lunes, 21 de diciembre de 2015

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 5

—¡Eh, señora! ¿Se encuentra usted bien?

Junto con la voz del desconocido empezaron a llegarle las sensaciones de lo que la rodeaba. Era como si ascendiera hacia la superficie nadando en agua turbia. No notaba ningún dolor, aunque podía distinguir en la lengua el gusto salado de la sangre. Todavía no recordaba lo sucedido, y se llevó inconscientemente la mano a la frente mientras intentaba obligarse a abrir los ojos.

—No se mueva —oyó que le decían—. Voy a llamar una ambulancia.

Paula apenas captó las palabras. Carecían de significado. Todo era muy confuso. Veía borroso de manera intermitente. Hasta los sonidos le llegaban inconexos. Instintivamente y muy despacio, volvió la cabeza hacia la figura imprecisa que se movía en el extremo de su campo de visión. Un hombre... moreno... con un impermeable amarillo... que se alejaba... Una de las ventanillas se había roto, y notó que la lluvia caía dentro del coche. Un extraño siseo surgía de la oscuridad mientras el vapor se escapaba por las grietas del radiador. Estaba empezando a recobrar la visión de los objetos más cercanos. Tenía esquirlas de vidrio en el regazo y en el pantalón, y había sangre en el volante... Mucha sangre. Nada tenía sentido. Por su mente desfilaban imágenes incoherentes. Cerró los ojos y sintió el dolor por primera vez. Los abrió de nuevo y se esforzó en situarse. El volante... El coche... Sí. Estaba en el coche... Fuera oscurecía...

—¡Oh, Dios mío!

De repente, los recuerdos regresaron: la curva, la cierva, el coche que patinaba sin control... Se dió la vuelta como pudo y, a través de la sangre que le cubría los párpados, miró el asiento trasero. Nicolás no estaba en el coche. El cinturón de seguridad de su asiento estaba abierto, igual que la portezuela de atrás.
—¡Nico! A través de la ventana, gritó hacia la figura que la había despertado.

Eso, suponiendo que hubiese realmente alguien. No sabía si había sido una alucinación. Sin embargo, allí estaba, dándose la vuelta. Paula parpadeó. El hombre caminaba hacia el coche. Ella lanzó un gemido. Más tarde recordaría que no se había asustado, por lo menos no tanto como hubiera imaginado. Creía que Nico se encontraba bien, y ni siquiera se le había ocurrido que pudiera ser de otra manera: iba atado, y la parte trasera no había sufrido daños; de hecho, la puerta estaba abierta... Incluso en aquel estado de aturdimiento dio por sentado que la persona que la había despertado también había sacado a Nico del automóvil. En aquel momento, la figura se hallaba a su lado, en la ventanilla.

—Escuche. Procure no decir nada. Está usted malherida. Me llamo Pedro Alfonso y pertenezco al Cuerpo de bomberos. Tengo una radio en mi coche. Voy a conseguir ayuda.

Paula volvió la cabeza, intentado enfocar el rostro del extraño mientras hacía un esfuerzo para que sus palabras resultaran inteligibles.

—Mi hijo está con usted, ¿verdad?

Sabía cuál iba a ser la respuesta, cuál debía ser; pero, extrañamente, no fue la que esperaba. Le pareció que el hombre necesitaba un poco de tiempo para encontrar las palabras adecuadas, igual que le pasaba a Nico. El desconocido hizo una leve mueca y movió la cabeza en un gesto negativo.

—No. Yo acabo de llegar... ¿Su hijo?

Fue entonces, mientras lo miraba fijamente a los ojos e imaginaba lo peor, cuando la invadió el pánico, como una ola que se le echara encima. Sintió que se encogía, como le había sucedido el día que se enteró de la muerte de su madre. Un relámpago surcó el cielo, y el trueno retumbó a continuación. La lluvia seguía cayendo pesadamente. El hombre se la quitó del rostro con el dorso de la mano.

—¡Mi hijo viajaba en el asiento de atrás! —gritó ella—. ¿No lo ha visto?

Las palabras le brotaron claras y con energía, la suficiente para que el hombre se sobresaltara y Paula recobrara la conciencia plenamente.

—No sé...

Con el ruido del aguacero, el extraño no la había entendido. Forcejeó para intentar salir del vehículo, pero el cinturón de seguridad se lo impedía. Haciendo caso omiso del dolor del brazo y la muñeca, se desató. El extraño dió un paso atrás cuando ella abrió con un golpe del hombro la puerta, que se había quedado atascada a causa del impacto. Paula tenía las rodillas magulladas por habérselas golpeado contra el cuadro de mandos, y estuvo a punto de caer nada más ponerse en pie.

