domingo, 13 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 46

Aquella frase tan simple, enterneció a Paula, quien permaneció inmóvil, escuchando atentamente a Pedro abrir su corazón.

— Seguí al pie de la letra el programa esperado —continuó él, encogiéndose de hombros, como si nada de su pasado tuviera importancia para él en ese momento—. Tuve un cargo como funcionario público, estudié en la facultad de derecho y también trabajé durante un tiempo para el gobierno de la ciudad. Todo marchaba sobre rieles y Laura y yo constituíamos una pareja tan feliz como cualquier otra. Cuando me llegó el verdadero momento de presentar candidatura, Laura estuvo junto a mí para lograr ese propósito e incluso, se dedicó mucho más que yo para ganar las elecciones.

Paula  percibió una creciente tensión en Pedro e inconscientemente, se extendió para tomarle la mano. Él la estrechó también inconscientemente, como si necesitase estar tomado de algo con mucha firmeza para continuar con la otra parte de su relato.

— Durante la campaña, Laura estaba embarazada —continuó él, con tono ronco—, pero no pude hacer nada para que ella no acelerase tanto su ritmo de vida. —él pareció no haber escuchado el suspiro que Paula soltó al enterarse que en aquel desafortunado accidente de aviación, Pedro no sólo había perdido a una esposa sino también a un hijo, factor que destruyó todo su mundo.— Le había dicho que no asistiera a aquella reunión —gritó Pedro, sin darse cuenta de que estaba dañando la mano de Paula con el fuerte apretón—. Le especifiqué que no era tan importante. En ese momento no pude ir yo personalmente pero le dije que lo intentaría después. Sin embargo, Lila no quiso escucharme...

Paula no estaba completamente segura, pero le pareció haber escuchado un sollozo e, instintivamente, se aproximó a Pedro y lo rodeó con el otro brazo para tenerlo más cerca... para tratar de que su dolor le pasara un poco a ella y de ese modo, poder tranquilizarlo. Pedro abarcó el cuerpo de la joven y lo estrechó con firmeza. Entonces Paula descubrió que estaba llorando: su pecho estaba ejerciendo toda la fuerza que podía para ahogar los sollozos y sus mejillas estaban bañadas en lágrimas, las cuales humedecieron también la frente de ella.

—Tranquilízate, Pedro. Ya ha sido suficiente —murmuró ella de pronto, calmándolo... acunándolo cual si fuese un niño—. No tienes necesidad de seguir hablando si no quieres...

Luego de unos minutos que parecieron eternos, Pedro logró calmarse, aferrándose a Paula cual si fuera su salvación. Finalmente, la soltó y se relajó completamente sobre la cama. Paula se acomodó a él y comenzó a acariciarle el rostro, el hombro, el brazo con mucha suavidad, demostrándole todo su amor en cada caricia.

— Necesito hablar de esto, Paula—dijo él con débil coraje—. Nunca lo he hecho. Jamás había podido... hasta este momento.

Moviendo la cabeza para tratar de verlo a pesar de las penumbras,  Paula extendió su mano para enjugarle las lágrimas y luego dijo muy delicadamente:

—Entonces, hazlo, Pedro. Cuéntame todo. Estoy aquí para escucharte, cariño.

Y, tomando aire, lo hizo.

—Había un desperfecto en el avión. Laura salió corriendo para asistir a esa maldita reunión sin esperar a que reparasen el avión como era debido. —Su voz sonaba salvaje por la ira que sentía, aunque Paula sabía que su ira no estaba dirigida a su esposa sino al mismo destino. —Siempre había sido muy cabeza dura pero yo ya me había habituado. Es más, me agradaba su testarudez —dijo con mayor tranquilidad—. Pero pensé que sería más cuidadosa... que me escucharía... sobre todo, por el bebé. Ella lo deseaba tanto como yo.

En ese momento pareció que Pedro estaba a punto de estallar otra vez, pero Paula lo estrechó con gran firmeza contra sí, hasta que la respiración le volvió a la normalidad y consiguió controlarse.

— No me escuchó por nada del mundo. Estaba tan obstinada en llegar al lugar donde ella quería que le costó la vida... y también la de nuestro hijo.

— Pedro... querido... Lo siento mucho...

Ella estaba a punto de romper en lágrimas y su voz se quebró al pronunciar la última palabra. Pedro la abrazó, comprendiendo en silencio, la sincera compasión de ella. Paula se le colgó del cuello deseando que pudiera haber algo... cualquier cosa... que estuviera al alcance de sus manos para ayudarlo. Estuvieron tendidos allí durante un rato hasta que él dejó de ofrecer y recibir palabras y caricias de aliento. Luego logró proseguir.

—Y luego comenzaron los rumores —dijo él con triste resignación, continuando el relato como si recién se hubiese detenido—. Cuando Laura quedó embarazada, su carácter cambió un poco. Ya no tenía tanta paciencia y a veces, discutía y reñía conmigo sin importarle quién estuviera delante. Supongo que esa fue la razón por la cual la gente empezó a comentar que no nos llevábamos bien. Pero eso no era verdad. Estábamos más enamorados que nunca.

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