miércoles, 16 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 59

Pedro llevaba un traje de tres piezas oscuro, con una camisa blanca y una elegante corbata, vestimenta que le sentaba tan bien, que a cualquier mujer se le habría detenido el corazón con solo mirarlo. Pero lo que había llamado poderosamente la atención de la muchacha fue el hecho de que Pedro se había afeitado la barba. Revelaba entonces una fuerte y pulcra mandíbula y una boca perfectamente formada la cual era mucho más excitante que su barba y que complementaba estupendamente sus ojos y gruesos cabellos a tal punto, que Paula sintió deseos de rodearle el cuello con sus brazos y aferrarlo con fuerza contra sí.

Pedro  cerró la puerta detrás de él. Se quedó de pie, con las piernas separadas y sus manos apoyadas sobre las caderas, debajo de la chaqueta. Parecía un magnate industrial tratando de dominar a su rival. Mientras contemplaba a Paula, sus ojos parecían absorberla y su boca se mantuvo firme. La observó desde su brillosa cabellera hasta las delicadas sandalias de cuero marrón y tacones altos que embellecían sus pies.

— Ven aquí —dijo él con voz tan grave que no daba lugar a protestas.

Paula se aproximó lentamente hacia él, atrapada por la destellante pasión de sus renegridos ojos y por el tono autoritario de su voz. Mientras se encaminaba hacia él, ella parecía no darse cuenta del sensual vaivén que sus caderas marcaban ni de su resplandeciente mirada de sumisión.
Pero Pedro sí. Inspiró profundamente cuando Paula estuvo junto a él, ofreciéndose a sí y a todo lo que tenía.

Cuando estaba sólo a un paso de distancia, él se abalanzó sobre ella con un abrupto movimiento, el cual pareció haber sido totalmente involuntario. Pedro ciñó su cintura con la fortaleza de sus manos y la estrechó contra su cuerpo en feroz posesión. Paula soltó un suspiro segundos antes de que él posara sobre su boca un húmedo y caliente beso que la estremeció.

No había suavidad en aquel abrazo, sino una terrible hambre de amor que provocó la de Paula, tan pronto como los dos estuvieron aferrados el uno del otro, alimentando sus necesidades con cada músculo, con cada fibra de sus cuerpos.

— ¡Por Dios! ¡Cómo te necesito! —susurró contra la boca de Paula.

Luego la apartó apenas de sí para introducir una mano dentro del drapeado escote del vestido, en busca del cálido interior. Al hallarlo y tomarlo con su fuerte mano, ella se estremeció convulsivamente, con la sensación de que su seno se tornaba más voluminoso para darle la bienvenida a toda la mano de Pedro.

Paula no podía contarle que ella lo necesitaba del mismo modo ya que su boca estaba ocupada complaciendo la de Pedro y también a su lengua, la cual en una parodia de penetración, demostraba lo que él realmente quería. Ese sentimiento también se evidenciaba por las aceleradas pulsaciones que Paula percibía en su corazón. Ella también quería saborear el néctar del placer con cada célula de su cuerpo. Gemía de deseo e inconscientemente, comenzó a restregar su suave femineidad contra el erecto miembro de Pedro para sentirlo con mayor intensidad.

Su actitud provocó un agónico "Ahhh" de él, quien soltó la boca y el seno de la joven al mismo tiempo para tomar toda su silueta y estrecharla contra su cuerpo, Paula imitó su exclamación. Los ojos de Pedro  parecieron hacerse más profundos. Inclinó la cabeza y abrió la boca para saborear con su lengua, la delicada tersura del cuello de Paula.

— ¡Ah Dios! Pedro... no puedo... —se detuvo al sentir que las manos de él se posaban sobre sus nalgas y las empujaba hacia el ardiente hueco de sus caderas con devastadora potencia.

—¿No puedes qué?... —gimió él contra su garganta, mordiendo pequeños bocaditos de amor mientras emprendía su camino de regreso hacia la boca de ella.

—No puedo soportarlo... —suspiró agitada, con la mirada derritiéndose de deseo al sentir la de él clavada en sus ojos.

— No tienes necesidad de hacerlo —dijo él roncamente, atrapando nuevamente su boca. La tomó en sus brazos y se encaminó hacia la cama—. Yo tampoco tengo por qué privarme —agregó él, después de haberla tendido sobre el acolchado.

Luego reposó todo su cuerpo sobre el de ella. Durante largos minutos, se apoderó de la boca de Paula, hasta que comenzó a descender y su boca se detuvo entre medio de los senos. Con impaciencia, apartó el género que los cubría para exponer los dulces tesoros a su anhelante visión. Clavó sus labios, su lengua y hasta sus dientes con hambrienta, loca pasión...

— Por favor, Pepe, detente —gimió ella, tratando de levantarle la cabeza, cogiéndolo por los mechones que la cubrían.

— ¿No te agrada? —bromeó él, con tono profundo y satisfecho.

—¡Lo adoro! —susurró ella mientras él continuaba el húmedo masaje, los suaves mordiscones y la poderosa succión que la hacían sentir como si todo su cuerpo estuviera penetrando en las profundidades de su boca—. Pero quiero más... —gimió, arqueando sus caderas contra las de él.

¡Demuéstramelo! —ordenó él con un tono agresivo, autoritario de pasión. Pedro deslizó el cuerpo de la joven hacia arriba y se apartó apenas, para que ella pudiera tener acceso a todo su cuerpo—. Muéstrame lo que quieres.—

3 comentarios: