miércoles, 16 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 58

Federico, el hermano de Pedro, llegó en el preciso momento en que las damas comenzaban a ocupar sus respectivos sitios en la mesa. Paula lo encontró genialmente agradable y cálido, aunque sin el carisma de Pedro. Sin duda, aquella era la razón por la cual la familia habría puesto todas sus esperanzas en torno a Pedro, como para que se transformara en el futuro representante de los Alfonso en la escena de la política nacional. Quizás, Federico era mas apuesto que Pedro, pero no tenía la personalidad de su hermano, aunque Paula se sentía muy cómoda en su compañía. Durante la conversación, Paula se enteró de que la esposa de  Federico  estaba cuidando a su suegro en la clínica, ya que luego de haber salido de terapia intensiva, el señor Alfonso había sido trasladado a una habitación privada y los miembros de la familia se turnaban para cuidarlo.

—Tú y yo iremos esta tarde, Paula—dijo la señora Alfonso, con extrema confianza de que ella no se opusiera a ello.

Lejos de sentirse mal, como si le estuvieran imponiendo las cosas, Paula se puso más contenta, al ver que la consideraban "como de la familia".
Esa tarde, Paula se alarmó al ver la débil palidez en el semblante de Horacio Alfonso. Sin embargo, él la recibió con una cálida sonrisa cuando fueron presentados.

— ¡Ah, con que esta es nuestra Paula! —dijo él satisfecho, con su voz un tanto débil pero sin haber perdido del todo su habitual fortaleza—. He esperado con ansias el momento de conocerte, mi querida, y de agradecerte por habernos devuelto a Pedro.

Paula no sabía cómo responder, especialmente a la última observación de su futuro suegro. Entonces, sólo se limitó a sonreír tímidamente a la vieja versión de su amado Pedro. Luego murmuró:

—También yo he esperado ansiosamente el momento de conocerlo a usted, señor Alfonso.

Horacio Alfonso clavó la mirada en ella y le dijo:

— Tienes que llamarme Horacio, Paula. ¿Acaso Ana aún no te ha explicado cómo nos manejamos en nuestra familia?

La señora Alfonso se sorprendió un poco, sin molestarse por el tono, casi de reprobación, de su esposo.

— Casi no he tenido tiempo para ello, Hora. Pero tengo la sensación de que esta niña aprende muy rápido las cosas. ¿Qué te parece?

Horacio Alfonso dirigió sus gentiles y oscuros ojos de su esposa hacia Pau, con una combinación de gratitud y buen humor en su tono de voz, murmuró:

— Tengo la sensación de que es una trabajadora milagrosa y eso es cosa que no se aprende.

Paula se sintió complacida y al mismo tiempo, un tanto incómoda por los elogios recibidos por parte de sus "futuros". Su rostro fue el fiel reflejo de sus sentimientos y los Alfonso, al darse cuenta de ellos, cambiaron de tema muy diplomáticamente. Cuando fue evidente que Horacio Alfonso comenzaba a fatigarse demasiado, su esposa lo urgió a que durmiese un poco para descansar, asegurándole que estaría allí cuando volviera a despertar.

Al observar el amor que existía entre ellos, el corazón de Paula dio un vuelco, anticipándose al momento en que ella y Pedro constituyeran un matrimonio como el que estaba frente a ella. Era evidente que Pedro había pasado una infancia muy feliz junto a ellos y que también había disfrutado de un maravilloso matrimonio con Laura.

Como la joven también había tenido una infancia feliz y no cabía duda alguna de que amaba a Pedro con todo su corazón, no existían razones para que su matrimonio con él no fuera igualmente próspero. Pero entonces ¿por qué se sentía deprimida como si algo estuviera mal?

Paula  se esforzó por disipar sus amarguras, tratando de alegrarse con una amena conversación con la señora Alfonso, mientras su esposo dormía. Luego cuando Horacio Alfonso despertó, buscó de ocupar su tiempo en cosas útiles para permitir que el matrimonio pudiese conversar de sus cosas.

Al llegar Federico, las damas se marcharon del hospital, rumbo a la casa. Paula sintió que sus nervios se anudaban en el estómago, ya que muy pronto volvería a ver a Pedro. Se sintió agradecida cuando la señora Alfonso le dijo que iría a su habitación, a dormir un rato antes de la cena. Paula quería arreglarse lo mejor posible para el encuentro, aunque sólo hubiesen estado separados durante un día.

Se bañó y escogió su vestimenta cuidadosamente: un vestido de lana verde, drapeado en el talle, entallado en las caderas, el cual favorecía su tez con tanta perfección que parecía haber sido diseñado exclusivamente para ella. Colocó un poco de sombra verde sobre sus párpados, realzando su iris y cepilló sus negros rizos hasta que brillaban con la sola luz de la lámpara. Un toque de rubor sobre las mejillas, le dio el resplandor saludable necesario. Cuando se apartó un poco del espejo para observar la obra terminada, oyó que llamaban a su puerta.

— Adelante —dijo ella sin pensar, antes de volverse para ver quién era la persona a quien ella acababa de invitar a su cuarto.

El corazón le subió a la garganta y su estómago se retorció de espontáneo deseo al ver que Pedro entraba en la habitación con pasos agigantados. Se veía tan distinto, que por un momento, Paula pensó que quizás tuviera un sofisticado hermano gemelo.

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