lunes, 14 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 52

— ¡Pero ni siquiera conozco a tu familia, Pedro! ¿Qué es lo que te hace pensar que ellos me recibirán con los brazos abiertos?

Ella le volvió la espalda, exasperada, sintiéndose inexplicablemente irritada por primera vez desde que habían ordenado su relación amorosa.Él se aproximó a ella y la rodeó cariñosamente con sus brazos.

— Porque ya les he hablado sobre tí, Paula —dijo él, mirándola a los ojos inquisitivamente, preguntándose obviamente, qué era lo que estaba sucediendo con ella— y ellos están ansiosos por verte. Estarían dispuestos a darle la bienvenida a quienquiera que haya logrado sacarme de mi auto exilio, pero eso tampoco durará mucho tiempo. Te querrán desde el primer momento que te vean y la gratitud, pronto habrá de transformarse en genuino afecto.

Paula, se sintió preocupada y un tanto disgustada por no encontrar un medio viable para expresar sus sentimientos. No pudo hacer otra cosa más que enterrar su cabeza en el hombro de Pedro  y llorar desesperadamente. Durante un rato, él la estrechó con fuerza y luego le alzó la cabeza.

— ¿Qué hay de malo, cariño? —preguntó con ternura—. ¿Qué es lo que realmente está mal?

— ¡Pedro, no lo sé! —se lamentó frustrada, aunque él no pudiera solucionarlo, a menos que ella se lo explicase.

— Seguramente que sí —la apresuró con suavidad, al tiempo que masajeaba su espalda con cálidas manos y la observaba con amor en los ojos—. Dímelo —dijo él simplemente.

Luego de inspirar profundamente, ella se dio cuenta de que podía hacerlo.

— Tengo miedo, Pedro—susurró—. Mientras estuvimos aquí, todo fue maravilloso. Pero muy pronto deberemos iniciar una vida nueva, en ambientes distintos y la vida que he llevado hasta este momento es tan distinta de la que me espera... Tengo miedo de no poder adaptarme a ella. Temo que no te sientas la misma persona cuando vuelvas a tus antiguas actividades. Creo que no soy más que una cobarde. —ella bajó la cabeza, sintiéndose avergonzada por sus temores, pero al mismo tiempo aliviada, por haber logrado contárselos.

—Paula... —Para su tranquilidad, la voz de él no se oía impaciente, ni indulgente ni tampoco condescendiente. Parecía la voz de un hombre enamorado que aceptaba a su amada y también sus temores como legítimos.— Créeme. Te adaptarás y yo no cambiaré. Claro que hay que reconocer que todo será distinto de lo que tú estabas acostumbrada. Ambos tendremos que ceder en algunos aspectos pero lo importante es que nos amamos. Y no permitiremos que el otro decaiga. Ten fe en mí y en ti misma. Mientras estemos juntos, todo saldrá bien.

— De acuerdo, Pepe—murmuró ella contra su pecho—. Tiraré mi pasado por la borda y te seguiré. De todas maneras, no tengo alternativa: te amo demasiado.

Pedro se aferró a ella con fuerza y su voz sonaba cual un agradable aliciente.

— Es la verdad, cariño, créeme. Con amor, podemos conquistar al mundo.

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