domingo, 13 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 48

— Pedro... —pronunció su nombre como dudando.— ¿A dónde iremos después que nos vayamos de aquí?

Formuló la pregunta con total sinceridad. Paula aún no había contado con todo el tiempo suficiente como para clasificar todos los pormenores que él le había contado. Todo lo que sabía, con increíble certeza era que Pedro la necesitaba en ese momento... y que ella lo amaba lo suficiente como para permanecer allí, junto a él, durante todo el tiempo que él quisiera. Sin embargo, su futuro no estaba mucho más claro en ese momento de lo que había estado antes para ella, antes que Pedro pusiera el sello sobre el amor que Paula sentía por él, al tomarla completamente para sí y poseerla.

—Exactamente a donde te dije que iríamos, Paula—dijo con delicada firmeza—. Ya he vivido mucho del pasado y hoy tú me has enseñado que existe un futuro. Quiero ese futuro.

— Yo también, Pedro—dijo ella con la misma firmeza—. Pero yo no soy Laura... —La joven se detuvo al pronunciar ese nombre, el cual, seguramente, habría de entristecer nuevamente a Pedro.— Creo que no sería una excelente esposa para un político —se esforzó en agregar.

Para su alivio, la contestación de él fue satisfactoria, gratificante.

— No necesitas serlo. Yo encontraré alguna otra manera de hacer mi contribución. En cierto modo ya lo he hecho. Mi padre y mi hermano me mantienen informado acerca de los últimos acontecimientos y yo les doy mi opinión al respecto. Yo puedo trabajar como abogado y contribuir perfectamente en lo que se refiere a las cuestiones políticas sin necesidad de mostrar la cara y estar al frente de todo.

Para su sorpresa, la solución de Pedro para su mayor dilema no la satisfizo en la forma esperada. Ella echó la cabeza hacia atrás y lo miró, formulándole la pregunta que tanto atormentaba su corazón.

— ¿Pero tú serás feliz haciendo eso, Pedro? —preguntó ella seriamente—. ¿Y te sentirías capaz de hacerlo cuando toda tu familia y un montón de gente piense que no te corresponde esa clase de actividad?

Él tomó toda la cabellera de la muchacha en una mano y la empujó posesivamente hacia él.

—Contigo a mi lado, siempre seré feliz, Paula —murmuró él—. No quiero perderme la oportunidad de ser feliz una vez más.

Y Pedro la besó, con un prolongado, lento y envolvente beso que disipó todas sus dudas para concentrarse únicamente en la respuesta que su cuerpo daba a las caricias de su amado, en lugar de preocuparse por las preguntas que su mente le formulaba. Como reacción a su respuesta, el beso se tornó ferozmente posesivo, como una tierna oferta, o un pedido obligatorio y finalmente, pasó a ser una exigencia por todo lo que la joven tenía para darle. Las manos de Pedro parecían muy cálidas en cada zona secreta y sensual del cuerpo de Paula. Por momentos, se transformaban en urgente persuasión. Paula accedió a sus caricias y ella misma se rindió al goce de acariciarlo de tal manera que jamás se habría sentido capaz de hacerlo antes de conocer a Pedro.

Se incitaban el uno al otro con inmensa ternura, cual si fuera un maravilloso juego; se complacían en mutua comprensión y se poseían con tanta plenitud, que ambos parecían haber perdido la razón. Y aquella última posesión, era algo fantástico, que Paula jamás había soñado.

Cuando todo llegó a su fin y ambos estaban tendidos uno junto al otro, con exhausta alegría, Paula llegó a la conclusión de que ya no podría vivir sin ser poseída de esa forma.

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