domingo, 6 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 21

— ¡Idiota! —Se castigó duramente, volviendo las espaldas al espejo, luego, abrió los grifos de la tina de baño—. No tiene ningún caso que sigas pensando en eso, Paula Chaves. Pensé que ya habíamos llegado a un acuerdo con respecto a ese tema.

Con gran determinación, la joven trató de concentrarse en el diseño en el color de los papeles para su habitación y también en la forma en que decoraría el suelo. Media hora más tarde, estaba ya abajo, sentada a una mesa de roble, ubicada en un ambiente enorme, que hacía las veces de sala de desayuno, cocina, rincón privado y cuarto de trabajo al mismo tiempo. No obstante, la muchacha no tuvo demasiado tiempo de contemplar a su alrededor, puesto que no pudo resistir la tentación de mirar con desesperación los platillos que estaba frente a ella.

— Mmm, jamón de campo —murmuró reverente—, huevos perfectamente fritos, bizcochos calientes, miel y un delicioso café. Creo que me he muerto y acabo de elevarme al eterno paraíso culinario.

Gonzalo soltó una carcajada y Lola rió complacida.

— Eso es lo que me gusta de tí, Paula—comentó su cuñada sin falsa modestia—. Sabes apreciar mis esfuerzos. ¡Al ataque! —ordenó, al tiempo que se llevaba a la boca un bizcocho repleto de manteca casera.

— Te he traído algunas manzanas —recordó Paula, mientras observaba un recipiente con mantequilla de manzana colocado cerca de la mesa, en el borde de un cofre que estaba en un rincón—. Quiero decir... si es que el agua no penetró en el baúl de mi automóvil y las echó a perder —agregó preocupada—. Espero que no. Me muero de ganas de comer uno de tus pasteles de manzanas.

—No se estropearán sólo por un poquito de agua —le aseguró—. Te prepararé un pastel para la cena de esta noche. Eso te ayudará a engordar los kilogramos que deseas —agregó la muchacha con una sonrisa.

Paula  le respondió del mismo modo, expresando abiertamente su placer por la propuesta de Lola. Sin embargo, Gonzalo  tuvo la oportunidad de introducir en la conversación un tema que Paula  habría preferido no tocar.

— ¿Qué ha sucedido anoche, Pau? Pensé que partirías hoy. Jamás me habría imaginado que te quedarías anclada en un lugar como aquél, aunque conociéndote, debía habérmelo supuesto.

Paula ignoró el sarcasmo de su hermano, olvidando por un instante que habría sido mucho más natural de su parte si ella le hubiera sacado la lengua a Gonzalo en lugar de moverse nerviosamente en su silla. Tampoco se percató de las divertidas e interrogantes miradas que intercambiaban Gonzalo y su esposa. Estaba concentrada en contarles lo acontecido, omitiendo ciertas partes de su aventura las cuales, obviamente, era mejor no contar.

Cuando mencionó que Pedro no había comprendido los reales motivos por los cuales ella debió llegar hasta su casa y que aún ignoraba el porqué de su extraña actitud, Gonzalo comenzó a explicarle la situación.

— ¿No sabes quién es, Pau? —preguntó su hermano sin poder creerlo.

— No. ¿Acaso debería saberlo? —preguntó mientras Gonzalo y Lola intercambiaban otra mirada de camaradería.

— Bien, quizás no sea tan extraño, después de todo —dijo meditabundo—. Sucede que a veces me olvido de que no ha sido un evento nacional, aunque en Missouri haya tenido muchísima trascendencia.

— ¿Qué historia? —preguntó muy a su pesar, olvidando ocultar la curiosidad que sentía por averiguar algo sobre Pedro Alfonso.

— Será mejor que comience por el principio —dijo, buscando una posición más cómoda y sirviéndose otra taza de café. Paula controló su impaciencia y tomó la cafetera cuando Gonzalo  la regresó a la mesa.

—La familia Alfonso es muy conocida en todo este estado —comenzó—. El abuelo de Pedro  se radicó aquí antes de la Guerra de los Estados e hizo una gran fortuna con el tabaco. Su hijo incrementó más esa fortuna, aprovechando los beneficios del tabaco e invirtiéndolos en el exterior. Él había previsto que la guerra era inminente pero de todos modos se las ingenió para mantener su fortuna, a pesar de que luchaba para el sur. Terminada la guerra, él fue uno de los pocos que había logrado mantener sus tierras y su dinero, de modo que utilizó parte de él para financiar su carrera política. Desde ese entonces, toda la familia ha estado involucrada con la política.

Su hermano continuó con la historia, con su agradable voz que hipnotizaba a Paula sin hacer ningún esfuerzo.

— Pedro es abogado, al igual que su padre y que su hermano y ambos, son también políticos. Pedro también estaba encaminando su carrera política hasta que ocurrió la tragedia...

Paula  pareció abrir aún más grandes los oídos y echó a Gonzalo una mirada de impaciente interés.

— ¿Tragedia? —apresuró a su hermano, ya que se había detenido en el relato para untar otro bizcocho con mantequilla—. ¿Qué clase de tragedia?

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