viernes, 18 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 62

La cena constituía un alegre rito que impresionó a Paula, debido a la calidez de la familia con la cual la compartió. Durante la cena, conoció a la esposa de Federico, una dulce morena, a quien evidentemente, Federico adoraba y también, el resto de los Alfonso. Sin embargo, ese cariño no era sólo para ella sino que todos los miembros de la familia se trataban con la misma calidez y ese amor, también se hizo extensivo a Paula. Parecían tratarla como si la hubieran conocido desde siempre.

La armonía y el buen humor de la familia permanecían intactos a pesar de la enfermedad de uno de sus principales integrantes. Pero Paula estaba segura de que, si Horacio Alfonso era un hombre tan fuerte como se veía, obtendría sin ningún lugar a dudas, un triunfo decisivo en la batalla física que estaba librando. Derrotaría a este enemigo de la misma manera que, años atrás, había vencido a sus oponentes políticos.

Se hallaban cómodamente bebiendo el café en la sala de estar de la casa, cuando oyeron la campanilla de la puerta de entrada, indicando la llegada de invitados inesperados. La señora Alfonso no pareció inmutarse cuando la mucama anunció por lo menos a seis distinguidísimos hombres y a una remilgada mujer de negocios. Saludó a cada uno, no obviando el nombre de ninguno e hizo las presentaciones correspondientes entre ellos y Paula.

La madre de Pedro  ignoró por completo la sorpresa de los visitantes al enterarse de que Pedro estaba comprometido. Los invitó a tomar asiento y les ofreció unas copas de una manera tan ordenada y eficiente, que Paula quedó impactada: ¿cómo habría logrado esta amable señora hacer todo lo que hizo sin que durante ese proceso, se le moviera ni un solo pelo?

Terminadas las conversaciones triviales, era evidente que aquellas personas habían ido a la casa por cuestiones de negocios, aunque fueron muy cautelosos en preguntar puntillosamente sobre cada uno de los detalles de la enfermedad de Horacio Alfonso y también, sobre el resto de la familia.

Poco tiempo después, debido a que la conversación había tomado rumbos más pragmáticos, se hizo mucho más evidente aún que aquella gente estaba interesada en Pedro, aunque Federico ya era un miembro de la legislatura y habría sido mucho más lógico que se dirigiesen a él para solucionar el problema.
Con anterioridad a la legislatura que Horacio Alfonso había impuesto, un importante proyecto de ley se estaba elaborando. Los debates sobre el mismo estaban adquiriendo gran importancia cuando el señor Alfonso sufrió el ataque al corazón. Entonces, sus colegas, quienes también favorecerían firmemente tal proyecto, deseaban organizar una estrategia para que no quedara en el olvido por falta de la presencia de una persona de empuje, poderosa y responsable que se hiciera cargo de llevarlo adelante.

Paula permaneció sentada, en silencio, absorbiendo toda la conversación, observando y escuchando todo, fascinada: era la primera vez que se enfrentaba con la política en acción, en vivo. Notó con gran orgullo y un tanto de ansiedad que, a pesar de que los visitantes incluían a Federico en la conversación, era Pedro quien les inspiraba mayor confianza, a quien escuchaban con más atención cada vez que expresaba una opinión y a quien, finalmente comenzaron a persuadir para que tomase las riendas de la cuestión en reemplazo de su padre.

— Me sentiré muy feliz de ayudarlos en cualquier forma que pueda —dijo con gran modestia—. Sé cuánto desea mi padre que esta ley sea promulgada. Pero yo he estado fuera de circulación durante bastante tiempo. ¿Cuánta influencia creen ustedes que aún puedo tener yo sobre los demás?

Los presentes respondieron a su pregunta levantando las cejas y con escépticos tonos de voz. No obstante, Paula ya había notado con cuánta naturalidad Pedro se inclinaba a asumir el liderazgo y cómo disfrutaba de ello. También había notado que él estaba tan al tanto de los temas de actualidad política como todos los demás y que sus comentarios y sugestiones eran mucho más claras y concisas que las del resto de los presentes en la sala. En ese momento, la muchacha se dio cuenta de que si había un hombre que reunía las condiciones de político, ese hombre era Pedro Alfonso... y  que Pedro Alfonso disfrutaba cada segundo de su carrera para la cual estaba eminentemente capacitado.

Tal descubrimiento sirvió para que Paula disipara toda duda y todo temor que se habían creado en torno de la relación entre ella y Pedro. Si ella interfería en el destino de él, haría mucho daño a mucha gente: los privaría de un excelente político. Cada ciudad... cada condado... cada estado... e incluso, cada nación como una unidad, necesitaba gente como Pedro Alfonso: inteligentes, carismáticos, enérgicos y dedicados al servicio de los ciudadanos poniendo lo mejor de sí para su logro. Un hombre como Pedro Alfonso tenía demasiadas cosas para ofrecer como para que se lo quitara de la escena pura y exclusivamente, por razones de egoísmo y Paula sabía positivamente, que sus razones eran egoístas.

Paula  lo quería todo para ella durante las horas en las cuales no trabajase y ello sería imposible si Pedro estaba dedicado a la política. Había mucha gente que también lo necesitaba.
Inconsciente de que sus expresivos rasgos estaban revelando sus turbados pensamientos, y también de que la madre de Pedro estaba contemplando el juego emocional que había atrapado su bello rostro con gran atención, Paula permaneció en silencio, escuchando cómo los visitantes interrogaban a Pedro sobre sus más íntimos sentimientos, sobre su ego y sobre su lealtad a su padre con gran fervor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario