domingo, 6 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 22

La voz de la joven traicionó su impaciencia para que Gonzalo retomara la narración de la historia.

— Pedro se desposó con una miembro de otra familia de políticos: los Waverly —continuó—. Laura Waverly era hija de Carlos Waverly, un poderoso dentro del poder legislativo estatal. Ella era hermosa, inteligente, un tanto mal criada y decididamente encantadora, en realidad, la esposa perfecta para un político. —Pedro sonrió luego de engullir su bizcocho con tan burdas maneras que se ganó un gesto de desaprobación por parte de su esposa—. Ella y Pedro se veían como una pareja muy impactante durante la campaña y Pedro parecía no tener límites. —Gonzalo se encogió de hombros meneó la cabeza.— Luego sucedió —agregó con simpleza—. Laura tenía un permiso particular para pilotear aviones y le encantaba tomar los controles cuando Pedro estaba fuera, realizando su trabajo en alguna parte del estado, aunque también solían contratar un piloto profesional para esos menesteres. Nadie supo exactamente por qué, un día Laura decidió emprender el vuelo sola y tampoco se supo a dónde se dirigía. No había registrado ningún itinerario de vuelo. Su avión fue encontrado hundido en las profundidades del lago Ozarks. Laura estaba dentro... muerta.

Gonzalo se encogió de hombros.

— Supongo que de alguna manera, es verdad. La tragedia ocurrió un año atrás y luego del fallecimiento de su esposa, Pedro se apartó de la campaña. Tengo entendido que desde ese momento, él se ha recluido en su casa de campo, cerca de la carretera. —meneó la cabeza en un profundo gesto de congoja y Paula pensó que indudablemente su hermano estaría pensando cómo se sentiría él si algún día viera la desgracia de perder a Lola.— Pero en lo que se refiere a no tener empleo... —Gonzalo  volvió a menear la cabeza, aunque esta vez con gesto pervertido.— Creo que no necesitaría trabajar en su vida si no deseara hacerlo: su familia es una de las más ricas y poderosas de este estado.

Paula  conjeturó en voz alta:

— Puedo entender por qué no tuvo las fuerzas necesarias como para continuar su carrera. Pero después de todo este tiempo y a pesar de lo mucho que pudo haber amado a su esposa, ¿no crees que?... —Se detuvo al descubrir que Gonzalo y Lola intercambiaban miradas de incomodidad.— Bien, ¿acaso él no amaba a su esposa? —preguntó algo confusa.

Gonzalo se encogió de hombros y Lola bajó la mirada para fijar sus ojos en el plato.

— Supongo que sí —respondió pensativo—. Luego de haberlo conocido, le concedo el beneficio de la duda. Pero también, se han corrido ciertos rumores... —La voz de Gonzalo se tornó más pesada y Paula clavó sus ojos en los de su hermano.

— ¿Qué clase de rumores? —preguntó y viendo que su hermano se negaba a repetir los comentarios de la chusma, lo instigó—. Anda, Gonzalo. No puedes dejarme con la espina ahora.

Gonzalo  hizo una mueca pero accedió sólo por el tono de voz de su hermana.

— Hubo rumores de que Pedro y Laura estaban teniendo algunas diferencias conyugales... y también se comentaba que él estaba manteniendo relaciones extra matrimoniales con una de sus colaboradoras en la campaña. Esta mujer y él se habían criado juntos y durante algún período de su adolescencia, habían sido novios. Sin embargo, ella se había casado antes que Pedro lo hiciera y, además, nunca nadie pudo probar que ellos mantuvieran alguna relación secreta—. Gonzalo extendió sus manos, en un gesto de conclusión.— Pero como Pedro se negó a hablar con la prensa y a desmentir esos rumores hubo gente... y aún hay gente... que piensa que donde hubo fuego, cenizas quedan. Tampoco hay que olvidar que un hombre en la posición de Pedro es siempre blanco de habladurías, especialmente, cuando éstas provienen del partido opositor. Miles de mujeres no dejan de acosarlo y estoy seguro de que la mayoría de los hombres no se imaginan que Pedro Alfonso tiene la valentía suficiente como para rechazar tantas oportunidades.

— ¿Cuál es tu opinión, Gonzalo? —preguntó ella, después de haberse tomado un momento para aquietar sus emociones. Ella respetaba las opiniones de su hermano—. ¿Crees que Pedro estaba manteniendo ese tipo de relación? ¿Crees que Laura era la clase de mujer que llegaría a suicidarse por ello en caso afirmativo?

—Tal como he dicho... —dijo encogiéndose de hombros—... me inclino a conceder a Pedro  el beneficio de la duda. Podría ponerse en tela de juicio el hecho de que él no haya querido defenderse como lo hizo, pero pienso que sólo la gente que jamás ha amado de verdad podría adoptar ese punto de vista. —Al pronunciar esta frase Gonzalo miró a Lola con tanto fervor que su bella esposa se ruborizó al descubrir la emoción de su rostro. Luego, respondió la otra pregunta de Paula.— Y no, por lo que he leído y oído acerca de Laura Alfonso, ella amaba su vida demasiado como para darle fin voluntariamente. Y, además, ella se crió en una familia de políticos. Tenía que estar acostumbrada a que a veces, las figuras políticas pueden inspirar una gran admiración y al mismo tiempo, pueden crear en torno de sí, una ola de rumores que los persiguen incansablemente.

—¿Qué sucedió con su familia? —preguntó—. ¿Qué opinan del alejamiento de Pedro de su carrera política?

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