lunes, 4 de enero de 2016

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 47

Dos días después, al atardecer, Pedro estaba sentado en la cocina de su casa, ocupado con el papeleo, cuando recibió la llamada. Se había producido un accidente en el puente entre un automóvil y un camión cisterna que transportaba gasolina.

Un instante después, tras haber cogido las llaves, Pedro  salía a toda prisa. A los cinco minutos, era uno de los primeros en presentarse en el lugar del accidente. No tardó en escuchar las sirenas del camión de bomberos que se aproximaba.

Mientras detenía su camioneta, Pedro se preguntó si llegarían a tiempo. Se apeó a toda prisa, sin molestarse en cerrar la portezuela, y miró a su alrededor. El tráfico se había detenido en ambas direcciones a los dos lados del puente, y los conductores estaban fuera de sus coches contemplando el horrible espectáculo.

La cabina del camión cisterna se había empotrado en la parte trasera de un Honda y la había destrozado por completo antes de aplastarse contra la red de cables que formaba el lateral del puente. En la confusión del choque, el conductor de la cisterna había girado el volante al tiempo que bloqueaba los frenos, y el remolque había dado un latigazo, se había cruzado en la calzada y cortaba la circulación en ambos sentidos.

El coche, aplastado en la parte delantera de la cabina, colgaba en el vacío sobre sus neumáticos reventados, igual que la tabla de un trampolín, y se balanceaba inclinado precariamente. A causa del topetazo contra uno de los cables, tenía el techo desgarrado, como una lata abierta a medias.

Lo único que impedía que cayera al río que corría unos veinticinco metros más abajo era el propio peso de la cabina del camión, y ésta parecía cualquier cosa menos estable. Además, el motor humeaba intensamente y derramaba sobre el Honda sus líquidos, que cubrían la carrocería con una capa brillante y viscosa.

Cuando Matías divisó a Pedro se le acercó corriendo para informarle brevemente y fue directamente al grano.

—El conductor del camión está bien, pero el del coche sigue dentro. No sabemos si es hombre o mujer. En cualquier caso, se ha desplomado sobre el volante.

—¿Qué hay del tanque cisterna?

—Lleno en tres cuartas partes.

«Un motor humeante que gotea encima del coche...»

—Si la cabina explota, ¿estallará también el remolque?

—El conductor dice que eso no debe suceder si el forro interior no se ha dañado en el accidente. No he visto ninguna grieta, pero no puedo estar seguro.

Pedro miró a la multitud en torno a él. Una descarga de adrenalina le corría por las venas.

—Hemos de sacar a toda esta gente de aquí.

—Lo sé. Pero están parachoques contra parachoques. Yo acabo de llegar y no he tenido tiempo de hacer nada.

Llegaron dos camiones de bomberos más: el de la bomba de agua y el de la escalera mecánica, con sus luces destellando. Siete hombres vestidos con trajes ignífugos se apearon antes incluso de que los vehículos se detuvieran y se hicieron rápidamente con la situación, gritando órdenes y yendo por las mangueras.

Como se habían presentado en el lugar del siniestro sin haber pasado antes por el Parque de bomberos, Pedro y Matías corrieron a ponerse los trajes ignífugos que sus compañeros habían llevado para ellos y se los colocaron encima de la ropa, con la facilidad que da la práctica.

También se presentó Carlos Huddle, así como dos oficiales de policía de Edenton. Tras una rápida consulta dirigieron su atención a los coches que estaban detenidos en la carretera. Sacaron un megáfono y empezaron a ordenar a los mirones que regresaran a sus vehículos y abandonaran la zona. Los dos oficiales —en Edenton iba cada uno en un vehículo separado— fueron en direcciones opuestas hacia el final de las hileras de coches aparcados. El último fue el primero en recibir la orden.

—Señor, debe usted dar media vuelta. Tenemos un grave problema en el puente.

—¿A qué distancia?

—A un kilómetro.

El conductor vaciló, como si dudara de la necesidad de todo aquello.

—¡Dé la vuelta ya! —ladró el agente.
Pedro calculó que unos quinientos metros eran distancia suficiente para una zona de seguridad. No obstante, tardarían un rato en despejar el área de coches.

Entre tanto, el motor del camión había empezado a humear con más intensidad.

En circunstancias normales, los bomberos conectaban sus mangueras a la red de agua para disponer así de toda la que pudieran necesitar; sin embargo, en medio del puente no había ninguna conexión, así que el coche bomba iba a ser su única fuente de agua. Contenía la suficiente para apagar la cabina si se incendiaba; pero si la cisterna llegaba a estallar, no sería bastante para controlar el fuego.

Controlar las llamas iba a ser decisivo, aunque el rescate del conductor del Honda era la prioridad que estaba en la mente de todos.

¿Cómo podrían llegar hasta él? Todos expusieron sus ideas al tiempo que se preparaban para lo inevitable. ¿Trepar por la carrocería para llegar hasta él? ¿Extender la escalera y arrastrarse por ella? ¿Tirarle un cable?

No importaba cuál fuera la decisión, el problema seguía siendo el mismo: todos tenían miedo de añadir más peso al vehículo. Ya era de por sí un milagro que siguiera aguantando. Cualquier sacudida podía hacerlo caer. Cuando el chorro de agua golpeó la cabina del camión, todos vieron cómo sus miedos se hacían realidad.

El chorro roció con violencia el humeante motor y a continuación se precipitó por el destrozado parabrisas del coche a un ritmo de casi dos mil litros por minuto. Allí, por efecto de la gravedad, el agua se acumuló en el morro del Honda y al cabo de unos instantes empezó a brotar de la parrilla delantera. El vehículo se inclinó, al tiempo que levantaba la cabina del camión. Luego, volvió a enderezarse. Los bomberos que manejaban la manguera vieron que el destrozado vehículo estaba a punto de precipitarse al vacío y sin perder un segundo desviaron el chorro antes de cortarlo.

Estaban blancos como el papel.

El agua seguía manando de la parte frontal del coche, pero no había habido ni un movimiento por parte del pasajero.

—Vamos a usar la escalera del camión —urgió Pedro—. La extenderemos por encima y usaremos el cable para sacar a quien haya dentro.

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