miércoles, 2 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 13

Finalmente, Pedro se encogió de hombros y con una sonrisa se dirigió a Indio:

— Muchas gracias, amigote —murmuró, con un seco sentido de buen humor en su voz, que ocultaba una sensación de disgusto—. Recuérdame encerrarte fuera de la habitación la próxima vez que tenga una invitada del sexo débil.

Pedro se agachó para recoger el vaso de vino de Paula. Cruzó la habitación para volver a llenarlo y en ese instante, ella sintió una pálida sensación de gratitud hacia él, puesto que tomaba tan bien las cosas en lugar de enojarse seriamente, como más de un hombre lo habría hecho en su lugar. Sin embargo, su gratitud casi se desvaneció por el enfermizo dolor que sintió al oír la referencia que Pedro había hecho acerca de sus "otras visitantes del sexo débil".

También podría haberla abofeteado. En realidad, pensó que el dolor físico podría haber sido mucho más llevadero que el dolor emocional al oír las palabras de Pedro, refiriéndose a ella como una de las tantas mujerzuelas que satisfacían sus apetencias sexuales.

Él regresó y le ofreció otra copa de vino. Ella la aceptó y lo bebió de un solo trago. Ignorando sus cejas levantadas y su sarcástica mirada, se incorporó para enfrentarlo con fiereza.

— Gracias por no enfadarte —dijo ella con voz tiesa y agitada.

Ella tenía la esperanza de no demostrar el dolor que sentía.

—Me he comportado de una manera injustificable y no sé cómo explicar mi actitud, así que no intentaré hacerlo. Sólo deseo ir a la cama ahora... sola... si a tí no te importa.

Paula esperó la reacción de Pedro, con la cabeza gacha y los puños cerrados. Si ella hubiera sabido dónde iba a dormir aquella noche no habría hecho aquello. Se habría ido corriendo a la habitación, para sentir sus remordimientos en privado y también su vergüenza.

— Si lo que tratas de decirme es que no acostumbras a irte a la cama con un hombre la primera vez que lo conoces, te creo, Paula —dijo él suavemente.

Pero lejos de hacerla sentir mejor, sus palabras sólo lograron intensificar la angustia de Paula. Porque si Pedro sabía eso de ella, ¿qué más sabría sobre su persona? ¿Que ella no podía resistirse a él... un completo extraño... que su sentido común desaparecía totalmente cuando de él se trataba? ¿Y que ella era vulnerable a sus manos sólo porque él poseía cierta sustancia química que la atrapaba? Por Dios. Eso sí que era demasiado.

— Por favor, permíteme irme a la cama... —no podía mirarlo, pero su voz revelaba el confuso cansancio que sentía.

— Puedes dormir en la segunda habitación de la derecha, que está escaleras arriba —le informó él con tal brevedad y tacto que le permitieron atravesar la habitación y buscar el refugio que él había ofrecido.

—Gracias. Buenas noches. —Su rígida gentileza provocó otra sonrisa, una casi tierna, que afloró en los labios de Pedro.

Sin embargo. Paula no se percató de ella. Tenía los ojos fijos en el piso que estaba delante de ella.

— Buenas noches, Paula—fue su amable respuesta. Ella subió corriendo las escaleras hacia la habitación indicada, con todas las energías que ella podía desplegar.

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