domingo, 20 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 70

—¿Quéee? —Su grito pudo oírse en la playa.

Muchas de las personas que estaban por allí se volvieron para mirarlo como si hubiese perdido la razón.

—¡Paula Alfonso! —comenzó a reprochar él, ignorando la incomodidad de su esposa ante tal reacción.

— ¡Shhh! —gruñó ella, haciendo un esfuerzo sobrehumano para mantener el ceño fruncido en lugar de soltar la carcajada—. No hay por qué enfadarse tanto por ello. Puedo enseñarte cómo hacerlo. —Sus ojos a danzaban especulativamente—. ¿Recuerdas lo que dijiste sobre mi nuevo nombre?

Sólo se limitó a asentir.

—Bueno, he decidido que un corazón débil es incapaz de mantener a un hombre interesado en la cama —continuó ella, empujándolo a seguir adelante, con un tono entusiasta.

—Paula... —comenzó empleando un tono de advertencia más duro.

— No te preocupes, Pepe—dijo ella con un pequeño pucherito—. También puedo recostarme cómodamente sobre mi espalda si es que así lo prefieres. —Ahora tenía un tono sumiso, aunque su mirada parecía vengativa.

Él se detuvo, con una expresión de comprensión dibujada en sus ojos.

—Paula, ¿estás embaucándome? —preguntó abruptamente, con las manos sobre las caderas y el ceño fruncido.

— Nunca en el sentido negativo de esa palabra, cariño —informó ella satisfecha—. Puedes confiar en mí —agregó.

— Estas endemoniadamente en lo cierto —asintió él disipando su ceño fruncido con una sonora carcajada—. ¡Puedo confiar en tí para que me ayudes a mantenerme de pie durante los próximos treinta años!

Cuando su risa se calmó, Pedro la tomó por la cintura y casi a los empellones, la hizo llegar hasta el hotel, correr por los pasillos y subir por las escaleras en lugar de aguardar el elevador. Una vez en la habitación, él cerró la puerta, mirándola ferozmente. Ella imitó a la perfección el papel de una pura y encantadora virgencita, que temía por el ultraje a su mayor virtud.

—De acuerdo, mujer —gruñó amenazante, mientras la acorralaba sobre un rincón—. ¡Sobre tu cabeza!

Ella soltó una carcajada y se acercó para rodearle el cuello con sus brazos y besar aquella hermosa boca que tanto amaba.

—Pedro Alfonso, he estado parada sobre mi cabeza desde el preciso momento en que te conocí.

Le sonrió con entera satisfacción y sus ojos irradiaban amor.

—Bien, si es esto lo que va a costarme, haré un sincero esfuerzo para mantenerte allí —murmuró él, capturando los labios de la joven y levantándola del piso en un cálido abrazo.

—Oh, Pepe—gimió ella cuando él la soltó. Ella le hundió la cabeza contra el pecho—. ¿Es esta otra posición en la cual planeas hacer una nueva demostración? —volvió a gemir cuando los dientes de Pedro se acercaron al sostén del bikini que llevaba.

— ¿Quién necesita un maldito libro? —gruñó él mientras la tomaba entre sus brazos y se encaminaba a la cama—. Tengo una mujer con una mente muy creativa, un físico formidable y una naturaleza que es tan audaz como el apellido que le he dado. Creo que sabrás que la traducción de nuestro apellido Alfonso es audaz, ¿verdad? —la arrojó sobre la cama y le sonrió con expresiva sexualidad—. Veamos si logramos hacer funcionar todas esas aptitudes al mismo tiempo, ¿eh?

—Sí, cariño —murmuró ella con sumisa docilidad, aunque sus ojos iban adquiriendo con perspicacia la virilidad del físico de su esposo para disfrutar con su sola imagen. No había en ella indicios de timidez—. Lo que tú digas, cariño...

Paula ni siquiera logró salir de la cama, ya que su esposo se tendió a su lado y atrapó la boca con fiereza, ahogando sus palabras con una plena y satisfactoria pasión.




FIN

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