sábado, 12 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 38

La fragante y burbujeante agua caliente del baño, consiguió adormecer a Paula, mientras la joven enjabonaba sus doloridos músculos castigados por el desacostumbrado ejercicio físico. Esa era la primera vez que se bañaba en su cuarto de baño, ya completamente terminado. Se sentía tan agradecida por los momentos de alivio emocional, como por haber satisfecho sus necesidades físicas. No pasaría mucho tiempo antes que Paula debiera enfrentarse con Pedro nuevamente y también con Lola y Gonzalo y otras dos parejas más, a quienes habían invitado a comer salchichas a la parrilla.

Sin embargo, no pudo disfrutar de los momentos de completa inactividad que se había prometido porque se quedó dormida. Antes que el agua de la tina se enfriara y la despertara otra vez, transcurrió demasiado tiempo. En consecuencia, cuando Paula abrió sus ojos, observó la famélica expresión en el rostro de Pedro, quien estaba junto a la tina, contemplándola.Él, al comprobar la mirada asustadiza de la muchacha, decidió suavizar su expresión con una sonrisa.

— Es hora de despertarse, mi Bella Durmiente —murmuró con voz ronca y su mirada recorriendo el cuerpo de la joven cual si fuese fuego—. ¿O acaso necesitas un beso de tu príncipe para que vuelvas a despertar?

Paula se sentó de golpe y cubrió sus senos con sus brazos cruzados. Miró a Pedro.

— ¿Qué demonios estás haciendo aquí? —preguntó indignada—. Pensé que había echado el cerrojo a la puerta.

— Pues no lo has hecho —dijo él, sonriendo burlonamente— y es para mí toda una bendición que no lo hayas hecho. —Él apartó sus manos de las caderas y se arrodilló junto a la tina de baño, al mismo tiempo que la joven trataba de alejarse de él,— ¿Por qué tratas de esconderme toda esa maravilla que hoy me ofreciste, Paula? —preguntó con socarrona suavidad, mientras se extendía para tomar el jabón que estaba sobre un platillo que pendía de la pared—. Esta misma tarde, no soportabas la idea de que existieran unas cuentas prendas de vestir en medio de nosotros. Sinceramente, no creo que hayas cambiado de idea tan pronto, ¿no es verdad? —susurró él al comenzar a enjabonar sus pechos con las manos—. Apostaría todo lo que tengo a que no.

Paula  sentía que aquella voz grave penetraba en su espina dorsal y que las caricias de sus manos hacían estragos en sus ya destruidos sentidos. Trataba de calmarse, pero le era casi imposible.

— Será mejor que te largues de aquí, Pedro—dijo apretando los dientes tratando de tragarse el gemido que tenía oprimido en la garganta, cuando Pedro hizo descender sus dedos hasta los rosados pezones de la joven—. Lola podría venir a buscarme... —Ella temblaba al sentir los acosadores y poderosos dedos de Pedro y aquellas caricias que también, provenían de sus chispeantes ojos y que la hipnotizaban.

Sin embargo, se sintió molesta cuando Pedro retrocedió, apartó sus manos de ella y se aproximó a la tina de baño para eliminar la espuma que quedaba en el trozo de jabón.

—Tienes razón, cariño. Este no es el sitio indicado ni tampoco el momento adecuado. La excusa para poder venir aquí fue que deseaba ver cómo había quedado "nuestro" cuarto de baño, pero si permanezco demasiado tiempo aquí, Lola podría sospechar que he encontrado algo mucho más interesante que un simple cuarto de baño.

Pedro volvió el rostro, liberando a Paula del magnetismo de su mirada. Su barbuda mejilla estaba tan cerca de la muchacha que debió contenerse para no inclinarse levemente hacia delante y darle un beso. Después, él se incorporó y ella siguió cada uno de sus movimientos con la mirada, con un deseo más que elocuente el cual, él había logrado provocar.Pedro se secó las manos y se volvió para observarla. Descubrió la mirada de Paula e hizo una mueca, en señal de frustración.

— Pau —dijo él suavemente—, yo ya he tomado mi baño, pero si continúas mirándome de esa manera, no lograré resistir la tentación de meterme en esa tina de baño otra vez.

Ella apartó la mirada de él con extrema rapidez y gritó:

—¡Ni te atrevas! ¡Mi mirada no fue una invitación!

Él rió con tanta seguridad de sí mismo, que la muchacha se encolerizó aun más.

— ¿No lo fue? —preguntó inocentemente, mientras se agachaba, apoyando las palmas de sus manos sobre los bordes de la tina—. Lo siento, querida. Entonces quiere decir que he olvidado lo que es una mirada provocativa.

En respuesta al ceño de desaprobación de Paula, Pedro colocó su mano sobre el mentón de ella y la besó con la mirada, haciéndola estremecer totalmente. Al observar la reacción, Pedro decidió prolongar aquel momento de excitación: comenzó a morderle el labio inferior, al mismo tiempo que dejó descender sus manos hacia los pechos, el abdomen, acariciando su piel de satén por unos breves segundos, para continuar luego más abajo, entre las piernas, donde los dedos de él se detuvieron en su femineidad para juguetear con ella. Paula debió morderse los labios para no soltar el suspiro de placer que aquel contacto le había causado.

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