lunes, 14 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 53

Aquél era el último sábado antes que Pedro y Paula se marcharan a la ciudad de Jefferson. Por ello, ambas parejas decidieron pasar el día en la ciudad de Kansas, combinando el placer con la diversión: pensaban elegir el papel para las paredes, la pintura y los demás accesorios para la casa pero sin que tal actividad constituyera una obligación, sino un alegre entretenimiento.

Comenzaron el día en el famoso Plaza, un centro de compras al estilo español, característico por ser el primero de su clase en el país. Caminar en él era sumamente agradable puesto que se podía disfrutar de la belleza de sus fuentes y estatuas y de la arquitectura española. Tanto a Paula como a Lola les habían prometido que hacia el final de la tarde, darían un paseo en un carruaje tirado por caballos, para que pudieran ver la zona en más detalle y sin cansancio de pies. Lola se lamentaba que hubieran hecho ese paseo con tanta anticipación a Navidad. Le aseguró a Paula que realmente valía la pena ver todas las decoraciones y las luces típicas de esos festejos adornando el centro de compras.

— No te preocupes, Lola, la traeré otra vez —prometió sonriente—. Yo ya lo he visto y no me gustaría que ella se lo perdiese.

Luego de haber atacado las tiendas del Plaza, ordenando una variada cantidad de artículos para la casa, se dirigieron hacia otro complejo de compras, llamado Crown Center, en el cual el aspecto cambiaba notoriamente; se trataba de un estilo griego que caracterizaba los petit restaurantes que el centro de compras ofrecía a sus visitantes.

Luego de haberse deleitado con las exquisiteces que saborearon con las grandes variedades de comida ofrecidas en el petit restaurante, recorrieron el complejo de tiendas principal, el cual contaba con un hotel, un centro de convenciones, diversas tiendas y restaurantes y una enorme fuente, ubicada en medio del hall que estaba a la entrada del edificio.

Cenaron en un elegante restaurante, situado en el último piso de un hotel del Plaza, el cual ofrecía un espectáculo musical con una banda típica. Paula se sintió halagada cuando Pedro se acercó a ellos y les pidió que ejecutaran una canción muy romántica en su honor Pedro se unió al coro, expresando con su mirada, el verdadero amor que sentía por ella al pronunciar cada palabra de la letra de la canción. Las cuatro ventanas del restaurante vislumbraban una vista panorámica del iluminado Plaza. Poco después, mientras disfrutaban del prometido paseo en carruaje, Paula se acurrucó junto a Pedro para disfrutar de la calidez física y emocional que se desprendía de su cuerpo.

Todo aquel día y su noche resultaron algo para recordar siempre y Paula tenía en mente rememorarlos a menudo, con todos los detalles, aunque omitiendo algunos. No deseaba recordar a ninguna cajera ni a cualquier otra persona que hubiera visto en la calle, observando a Pedro  con gran intensidad, cual si hubiesen estado seguros de conocerlo pero no de dónde. Esos incidentes le habían traído a la memoria el pasado de él y una aguda preocupación acerca de su futuro. Sin embargo, la joven disipó sus pensamientos puesto que no quería que nada estropease el día y la noche perfectos del cual tanto había disfrutado.

Gonzalo y Lola acompañaron a la otra pareja hasta la casa de Pedro. Al llegar allí, Pedro los invitó a tomar una copa antes que se fueran a dormir. Gonzalo y Lola no dejaban de bostezar de cansancio y habrían deseado rechazar la invitación, pero ante la insistencia de Pedro por querer retribuirles en cierto modo su hospitalidad de los últimos días para con él, tuvieron que aceptar. Lola fue la primera en hacerlo.

— De acuerdo, pero por favor, ni se te ocurra ofrecerme nada para comer. Me tomará meses bajar los kilogramos que he aumentado en un solo día.

Gonzalo le dió unas cariñosas palmadas y murmuró alentándola:

—No te preocupes por la gordura, cariño —la bromeó afectuosamente—. Dentro de un par de meses nadie sabrá si los kilos son tuyos o del pequeño.

Lola hizo una mueca de disgusto pero Pedro y Paula rieron como Gonzalo.

— Eso es cierto, Lola—se unió Paula a la burla de Gonzalo—. Aprovecha la oportunidad mientras puedas. Siempre puedes poner la excusa de que comes por dos.

— Sí pero cuando el bebé decida salir de aquí adentro, aún me veré como si fuésemos dos personas en una —protestó mientras salía del automóvil y se encaminaba con los demás, hacia el interior de la casa.

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