viernes, 15 de enero de 2016

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 76

Paula se encogió de hombros mientras sentía una punzada de incomodidad.

—Nada especial. Nico se las ingenia para mantenerme ocupada.

—Sí. Los chicos siempre lo consiguen. ¿Cómo va?

—Ha pasado un verano estupendo. ¿A que sí, Nico?

—Sí —repuso él en voz baja.

Ana lo contempló satisfecha.

—Realmente te estás convirtiendo en un chico muy guapo. Además, me han dicho que has mejorado mucho con el béisbol.

—«Eisol» —dijo Nico, apartando la vista del dibujo del cocodrilo.

—Pedro lo ha estado ayudando con eso, y a Nico le encanta —explicó Paula.

—Me alegro. Para una madre es mucho mejor ver a sus hijos jugando al béisbol que al fútbol. Yo tenía que taparme los ojos siempre que Pedro salía al terreno de juego. Cada vez que lo tiraban al suelo y lo aplastaban, tenía la impresión de escucharlo desde las gradas y me provocaba pesadillas.

Paula  rió forzadamente mientras Nico la observaba sin comprender. Ana prosiguió.

—No esperaba encontrarte aquí. Pensaba que en estos momentos estarías con Pedro. Me dijo que iba a pasar el día contigo.

Paula se pasó la mano por el cabello.

—¿Eso te dijo?

—Sí. Ayer —asintió Ana—, cuando se acercó por casa, tras su regreso.

—Así que ha vuelto...

Ana  la miró con extrañeza.

—¿No te ha llamado? —preguntó cautelosamente.

—No —contestó Paula cruzando los brazos y dándose la vuelta para disimular su decepción.

—No sé... Puede que estuvieras en el trabajo —sugirió Ana en voz baja.

Sin embargo, las dos sabían perfectamente que aquello no era verdad.



Dos horas más tarde, desde su casa vió a Pedro que llegaba por el camino. Nico, que estaba jugando en el jardín, se levantó y echó a correr hacia la furgoneta. Tan pronto como Pedro se detuvo y se apeó, el chico se le echó en los brazos.

Paula  salió al porche, presa de emociones contradictorias y preguntándose si aquella aparición no obedecería a que Ana le había avisado tras encontrarse con ella en la tienda de comestibles; preguntándose si, de haber sido de otra manera, estaría él allí; preguntándose por qué no la había telefoneado ni una sola vez durante su ausencia, y preguntándose, por fin, por qué, a pesar de todo, el corazón se le desbocaba con sólo verlo de nuevo.

Pedro dejó a Nico en el suelo, lo cogió de la mano y ambos se encaminaron hacia la casa.

—Hola, Paula—saludó él con escasa convicción, como si supiera de antemano lo que ella pensaba.

—Hola, Pedro.

Paula no hizo ademán de moverse, y él pareció vacilar antes de cubrir la distancia que los separaba y subir los escalones del porche. Ella dió un paso atrás y evitó que sus miradas se cruzasen. Cuando Pedro se inclinó para besarla, Paula lo esquivó.

—¿Estás enfadada conmigo?

Ella paseó la vista por el jardín antes de mirarlo.

—No lo sé, Pedro. ¿Debería?

—«¡Pepe!» —interrumpió Nico—. «¡Pepe ta qui!»

Paula lo agarró de la mano.

—Cariño, ¿puedes ir dentro un momento?

—«¡Pepe ta qui!»

—Lo sé; pero, por favor, déjanos solos un rato —le pidió.

Luego abrió la puerta y lo condujo al interior. Cuando se hubo asegurado de que el chico estaría entretenido, regresó al porche.

—Está bien. Dime qué pasa —dijo Pedro.

—¿Por qué no me telefoneaste?

Él se encogió de hombros.

—No lo sé... Supongo que no vi el momento. Nos pasábamos el día de caza y al volver al motel estábamos deshechos. ¿Es eso lo que te ha molestado?

Sin contestar a la pregunta, Paula prosiguió.

—¿Por qué le dijiste a tu madre que ibas a pasar el día conmigo si no tenías intención de hacerlo?

—¿A qué viene este interrogatorio? He venido. ¿Qué crees que estoy haciendo aquí?

—Pedro, ¿qué pasa contigo? —le espetó Paula.

—¿A qué te refieres?

—Ya sabes a qué me refiero.

—No. No lo sé. Mira, regresé ayer. Estaba cansado, y esta mañana tenía que resolver un montón de asuntos. ¿Por qué montas un escándalo por tan poca cosa?

—¡No estoy montando ningún escándalo!

—Lo haces. Oye, si lo que quieres es no verme más, dímelo claramente, porque no tengo más que agarrar el coche y largarme.

—Pedro, no es que no quiera verte; es que no sé por qué te comportas así últimamente.

—¿Cómo me estoy comportando?

Paula suspiró, intentando hallar las palabras para explicarse.

—No lo sé, Pedro. Es difícil de decir... Es como si ya no estuvieras seguro de lo que quieres con respecto a nosotros.

¿De dónde has sacado esa idea? —preguntó Pedro sin alterar la expresión—. ¿Has hablado con Melisa otra vez?

—No. Melisa no tiene nada que ver —repuso Paula, que sentía que estaba empezando a perder la paciencia—. Eres tú el que has cambiado, y a veces no sé qué pensar.

2 comentarios:

  1. Como odio la actitud de Pedro! Por qué no habla con paula? que cerrado es! Muy buenos capítulos!

    ResponderEliminar
  2. Ayyyyy, Dios, este Pedro está complicando las cosas. Muy buenos los caps.

    ResponderEliminar