domingo, 13 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 45

Paula  se acurrucó sobre un lado, dándole la espalda a Pedro. Estaba confundida y también, algo resentida porque al final, él había hecho exactamente lo que le había prometido, aunque ella había gozado de cada minuto de ese mágico proceso. No sabía si disfrutar el recuerdo del placer experimentado o vestirse de inmediato y salir corriendo, para que él se diera cuenta de que no podía pasar por encima de sus sentimientos cada vez que se le ocurriera.

—Lo siento si lo he hecho demasiado rápido, Paula —dijo con voz lenta, un tanto incierta y apesadumbrada. La joven debió contenerse para no volver el rostro hacia él y reconfortarlo—. Si se dio así fue porque durante el último año, he estado acumulando demasiadas emociones y tú has logrado encender la chispa que las hizo explotar.

Paula se quedó tensa, dolorida e indignada, puesto que ignoraba si Pedro le había hecho el amor para olvidar sus frustraciones relacionadas con su fallecida esposa o porque la amaba... a ella. Al notar que no estaba capacitada como para enfrentar esa posibilidad, la muchacha debió luchar contra sí para mantener el sentido común.

— ¿Te molestaría explicarme eso, Pedro? —preguntó con voz temblorosa—. No quiero suponer que sólo he sido un instrumento que estuvo al alcance de tu mano cuando sentiste la necesidad de estar otra vez con una mujer.

— Sabes bien que eso no es cierto, Paula—respondió rápidamente y ella sintió que su voz no era del todo fluida, sonaba algo preocupada.

—¿En serio? —preguntó casi formalmente—. Tal como tú y yo lo hemos admitido, no nos conocemos lo suficiente. Esa es la razón por la cual...

Paula se interrumpió, descubriendo que mentiría si dijese que sentía el no haber esperado a conocerse bien antes de hacer el amor. No existía nada en el mundo que la hiciera arrepentirse del frenesí que sintió al experimentar aquella mágica sensación de unidad.

La joven oyó un suspiro y luego sintió que Pedro apoyaba la mano sobre su hombro, tratando de hacerla girar para verle el rostro. Se quedó inmóvil y se resistió por un breve lapso, pero había algo que parecía estar implorando comprensión en aquel contacto y por ello, Paula accedió.

— ¿Qué conoces de mi pasado, Paula? —preguntó serenamente.

— Solamente que estabas a punto de ser un gran político... que abandonaste la carrera cuando... cuando tu esposa... fue muerta...

Ella volvió a dudar,no sabía si se atrevería a repetir aquella habladuría de que Pedro estaba teniendo una relación extra matrimonial cuando su esposa falleció y que Laura, probablemente, se había suicidado a raíz de ello.

—¿Y...? —la presionó, con su voz un tanto espantada.

Ella inspiró profundamente, y decidió hablarle con franqueza.

—Y que también... hubo algunos indicios de un escándalo... porque se decía que tú... mantenías una relación secreta con otra mujer y que tu esposa...

La joven detuvo su relato al sentir que Pedro la apretaba cada vez más fuerte.

Fue entonces cuando él la soltó y se recostó sobre su espalda. Permaneció en silencio durante tanto tiempo que Paula sospechó que sus palabras habían logrado poner fin a la conversación entre ambos. No obstante, él comenzó a hablar nuevamente y Paula fue la que guardó silencio, deseando poder hacerle las cosas más sencillas para relatar los hechos que, ciertamente, no le resultaban nada fácil de revelar.

— Yo amaba a mi esposa, Paula. —comenzó con un tono muy duro, pero a pesar de ello, su voz se oía un tanto agónica—. Nos habíamos criado juntos y ella siempre me había gustado, pero jamás salimos juntos hasta el último año de la universidad. Luego nos dimos cuenta de que esperábamos las mismas cosas de la vida y nuestro cariño se transformó en amor. Ella estuvo siempre detrás de mí, durante el cien por ciento de mi camino y trabajando tan duro como lo hacía yo para convertir nuestros sueños en realidad.

La voz de Pedro comenzaba a perderse lentamente, como si él hubiese estado sumido en la meditación. Cuando Paula creyó haber podido controlar su voz, preguntó suavemente:

—¿Y cuáles eran esos sueños, Pedro? ¿Te importaría contármelos?

Él suspiró profundamente y luego volvió a posar toda su atención en ella.

— No, no me importa contártelos a tí, Paula —dijo él tiernamente. Aquél énfasis que había puesto en ese breve pronombre hizo que la muchacha sintiera un gran alivio: estaba orgullosa al saber que era alguien tan especial para Pedro—. Queríamos que nuestras vidas sirvieran para algo —continuó—. Ambos nos criamos en familias de políticos y desde que he tenido uso de razón, todos tenían muy en claro que yo también sería un político, Paula, pero no fueron sólo las expectativas de mi familia lo que hizo que yo llegase tan lejos. —él hablaba en un tono reminiscente.— Lejos de eso: parecía algo inquietante, muy interesante para mi vida, a juzgar por lo que yo mismo había visto acontecer en la vida de mi padre. Lo amo y lo respeto muchísimo y no siento ninguna vergüenza en admitir que siempre he querido seguir sus pasos, aunque también tengo la intención de llegar aún más lejos.

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