lunes, 14 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 54

Todos bebieron sus copas y Paula podía asegurar, por la actitud de Pedro, que él deseaba estar a solas con ella, a pesar de haber insistido en que Gonzalo y Lola los acompañaran. La muchacha se preguntaba si aquel deseo tendría algo que ver con su breve intromisión en una de las joyerías del centro de compras y con el pequeño bulto que ella había notado en su bolsillo, cuando se acurrucó contra él en el carruaje.

Gonzalo y Lola debieron de haber presentido algo de eso, ya que después de haber bebido una sola copa, comenzaron a hacer los preparativos para marcharse.

— Llevaré a Paula  más tarde —dijo Pedro.

Nadie opuso objeciones, puesto que ya era costumbre, que Paula pasara la mayor parte de la noche en casa de él. No obstante, trataban de mantener discreción, haciendo que Paula regresara a casa de Gonzalo y Lola antes del amanecer, por mucho que les costara despedirse.

—Bien —dijo Gonzalo mientras ayudaba a su esposa a ponerse el abrigo.

Paula dio un respingo al escuchar la campanilla del teléfono. Era la primera vez que Pedro recibía una llamada telefónica desde que lo había conocido y ella habría deseado de todo corazón que no hubiese sucedido justo aquella noche, cuando ella estaba ansiosa por recibir la supuesta sortija de compromiso. Hasta el momento, no se había dado cuenta de que necesitaba la confirmación de Pedro como su futura esposa, pero sí era imprescindible y no quería que nadie interfiriese en el acontecimiento.

— ¿Sí? —contestó, casi ladrando.

Paula soltó una risita de placer al comprobar que él estaba tan ansioso por liberarse del resto del mundo en ese momento como lo estaba ella. Sin embargo, su actitud cambió rápidamente al ver la de Pedro.

— ¡Oh, por Dios! —El rostro de él se tornó gris.— ¿Cuándo? —preguntó nervioso y luego se dedicó a escuchar con gran atención, antes de volver a hablar con una voz fría y entrecortada—. Estaré allí tan pronto como pueda, Federico. Dile a papá... —Se detuvo para inspirar y tratar de calmarse.— No tiene importancia —dijo él con tono ronco—. Dios mediante, se lo diré yo mismo. Adiós.

Paula corrió hacia él al ver que había colocado el auricular en la horquilla y permaneció tieso, junto al teléfono, con la cabeza gacha y los hombros caídos.

— ¿Qué sucede, cariño? —preguntó ansiosa, y su voz expresaba todo el amor que sentía hacia él.

Él se irguió y apoyó sus manos sobre las de ella, que estaban sobre sus hombros.

— Mi padre ha sufrido un ataque al corazón —dijo amargamente—. Debo ir a la ciudad de Jefferson lo más pronto posible.

— ¡Pedro!...—gritó acompañando el dolor de su amor, al tiempo que lo abrazaba. Permanecieron así durante un largo rato y luego él se apartó

—Debo irme, cariño —murmuró ausente—. Cada segundo tiene una importancia vital.

—Por supuesto —acordó, deseando que él le pidiera que lo acompañase, pero al mismo tempo comprendiendo que estaba preocupado por la salud de su padre—. ¿Quieres que te ayude a empacar?

Él meneó la cabeza y se dirigió a tomar una chaqueta.

—Tengo ropa en Jefferson —balbuceó—. Quiero irme ya.

Ya estaba casi en la puerta cuando recordó que había mas personas en la habitación. Miró a Gonzalo  y a Lola con una vaga expresión. Gonzalo  se aproximó a él y apretó su hombro, como muestra de amistad sin decir ni una palabra. Lola expresó exactamente lo mismo con sólo mirarlo. Luego, Pedro dirigió su mirada a Paula, quien corrió a besar sus labios y a tomarle el rostro entre sus manos.

—Ten mucho cuidado al conducir —dijo ella con voz estrangulada y lágrimas brillando sobre sus pestañas—. Rezaré por tu padre.

Pedro asintió con la cabeza, diciendo con sus ojos lo que no podía con sus labios y luego se marchó. Paula se quedó parada en la puerta, aún abierta contemplándolo mientras se subía a su Jeep, encendía el motor y saludaba con tristeza. Luego, lo vió también, desaparecer en la oscuridad de la noche...
Gonzalo se le aproximó por la espalda y la tomó por el hombro, tratando de reconfortarla.

— Vamos a casa, hermanita —dijo suavemente—. No hay nada que puedas hacer aquí.

— ¡Oh, Gonzalo! —gimió abandonándose en los brazos de su hermano, suplicándole aliento—. Debería estar con él. Pedro me necesita... y yo a él.

Las lágrimas comenzaron a bañar su rostro al recordar las palabras de Pedro, cuando le decía que el tiempo nada tiene que ver. Él había estado en lo cierto. Y si ella lo hubiese escuchado, habría tenido todo el derecho de estar junto a él en ese momento, viajando con él para aliviar su pena, mientras Pedro conducía deseando lo mejor pero temiendo lo peor.

En cambio, ella se quedó allí, sin siquiera tener la seguridad de una sortija de compromiso en su dedo que le indicase que pertenecía a Pedro Alfonso... y que él le pertenecía a ella.

3 comentarios:

  1. Excelentes los 5 caps, qué intriga con lo que va a pasar.

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  2. Porque Pedro no le pidió que la acompañ? Que bajón!!!

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  3. Veníamos tan bien! Paula tendría que haberlo acompañado, aunque él no se lo pidiera! Pobres!

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