—Creo que no debería moverse.

Se apoyó en la carrocería sin prestar atención a las palabras del hombre y se encaminó hacia la puerta abierta, en el lado de Nicolás. «No, no, no», se decía.

—¡Nico!—llamó. Incapaz de creer lo que estaba sucediendo, se introdujo en el coche para buscarlo.

Sus ojos escrutaron el suelo; luego, se posaron sobre el asiento, como si Nico fuera a reaparecer milagrosamente. Sintió que la sangre le subía a la cabeza y le producía una punzada de dolor. «Nico, ¿dónde estás?», se dijo. El bombero la había seguido, aparentemente indeciso con respecto a lo que debía hacer con aquella mujer ensangrentada que de repente se mostraba tan agitada.

—Señora...

Ella lo interrumpió, agarrándole el brazo y clavando sus ojos en los de él.

—¿No lo ha visto? Es un niño pequeño, moreno... —La voz le temblaba de pánico—. Estaba conmigo en el coche.

—No... Yo...

—Ayúdeme a encontrarlo. ¡Sólo tiene cuatro años!

Paula  se dió la vuelta con tanto ímpetu que casi perdió el equilibrio, y tuvo que agarrarse a la carrocería. La visión se le nubló y, mientras luchaba por no desmayarse, un grito desgarrador le surgió de lo más profundo de las entrañas.

—¡Nico! Fue un alarido de terror.

Cerró los ojos para concentrarse. La vista se le aclaró. En aquel momento, la tormenta empezaba a descargar con toda su furia. Bajo la cortina de lluvia, apenas podía ver los árboles, que se hallaban a menos de quince metros. La oscuridad era absoluta en aquella dirección y sólo se divisaba el camino que conducía a la autopista. «¡Dios mío, la autopista!» Pudo notar cómo los pies le resbalaban sobre la hierba embarrada y cómo jadeaba mientras echaba a correr hacia allí, trastabillando. Tropezó y cayó, pero se puso en pie y siguió corriendo, hasta que el desconocido comprendió sus intenciones, salió tras ella y la detuvo antes de que alcanzase la carretera.

—No lo veo —dijo él mientras escrutaba el paisaje circundante.

—¡Nico! —chilló ella al tiempo que elevaba una silenciosa plegaria.

El grito quedó amortiguado por el fragor de la tormenta, pero hizo que Pedro reaccionara.

Empezaron a caminar en direcciones opuestas gritando el nombre de Nicolás y deteniéndose de vez en cuando para distinguir una posible señal. No obstante, el ruido de la lluvia era ensordecedor. Al cabo de unos minutos, Pedro regresó a su coche y llamó al Parque de bomberos. Su voz y la de Paula eran los únicos sonidos humanos que se percibían en el pantano. El estruendo de la tormenta apenas permitía que se oyeran el uno al otro, así que mucho menos podían oír a Nico. No obstante, siguieron buscándolo.

La llamada de Paula sonaba aguda, era el grito desesperado de una madre. Pedro se alejó a zancadas, gritando el nombre del niño una y otra vez a lo largo de la carretera, contagiado de la angustia de Paula. Al rato, llegaron dos bomberos más, con sendas linternas. Cuando el más veterano vio a la mujer con el cabello apelmazado por la sangre seca y con la camisa teñida de rojo, vaciló antes de intentar tranquilizarla y fracasar en el intento.

—¡Tienen que ayudarme a encontrar a mi hijo! —sollozó Paula.

Pidieron refuerzos, y al cabo de unos minutos ya había seis personas colaborando en la búsqueda. Entre tanto, la tormenta se había desatado con toda su furia: rayos, truenos y vientos huracanados obligaban a los rastreadores a caminar encorvados. Fue Pedro el que encontró la manta de Nico en el pantano, a unos veinte metros del lugar del accidente, enredada en la maleza.

—¿Es de su hijo? —preguntó.

Paula  rompió a llorar cuando se la entregaron. Después de treinta minutos de búsqueda, todavía no habían hallado ni rastro del chico.

2 comentarios:

  1. Excelentes los 5 caps, muy buenas las descripciones.

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  2. Muy buenos capítulos! Pobre Pau! cuanto sufrimiento! Te hace sentir q estás viviendo toda esa pesadilla!

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