domingo, 13 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 49

—No permitiré que te marches —le dijo, aproximándose a ella.

Paula  estaba completamente vestida, mirando a través de la ventana la enorme y amarilla luna llena que iluminaba el cielo. Por detrás de ella, le rodeó la cintura con su brazo y apoyó sobre la cabellera de la muchacha.

— Lo sé —susurró ella suavemente, abrigada tanto por sus palabras como por su cuerpo—. Yo tampoco quiero marcharme. Pero tenemos tiempo, Pedro. Hemos llegado al acuerdo de que no puedo irme de la casa de Gonzalo y venir aquí... contigo... No aún. No puedes introducirme dentro de tu mundo y de tu familia de pronto, como si surgiera de la nada.

Ella se volvió para enfrentarlo. Alzó la cabeza para darle un cariñoso beso con el cual le demostró todo el amor que sentía. Cuando retrocedió, Pedro la estaba observando, con ojos felinamente famélicos, aunque su tono sonó un tanto indiferente al responder:

—La muerte de Laura y el último año transcurrido me han enseñado algo, Paula—dijo él suavemente—, es que el tiempo tiene la facultad de hacerle trampas a las personas. Yo no lo tomo así, ahora.

Paula pensaba que sería mejor para él volver a sus asuntos solo, al menos al principio, antes que aparecer de pronto, con una nueva esposa tomada del brazo.Él le evitó el hecho de que tuviera que expresar verbalmente su razonamiento.

— De acuerdo, Paula. Si eso es lo que quieres, esperaremos. Pasemos nuestro tiempo ayudando a tu hermano y a Lola a poner en orden su casa. Luego iremos a la ciudad de Jefferson para que pueda poner en orden mi casa y para que, gradualmente, vayas conociendo a tu nueva familia. —Luego, él le clavó su brillosa mirada.— Pero la espera sólo se producirá en beneficio de las apariencias. Ya no puedo vivir sin tenerte entre mis brazos, luego de haber conocido lo que eso significa para mí.

Con una picara mirada que pronto se tornó en otra, muy sensual, ella asintió.

— Acepto todas sus condiciones de todo corazón, señor Alfonso—dijo ella con voz ronca—. Aún no logro comprender por qué ustedes los hombres, siempre tienen el tonto pensamiento de que nosotras no sufrimos las mismas necesidades que ustedes.

La respuesta de él fue una lenta sonrisa, devastadoramente sensual.

—¿Estás necesitada ahora, Puala Chaves? —preguntó él, al tiempo que comenzaba una lenta exploración sobre su cuerpo, que amenazaba con terminar en el mismo lecho del cual acababan de levantarse.

—Sí —respondió ella en un repentino arranque de pasión—, pero como ya conozco lo que es abstenerse y, además, se ha hecho tan tarde, me temo que tendremos que dejarlo para otra ocasión. Gonzalo y Lola deben de estar enloquecidos preguntándose dónde estoy.

Una placentera risa se dibujó en los labios de Pedro, mientras se aproximaba a ella.

—Supongo que deben de haberse hecho a la idea de dónde estás ahora —murmuró al oído—. Y sobre todo Lola, sería la primera en darnos la bendición si así se lo pidiéramos.

—Seguramente —respondió secamente—. Hablando de gente sin principios... Tú y Lola sí que hacen una estupenda pareja en ese aspecto... —Luego, ella se apartó y clavó en Pedro una celosa y burlona mirada.— Pero ese es el único aspecto en el que te permito que formes una pareja con ella.

—No te preocupes —prometió solemnemente—. Tú eres la única con la cual puedo, o mejor dicho, quiero mantener una relación. Además —bromeó él inocentemente—, Gonzalo me mataría si tratase de propasarme con su mujer.

—Y tu mujer lo ayudaría —exclamó con firmeza, sacudiéndolo suavemente como para enfatizar sus palabras.

— Estupendo —concedió satisfecho—. Me gustan las mujeres que saben cómo pelear por su hombre. —Y luego, la miró con amor, ternura y deseo.— Y también me gusta la mujer que sabe a quién pertenece. En suma, me gusta Paula Chaves... quien pronto será Paula Alfonso.

— Pedro, te amo tanto... —Alcanzó a decir antes que él le cubriera los labios con su boca.

— Y yo te amo a tí, Paula —dijo él un instante después, con sus ojos haciendo eco a las palabras de la muchacha satisfactoriamente—. Y ahora, por mucho que odie hacerlo, será mejor que te devuelva a tu hermano por un rato. No quiero que venga a buscarte armado si decido retenerte aquí hasta el amanecer.

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyyyyyy, qué hermosa maratón, me encantan las historias como estas.

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  2. Que capítulos hermosos! Por fin Pedro le contó la verdad sobre su esposa!

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