viernes, 22 de enero de 2016

Una Pasión Prohibida: Prólogo

Monte Everest

20 de abril

"Querida Paula:

Imagino tu sorpresa cuando abras esta carta, puedo escuchar tu exclamación: «¡Una carta de Delfina!».

¿Cuántos años han pasado? He viajado tanto que he perdido la cuenta. Pero demasiados, seguro. Ha sido culpa mía. Como hermana mayor no debería haber dejado que una pelea infantil durase tanto tiempo. Sólo espero que no sea demasiado tarde para arreglar las cosas.

¿Y a qué viene todo esto?, te preguntarás. Para empezar, estoy preocupada, no ante la perspectiva de subir al Everest, que será pronto. Hace años que perdí el miedo a las alturas cuando colgué mis zapatillas de ballet por las botas de montaña. Era de esperar que acabara casándome con un aventurero como Fernando Martínez y cuando amas a alguien como yo amo a Fernando, lo sigues allá donde vaya.

Tienes razón. Acabo de decirlo. Lo amo. No importa lo que pensaras del compromiso hace tiempo. Papá no me obligó a casarme con él. Entonces tenía quince años. No mucha gente puede decir lo mismo y tú eras demasiado joven para comprender, apenas tenías trece. Espero que el tiempo haya conseguido lo que yo no pude y que ahora comprendas lo que realmente significa amar a alguien en cuerpo y alma.

Pero me estoy desviando. No estoy preocupada por mí, sino por tí. Aunque es posible que las dos corramos peligro, no creo que mucha gente estuviera dispuesta a venir a buscarme aquí arriba, por lo que creo que estoy a salvo. Hace falta preparación para subir al Everest y no creo que Pablo Rowles la tenga.

Sí, me refiero a nuestro primo Pablo. Parece que haberlo nombrado presidente ejecutivo de la empresa que heredamos de papá para evitar que tuviéramos que vernos las caras todos los días en la sala de juntas fue un gran error.

Ayer recibí una carta de Magalí Coulter. ¿Recuerdas a Magui? Trabajaba para papá. Magui cree que Pablo ha estado desviando dinero a una cuenta suiza durante los últimos cinco años. Cinco años. Dios mío, debió de empezar a la muerte de papá. Magui dice que guarda las pruebas en una caja fuerte. Su número es 44578, Banco de América, Jamestown. No pierdas estos datos. Está a nuestro nombre.

Además de la carta, me envió una llave. Creo que de momento estará más segura conmigo. La llevo colgada de una cadena al cuello. Pero ahora es cuando las cosas se ponen feas. Llamé a Magui por teléfono por satélite y respondió su hermana. No me esperaba lo que me iba a decir. Nuestra querida Magui había muerto de un disparo durante un atraco, al parecer, ocurrido poco después de que me enviara la carta. ¿Coincidencia? No lo creo. La encontraron en un callejón y la compra que había hecho al salir del trabajo estaba tirada por el suelo a su alrededor. Ella no vive en un barrio peligroso. Y si se trataba de alguien tan desesperado para conseguir dinero como para matarla, ¿por qué no se llevó el bolso?

No quiero asustarte, pero no me huele bien todo esto. Las cosas empeorarán antes de mejorar. Te pido que tengas cuidado. Hablo en serio. Y no salgas sola por la noche.

Supongo que te estarás preguntando por qué no estoy ahí contigo para ayudarte a solucionar todo esto. Fernando insistiría en que lo hiciera. Por eso no se lo he dicho. Llevo años queriendo subir a esa montaña. Hemos estado entrenando duro en Suiza y en Sudamérica. Allí conocimos a Pedro Alfonso, hasta hace poco hemos estado entrenando en su país de origen, Nueva Zelanda. Además, para cuando recibas esta carta, probablemente estaré descendiendo de la cumbre. Cuando lo haga, volveré a Estados Unidos. La carta de Magui tardó tres semanas en llegar. ¿Por qué iba a ser distinto ahora?

Probablemente te preguntes cómo he conseguido tu dirección. Siempre me he asegurado de saber dónde estabas. Y sí, tal vez debería haberte telefoneado también, pero después de todos estos años de silencio, no estaba segura de que quisieras hablar conmigo. Por favor, acepta esta rama de olivo y trata de perdonarme por haberte abandonado. Sé que siempre te resultó difícil el trato con papá y más después de mi marcha. Creo que ya he dicho suficiente por el momento. Tal vez, cuando todo esto termine, podamos vernos en tu nuevo hogar en París.

Al releer esta carta parezco una paranoica, maldita sea. Aunque estoy segura de que tú sentirás lo mismo cuando la leas.

Y hablando de paranoias. Desde que llegamos al campamento base, antes incluso de recibir la carta de Magui, he estado sintiendo como si alguien me estuviera observando. Estúpido, ¿verdad? No podría estar más lejos de la idea de civilización de nuestro primo Pablo, pero aun así no he podido quitarme la idea de la cabeza.

Mañana emprenderemos la subida. El tiempo parece bueno y hemos realizado varias subidas hasta los campamentos uno, dos y tres para ir aclimatándonos a la atmósfera. Me alegro de que mañana volvamos a subir.

El Everest tiene una curiosa forma de hacer que nuestros problemas humanos empequeñezcan hasta parecer insignificantes. Eso es lo que necesito ahora.

Sé que te estoy cargando con una gran responsabilidad pero si no detenemos a Pablo en su camino a la destrucción de la compañía, mucha gente perderá su empleo. Papá debe de estar retorciéndose en la tumba porque, si algo le importaba, era la empresa que levantó de la nada. Aunque lo que realmente quería eran hijos, no hijas.

Te llamaré en cuanto descendamos de la cumbre. Podemos ir juntas a por los papeles al banco y entregarlos a las autoridades. Tal vez, podríamos avisarlos antes y conseguir que nos acompañaran al banco.

Cuídate, y lo digo de verdad. A Magui le dispararon por la espalda.

Tu hermana que te quiere,

Delfina"

No hay comentarios:

Publicar un comentario