión cerrada no invitaba a seguir formulando preguntas.— ¿Quieres comer algo?

— No, gracias —dijo ella con tranquila dignidad—. Me gustaría ver si el teléfono se compuso. Si a ti no te importa, querría telefonear a mi hermano.

Antes que Pedro pudiera responderle, Paula se incorporó y se dirigió al teléfono, esquivando la mirada del inexpresivo rostro de él. Pocos minutos después, al oír la adormecida, irritable y amada voz de su hermano, trató por todos los medios de mantener calma la voz.

— Hola, Gonzalo. Soy yo... Paula. —La joven trató de sobrepasar con su voz la confusa exclamación de su hermano al recibir su llamada en horas tan tempranas de la mañana. — ¿Podrías pasar por mí? Anoche no pude continuar mi camino hasta tu casa debido a que un árbol se había caído en medio de la carretera y por ello debí pasar la noche en casa de uno de tus vecinos, Pedro Alfonso. —Paula debió volver las espaldas a Pedro para ocultar el respingo que le produjo el oír las palabras de Gonzalo a ese respecto. Con gran impaciencia, esperó unos instantes para poder volver a hablar. — Sí, ya sé que el viaje se había planeado para hoy, Gonzalo —lo interrumpió ella con dulzura—, pero partí temprano. Luego tuve la desgracia de que me atrapara la lluvia y... luego quedé encajada en una zanja y...

Paula  debió apartar el auricular de su oreja para proteger sus tímpanos de la violenta reacción de Gonzalo. Después inspiró profundamente y logró proseguir:

— No importa por qué —dijo ella con voz estridente—. Y no. No me he dañado. —Inconscientemente, la muchacha golpeteaba su pie contra el piso, escuchando los reproches de su hermano. — ¿Puedes venir ahora, Gonzalo? —Interrumpió ella la conversación, con una lánguida desesperación que afloraba en su voz—. ¡Oh!... ¿podrías también llamar a una grúa para que quite mi automóvil de la zanja? —Luego que Gonzalo asintiera de mala gana, Paula terminó la conversación. —Sí, nos encontraremos allí dentro de pocos minutos. Saluda a Lola por mí. Hasta luego, querido.

Paula  regresó el auricular a la horquilla, disfrazó su rostro con una máscara de gentileza y se dirigió a Pedro.

—Gonzalo viene para aquí —informó innecesariamente, notando con gran irritación que Pedro  estaba luchando para no soltar la carcajada que se revelaba en sus ojos.

Paula  no sabía si sentir alivio o pesar por haber sido la conversación con su hermano, el motivo que le devolvió a él su buen humor. Pero, de todos modos, estaba segura de que ya estaba cansándose de ser una constante fuente de divertimento para ese hombre.

2 comentarios:

  1. Espectaculares los 5 caps, cada vez más linda esta novela.

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  2. Muy buenos capítulos! que hubiera pasado si no se despertaba Indio!!!

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