miércoles, 2 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 14

Al día siguiente, Paula  se despertó con los ojos lagañosos, letárgica, con carraspera en la garganta y los síntomas de un resfrío que se estaba desarrollando, como resultado de la aventura que había experimentado la noche anterior. Al menos, se sentía con las fuerzas suficientes como para levantarse de la cama y salir de la habitación para enfrentar al hombre que le había inspirado semejante examen de conciencia.

Paula apartó la ropa de cama, temblando al sentir que el aire fresco castigaba su desnudez. Ya había sacado una pierna, y la tenía extendida hacia un costado cuando oyó un leve golpeteo en la puerta, que se abrió inmediatamente.

Paula soltó un sordo grito de asombro cuando descubrió la alta figura de Pedro dibujada en la puerta. Por un largo minuto, ambos se quedaron congelados por la extrema sorpresa. Rápidamente, ella se metió bajo las cobijas y él se esforzó por disculparse, aunque la mirada que se leía en sus ojos reveló su falta de sinceridad.

—Lo siento, Paula—dijo él gentilmente—. Pensé que aún estabas durmiendo y entré para despertarte.

— ¡Estoy despierta! —gritó, siendo su tono una mezcla de redundancia y defensa.

Él asintió con la cabeza, apesadumbrado, aunque sus ojos descubrían una traviesa mirada.

— Ya veo. Entonces quiere decir que has dormido muy bien, ¿verdad?

—Bien.

El blando agrado que a Pedro le había producido aquella respuesta, hizo que ella se sintiera absurdamente torpe.

— He puesto en funcionamiento la cafetera, de modo que cuando estés lista ve a la cocina para que desayunemos juntos.

Cuando Paula volvió a asentir vigorosamente, Pedro hizo una sonrisa entre dientes y salió de la habitación.

—Perfecto. Estaré allí dentro de unos pocos minutos.

Después de haberse cerrado la puerta tras él, ella sintió deseos de relajarse por el alivio.
Segundos después, Paula estaba en el cuarto de baño, mirándose al espejo y mientras se peinaba, recordó que en el momento que Pedro había entrado en su habitación, ella experimentó una especie de placer, dentro de toda la confusión, por verlo tan viril y sexy como la noche anterior. Aquello era, sin duda, una incómoda revelación.

“¡Despierta, tonta! Después de haber actuado como lo has hecho ante él, sería un milagro que Pedro sintiese lo mismo con respecto a tí."

Desalentada, abandonó el cuarto de baño y bajó las escaleras decidida a rectificar la impresión que debía de haberle causado a Pedro Alfonso. Quería decirle que ella era una mujer que no sabía lo que había hecho, que se había comportado como una chiquilla.
Él estaba sentado, bebiendo su café y al ver que Paula entraba en la habitación, la recibió con una sonrisa de bienvenida.

— Buen día —dijo ella radiante, con una vivaz sonrisa en los labios—. Ah, café. —La muchacha logró mantener su rol , a pesar de que su corazón palpitaba incansablemente y de que estaba casi sin aliento—. Se ve muy bien. —Luego: — ¡Mi ropa! —dijo al mancharse sus jeans y otras prendas que estaban cuidadosamente dobladas sobre una de las sillas de la cocina. Paula las levantó con la misma calma de una víctima en un naufragio en el Ártico—. El café puede esperar hasta que me vista —dijo ella con firmeza, mientras Pedro apartaba una de las sillas para darle paso—. Regresaré en seguida.

Giró sobre sí y se dirigió a la habitación donde estaba la chimenea. Cerró con firmeza la puerta tras ella y mantuvo sus ojos cuidadosamente apartados del sillón que la noche anterior, había constituido un nido de seducción. Sin embargo, los recuerdos de aquella escena la hacían estremecer de placer.

Indio, que estaba tendido sobre su lugar de costumbre frente a la chimenea, abrió sus ojos momentáneamente y miró a Paula entre dormido. Luego volvió a cerrarlos, dando la impresión de que la consideraba como a una ocupante ya aceptada en su santuario. Ella sabía que era absurdo sentirse feliz sólo porque un perro la aceptara, pero tampoco podía evitar esa sensación. Por ello, al terminar de vestirse lo acarició suavemente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario