domingo, 13 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 44

Ella se había dedicado a satisfacer sus deseos mientras él continuaba su marcha hasta la habitación. Una vez allí, la tendió sobre la cama y, contemplándola, comenzó a desabotonarse la camisa. A Paula no se le escapó el detalle de sus manos: temblaban ligeramente. Ella tragó saliva para disolver el nudo que tenía en la garganta antes de implorar por última vez.

— Pedro, escucha... por favor... Pienso que sería mejor aguardar hasta que nos conozcamos mejor. Aún no estoy preparada para esto. Yo...

— Dímelo después que hayamos hecho el amor, cariño. —El tono de voz se oía sereno, aunque con los matices propios de la pasión y el deseo incontenibles.

Pedro ya se había liberado completamente de sus ropas. Paula lo contempló tratando de ahogar el gemido de deseo que sintió al ver su maravillosa estampa frente a ella.

—Hablo en serio, Pedro—le aseguró agitada—. No deberías forzarme a que haga el amor contigo...

La voz de la joven se fue apagando al comprobar que la expresión de él le aseguraba que jamás habría utilizado la fuerza para seducirla... al menos, no de una manera brutal.Luego, se acostó junto a ella, estrechando su cuerpo contra su desnudez.

—Paula... querida —murmuró contra su boca y con la voz ronca de emoción—. ¿Ves lo que me haces? —le preguntó, al tiempo que le tomaba la mano y la apoyaba sobre su miembro—. ¿No te das cuenta de que puedo lograr que me desees de la misma manera? ¿No deseas colaborar conmigo para hacer que esto sea maravilloso?

Bajo el efecto hipnótico de su voz sensual y del tormento de su boca, Paula empezó a abandonar sus fuerzas rápidamente. Cuando Pedro comenzó a desvestirla, apenas podía fingir resistencia y al desnudarla completamente y contemplar la blanca piel de la joven bajo la luz de la luna, Paula supo que ya no podría protestar más. Los ojos de Pedro se habían oscurecido aun más por el placer y eso era lo único que contaba. No era solamente él quien había llegado a alcanzar el máximo de excitación, sino que ella también comenzaba a arder tanto que sus débiles entrañas se habrían rehusado a obedecer las advertencias que su mente, inútilmente les daban.

— Eso es, mi dulce Paula —murmuró él mientras la joven comenzaba a recorrer la transición de pasar de ser una mera seguidora, bajo la conducción de Pedro, a una activa participante en buscar el clímax de ella y el de su compañero—. Ven conmigo. Vayamos juntos al paraíso.

Desde ese momento y en lo sucesivo, Paula se transformó en el instrumento y en la instigadora de un dulce, caprichoso y apasionado sentimiento. Traicionaba sus emociones cada vez que tocaba la caliente carne de Pedro con sus temblorosas y anhelantes manos, cada vez que podía besar los sitios más recónditos que sus labios podían hallar, para saciar sus deseos y disfrutar de aquel hombre con todos sus sentidos. Y mientras lo remontaba hacia una distracción apasionada, Paula le demostraba una gran reciprocidad, estremeciéndose por el mínimo contacto con su piel. Era todo tan natural y también, tan nuevo. Ella conocía el punto exacto donde, negarse todos esos placeres, habría significado dañarse al máximo. Pedro posó todo su cuerpo sobre el de ella con un breve movimiento. Su fuerza y poder hicieron que la joven gimiera de deleite y su aliento se fundió con el de él.

— ¡Por Dios, Paula...! —Exclamó mientras ella enterraba sus uñas en la espalda de él y se retorcía de placer bajo su cuerpo.— ¡Es esta la razón por la cual siempre te he dicho que nos pertenecemos el uno al otro! ¡Esto es nuestro...!

Pedro ahogó sus propias palabras, atrapando con sus labios la boca de Paula, para introducir su lengua en ella e inspeccionarla como si estuviera penetrando en todo su cuerpo. Paula imitó una caricia idéntica y al mismo tiempo sintió que Pedro explotaba de placer y sus sentimientos provocaban en ella tal éxtasis que hasta el aliento de él parecía invadirla. Paula estaba gozando tanto de ese amor, de esa locura que cualquier pensamiento, cualquier emoción distinta a la satisfacción carnal y sentimental que estaba experimentando, desapareció por completo tras la posesiva inmensidad de sentirse apropiada y... dueña a la vez de quien para ella era... ¡El único hombre del mundo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario