miércoles, 30 de diciembre de 2015

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 28

Paula se puso a reír de pura incredulidad. Aquélla era una faceta de su madre de la que nunca había oído hablar.
Ana  continuó:

—En aquella época, yo vivía más adelante, en esta misma calle. ¿Conoces la casa de los Boyle, la blanca con postigos verdes y un gran granero rojo en la parte de atrás?

Paula  asintió. Había pasado por delante, de camino hacia el centro.

—Pues bien, allí es donde yo vivía de pequeña. Como tu madre y yo éramos las únicas niñas de por aquí, acabamos haciéndolo todo juntas. También teníamos los mismos años, así que íbamos a la misma clase y estudiábamos lo mismo. Eso sucedía allá por los años cuarenta, en una época en la que todos los alumnos iban a la misma clase hasta el octavo grado. No obstante, nos agrupaban por edad y tu madre y yo siempre nos sentábamos juntas. Lo hicimos así hasta que finalizamos el colegio. Probablemente ha sido la mejor amiga que he tenido nunca.

Mientras contemplaba los árboles en la distancia, Ana pareció perderse en los meandros de la nostalgia.

—¿Cómo es que no mantuvo el contacto cuando se marchó? —preguntó Paula—. ¿Y por qué no...?

Hizo una pausa mientras se preguntaba cómo podía formular la pregunta que se le había ocurrido. Ana la miró de soslayo.

—¿Te preguntas por qué, si éramos tan amigas, nunca lo mencionó ni te habló de mí?

Paula hizo un gesto afirmativo, y Ana puso en orden sus pensamientos.

—Supongo que principalmente tuvo que ver con el motivo de su marcha. Tardé mucho tiempo en comprender que la distancia puede acabar hasta con las mejores relaciones.

—Eso es una pena...

—Quizá no. Supongo que depende del modo en que uno lo ve. En cuanto a mí... No sé, creo que es algo que acaba por enriquecerte. La gente viene y se va, entra y sale de tu vida casi como los personajes de tus libros favoritos. Cuando al final cierras las tapas, los protagonistas ya te han dicho todo lo que tenían que decirte, y tú puedes empezar un nuevo libro con personajes y aventuras nuevas. Así te encuentras sumergiéndote en los de aquel momento presente y no en los del pasado.

Paula, que se estaba acordando de las amistades que había dejado en Atlanta, tardó unos instantes en responder.

—Puede... Todo eso es muy filosófico —contestó finalmente.

—Soy vieja. ¿Qué esperabas?

Paula depositó el vaso de té en la mesita e, inconscientemente, se limpió en los pantalones cortos la humedad que le había dejado en los dedos.

—Entonces, ¿nunca más volviste a hablar con mi madre después de que se marchara?

—¡Oh, no! Seguimos en contacto durante varios años. Pero en aquella época ella estaba enamorada y, cuando las mujeres se enamoran, no pueden pensar en otra cosa. El motivo de que desapareciera de Edenton respondía al nombre de Mauricio Suarez. ¿Nunca te habló de él?

Paula negó con la cabeza, fascinada por la historia.

—No me extraña. El tal Mauricio era el típico gamberro del que uno desea olvidarse lo antes posible. No tenía buena reputación, si sabes a lo que me refiero, pero las chicas lo encontraban atractivo. Supongo que veían en él una combinación de peligro y seducción. Es la historia de siempre, de aquel entonces y también de nuestros días. El caso es que tu madre se marchó con él a Atlanta cuando ella se hubo graduado.

—Pero si me dijo que se había ido a Atlanta para estudiar en la universidad.

—¡Oh! Puede que en el fondo lo pensara. No obstante, la verdadera razón se llamaba Mauricio. Debía de tener algún poder sobre ella, eso es seguro, porque también fue el responsable de que no volviera por aquí, ni siquiera para ver a la familia o a los amigos.

—¿Cómo pudo ser?

—Bueno..., su madre y su padre, tus abuelos, no la perdonaron por haberse marchado de aquella manera. Sabían cómo era Mauricio  realmente y le advirtieron de que si no regresaba a casa inmediatamente, no volvería a ser bienvenida nunca más. Eran de la vieja escuela y tozudos como mulas, igual que tu madre. Fue como ver dos toros mirándose ferozmente y esperando que el otro hiciera el primer movimiento. Pero nadie lo hizo, ni siquiera cuando Mauricio fue a parar a la cuneta en beneficio de otro.

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