lunes, 21 de diciembre de 2015

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 2

En el coche, mientras seguían corriendo por delante de la tempestad, Paula rememoró la entrevista que había mantenido con el médico unas horas antes y el modo en que éste le había leído el informe sobre Nicolás.

"El niño es un varón. En el momento de las pruebas tiene cuatro años y ocho meses. Es un chico bien parecido que no presenta deficiencias físicas apreciables a simple vista ni en el rostro ni en la cabeza. No hay evidencias de traumatismo craneal, y la madre ha descrito el embarazo como normal."

El especialista había seguido desgranando los resultados de las distintas pruebas durante un rato hasta que, finalmente, había llegado a las conclusiones.

"Aunque las pruebas de inteligencia han dado resultados normales para su edad, el niño presenta un grave retraso en lenguaje, tanto receptivo como expresivo... Probablemente se trate de un desorden de procesos auditivos centrales, algo que en medicina se llama CAPD, aunque la causa no se ha podido determinar... Globalmente, se le calcula una capacidad de lenguaje equivalente a la de un niño de veinticuatro meses... Las posibilidades de aprendizaje son desconocidas por el momento..."
«Apenas las de un bebé», había añadido Paula para sí, sin poder evitarlo.

Cuando terminó, el médico dejó a un lado el informe y la miró con comprensión.

—En otras palabras —dijo, hablando lentamente, como si ella no hubiera entendido lo que él le acababa de exponer—, Nicolás  tiene problemas con el lenguaje. Por alguna razón que desconocemos, y aunque su cociente intelectual es normal, es incapaz de hablar como correspondería a los cuatro años, y tampoco puede entender lo que se le dice como lo haría un niño de su edad.

—Sí. Ya lo sé —contestó ella.

La firmeza de la respuesta lo pilló desprevenido, y Paula tuvo la impresión de que el médico había esperado de ella que discutiera, rebatiera o formulara la consabida retahíla de preguntas. Cuando se dio cuenta de que la mujer no iba a decir nada más, se aclaró la garganta y prosiguió.

—Tengo una nota que dice que usted ha hecho que lo evaluaran en otros centros.

Paula hizo un gesto afirmativo.

—Sí. Así es.

El especialista hojeó los papeles.

—Pues no tengo esos informes.

—Es que no se los he dado.

—¿Y por qué? —preguntó, enarcando las cejas.

Paula  aferró el bolso en su regazo, reflexionando.

—¿Puedo serle franca? —preguntó al final. El especialista la miró atentamente antes de recostarse en su asiento.

—Se lo ruego.

Ella le lanzó un vistazo a Nicolás antes de contestar.

—A mi hijo le han hecho diagnósticos erróneos una y otra vez durante los últimos dos años. Le han dicho de todo: desde que es sordo o autista, hasta que padece trastornos del desarrollo o de atención. Luego, se ha demostrado que nada de eso es cierto. No sé si sabe lo duro que es para una madre escuchar cosas así sobre un hijo, tener que creerlas durante meses y meses, aprenderlo todo acerca del tema, finalmente aceptarlas, y que después alguien venga y te diga que estaban equivocados.

El médico no contestó, pero Paula le sostuvo la mirada antes de continuar.

—Ya sé que Nicolás tiene problemas con el lenguaje. Créame, he leído todo lo que se ha publicado acerca de los CAPD. Si le soy sincera, creo que he leído del tema tanto como usted. A pesar de todo, quería otra opinión sobre sus problemas de expresión, para saber exactamente dónde y cómo tengo que ayudarlo. En el mundo real, Nicolás tiene que relacionarse con otras personas aparte de mí.

—Así pues, nada de todo esto es nuevo para usted...

Paula  negó con la cabeza.

—No. En absoluto.

—¿Lo ha apuntado a alguna terapia?

—Trabajo con él en casa.

El doctor hizo una pausa.

—¿Lo visita algún especialista del comportamiento o del habla? ¿Alguien que antes haya tratado a niños como él? —preguntó a continuación.

—Ya no. Estuvo sometido a terapia, tres sesiones a la semana a lo largo de un año; pero no lo ayudaron, y se fue quedando atrás. Al final, lo borré el mes de octubre pasado. Ahora sólo estoy yo.

—Ya veo —contestó el médico, en un tono que demostraba a las claras que no estaba de acuerdo con semejante decisión.

Ella lo miró fijamente y añadió:

—Creo que debería comprender que, aunque las pruebas indiquen que Nicolás tiene el nivel de un niño de dos años, ha mejorado con respecto a su situación anterior. Antes de que empezara conmigo, no había dado señales de ningún progreso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario