jueves, 10 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 34

—Sí —su respuesta fue totalmente honesta, proveniente de una fuente no contaminada de orgullo.

—¿Lo deseas? —Su delicadeza suavizó esa tan cruda pregunta.

— Sí. —Otra vez, se mostró firme, aunque su voz se entrecortó apenas al pronunciar su contestación.

— Perfecto, muchacha —murmuró él, con una sonrisa de aprobación por su honestidad. Sus castaños ojos se tornaron aún más profundos—. Me encargaré de que lo consigas —prometió él con voz tan grave que la hizo estremecerse totalmente.

Bajo aquel maravilloso encanto y sensualidad provenientes de los ojos y de la voz de Pedro, Paula  se sorprendió experimentando un extraño impulso por prolongar aquel peligroso juego de seducción verbal.

— ¿Y a ti te agrada lo que ves? —preguntó ella con tono bajo y algo ronco, que indicaba a las claras, su perturbación interior.

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de él, aunque no cabía ni la menor duda de su absoluta sinceridad al responder:

—Sí —gimió él, con voz ronca por el deseo.

— ¿Lo deseas? —repitió textualmente sus palabras y en tono provocativo.

Con un suspiro de sumisión, Pedro reemplazó su amplia sonrisa por una expresión posesiva, típicamente masculina.

—Sí, Paula —afirmó él, con una voz que indicaba que no sólo quería sino que iba a hacerlo.

Permanecieron allí, contemplándose el uno al otro, olvidándose de todo y de todos, excepto del trato que ambos acababa de sellar. Luego, Gonzalo los interrumpió.

— ¡Hey! ¡Ustedes dos! —gritó, haciendo que Paula volviera a aterrizar de golpe—. Debo ir a la ciudad a comprar un poco de fertilizante. ¿Pueden arreglárselas sin mí por un rato?

Pedro echó una endiablada mirada a Paula y luego se volvió para responderle:

—Seguro Gonzalo, ve. Nosotros nos las ingeniaremos.

Gonzalo saludó con la mano y comenzó a alejarse. No obstante, aquella interrupción había llamado a Paula a la realidad y en ese momento la joven estaba atónita por lo que había permitido que sucediera entre ella y Pedro. Cuando él se volvió hacia ella, tomó apresuradamente su rastrillo, con la esperanza de que él decidiera dejar las cosas tal como estaban, hasta que ella lograse recuperarse de la sensualidad que aún obnubilaba sus sentidos. Pero Pedro soltó su rastrillo y le arrancó el de ella de las manos.

—No, no lo harás —dijo decidido—. Has jugado con fuego y ahora no dejaré que te eches atrás.

Ignorando su instintiva protesta, él le tomó la mano y la atrajo hacia sí, para conducirla a través del pequeño arroyuelo que separaba el patio de los bosques que estaban en su parte posterior. Pero cuando Pedro la llevó hasta las hileras de árboles, las protestas de Paula se tornaron más firmes.

— Pedro—gimió ella, mientras él continuaba la rápida marcha hacia el interior del bosque—, tenemos mucho trabajo por hacer. ¿Adónde me llevas?

— Claro que sí —respondió al comentario de la joven más que a su pregunta—. Y es mejor que lo hagamos en privado —agregó significativamente, evidenciando que la clase de trabajo que él pensaba realizar era muy diferente al que la joven tenía en mente—. Sígueme en silencio, ¿sí? —dijo él burlándose, al ver que Paula intentaba abrir la boca para seguir protestando—. Estoy demasiado fatigado como para cargarte en mis hombros y tomarte como un hombre cavernícola.

Como Pedro parecía muy decidido en su postura, a pesar de no abandonar su buen sentido del humor, Paula cerró la boca, aunque sus pensamientos estaban completamente alborotados. No podía creer que en realidad se hubiera prestado al juego de Pedro, pocos momentos atrás. Le parecía haber soñado aquella conversación: no era para nada su estilo el aceptar una relación sexual de aquel modo. Pero él estaba fuera de toda experiencia anterior, reflexionó alarmada y, como ya era normal, bajo la influencia de ese hombre, Paula no lograba actuar con cordura.

Sin embargo, Pedro no le dio ni una sola oportunidad para que ella armase su defensa. Al llegar a un área completamente cubierta por árboles, él atrajo a Paula hacia sí y la colocó de espaldas al tronco de uno de ellos. La atrapó entre el árbol y su cuerpo de manera tal que, aunque la muchacha luchase con todas sus fuerzas, no pudiera escapar. Sus ojos se fijaron en los de ella al preguntar:

—¿Te ha gustado la honestidad que hubo entre nosotros, Paula? —Aquella pregunta tan directa hizo que ella comenzara a moverse de un lado al otro, con gran nerviosismo.

Pero esos movimientos sólo lograron que la joven sintiera aún más la calidez de su cuerpo. Trató de bajar la mirada para romper el hechizo que Pedro producía con sus ojos, mas sus intentos fueron inútiles: él le tomó el mentón para mantenerle en alto la cabeza.

—. Respóndeme —ordenó Pedro con tono tan autoritario que obligó a Paula a obedecer.

Pero al menos, logró evadirse de la total capitulación.

— Mientras se estaba desarrollando —admitió con cautela.

—¿Y ahora? —presionó él.

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