domingo, 6 de diciembre de 2015

Romance Otoñal: Capítulo 23

Gonzalo meneó la cabeza.

— ¿Y cómo sabría yo eso? —interrogó, aunque ver el irritado ceño fruncido de Paula, debió tornar su voz más soberbia—. Pero si lo que deseas es que elabore algunas hipótesis, diría que ellos siguen haciendo planes para él. Luego de una distinguidísima carrera política estatal, su padre habrá de retirarse este año y en lo que respecta a su hermano, está trabajando muy bien en el poder legislativo estatal. Pero ellos esperaban que Pedro fuera el único capaz de ascender a la esfera nacional, ya que él tenía carisma para ello. Yo lo habría votado, me gustaban sus ideas y estaba convencido de que él tenía la inteligencia y la capacidad como para llevarlas a cabo.

Paula se dio cuenta de que la carrera política de Pedro estaba muy lejos de haberse terminado y eso sí que la alarmaba mucho más. Ese sentimiento la encolerizaba y por ello, se dijo que todo lo que tenía que hacer era ver a Pedro Alfonso objetivamente o directamente, quitárselo de la cabeza. Era ridículo permitir que él ocupase todos sus pensamientos y sus emociones completa... ¡y obligatoriamente!
Fue así que se reprochó con gran severidad:

"—Paula Chaves, te estás comportando como una tonta adolescente enloquecida por un cantante de rock. Actúa como una persona de tu edad, sigue llevando tu ritmo de vida normal y pon a ese Pedro Alfonso en su lugar. Él no es de tu tipo y será mejor que te des cuenta de ello ahora mismo antes que sea demasiado tarde y te hayas metido en serios problemas."

Para mantener en firme su decisión, Paula se apartó de la mesa y se levantó de la silla para comenzar a recoger la vajilla.

— Bien, está bastante mal —mintió ella con estudiada falta de interés—. Si él ha prometido tanto, creo que tendrá que cumplirlo. Pero eso es asunto de él y en este momento lo que a mí me concierne es el trabajo que hay por hacer en esta casa. ¿Por dónde comienzo, Lola? ¿Por el azulejado del cuarto de baño?

Al notar el dócil consentimiento de su cuñada, Paula la miró con escepticismo.

— ¿Han comprado todos los azulejos o deberé ir a la ciudad por ellos para poder poner manos a la obra?

Lola  se puso de pie de un salto, sonriendo radiantemente a Pau y la joven sintió un profundo alivio al ver que la conversación había tomado ahora un rumbo más prosaico.

— Todo está listo y esperándote, Paula —dijo ella con una amplia sonrisa—. Todo lo que tienes que hacer es empezar a trabajar con tus maravillosas manos.

— Supongo que por lo menos, debo sentirme agradecida por ello. Entonces, ¿cuándo van a escoger el papel para las paredes de mi habitación y la alfombra? Viven tan lejos de la ciudad, anclados en medio del desierto, que creo que no van a hacer las compras sino hasta tener una lista tan larga como un testamento, ¿verdad?

Lola soltó una carcajada y con sus manos ocupadas con platillos, detuvo su marcha hacia el fregadero.

— Tienes razón. Hay muchas habitaciones que tenemos que empapelar, pintar y hacerles cientos de cosas más. Una vez que hayamos visto todas y cada una de ellas y tú hayas decidido inteligentemente lo que vas a necesitar para cada una, nos tomaremos todo un día e iremos a la ciudad de Kansas para comprarnos todas las tiendas que haya.

Gonzalo  gruñó por ello pero su esposa no pareció compadecerse por el bolsillo familiar. En cambio, le echó una severa mirada:

—Tú querías que todo este ambiente estuviese perfecto, Gonzalo Chaves—le recordó con frialdad—. Todo lo que trato de hacer es procurarte un hogar habitable. Además, tú te la pasas fuera la mayor parte de tu tiempo y si no estás fuera de casa, estás encerrado en tu estudio. Ni siquiera te darás cuenta de que has quebrado hasta que venga algún funcionario público a golpearte la puerta con una orden de desalojo. —Con ese toque de buen humor, ella se retiró.

Paula observó a su hermano alarmada.

— Estaba bromeando, ¿no es cierto? —susurró—. Porque si fuera de otro modo, quiero que sepas que tengo algunos ahorros...

—Por supuesto que estaba bromeando —interrumpió con un gesto de disgusto por la credulidad de su hermana—. En realidad, mis cuadros se están vendiendo tan bien últimamente que tengo miedo de que el éxito se me suba a la cabeza y comience a llevar una vida de perdición y degradación. —sonrió traviesamente, arqueando las cejas cual si fuese un libertino.

Paula  observó confundida a su hermano, con sus modales un tanto burdos, con sus cabellos claros y desordenados, sus hechiceros ojos vivaces y la dulce curvatura de su boca. Trató entonces de imaginárselo, sin éxito, inmerso en la perdición del vicio.

— Ummm —respondió ella, recordando de repente, las infinidades de veces que Gonzalo  se había enamorado cuando era soltero—. Si alguna vez se te ocurriese hacer algo similar —le advirtió—, ten por seguro que tu hermana no se compadecerá de ti si Lola te abandona. Un hombre tan estúpido no merece compasión.

— ¡Ay! —gimió y agachó la cabeza como sí tratara de esquivar un duro golpe—. Son las palabras de un verdadero miembro de la hermandad. Me temo que un hermano no puede esperar ninguna clase de lealtad de sus parientes consanguíneos en estos días de liberación y supremacía femeninas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario