domingo, 3 de enero de 2016

Fuiste Mi Salvación: Capítulo 38

Pedro estaba hojeando los libros cuando ella recogió su vaso y se le acercó.

—Interesante lectura —dijo él.

—A veces sí.

Su propia voz le sonó extraña, aunque Pedro no pareció notarlo.

—¿Nico?

Ella asintió, y Pedro señaló la carpeta.

—¿Y eso?

—Esos son sus diarios. Siempre que trabajo con él apunto lo que va diciendo y cómo lo dice, lo que le cuesta más y cosas por el estilo. De este modo puedo tener constancia de sus progresos.

—Parece mucho trabajo.

—Lo es. —Hizo una pausa y añadió—: ¿Quieres sentarte?

Tomaron asiento ante la mesa de la cocina y, aunque él no se lo pidió, Paula le contó, tal como había hecho con Ana, cuál era el problema de Nico hasta donde había podido averiguar. Pedro la escuchó sin interrumpirla.

—Así que trabajas con él todos los días... —comentó cuando ella hubo terminado.

—No, no todos. Los domingos descansamos.

—¿Por qué el lenguaje le supone tanta dificultad?

—Esa es la pregunta del millón —contestó—. Nadie parece saber la respuesta.

—¿Qué dicen los libros? —preguntó señalando la mesa.

—La mayoría de ellos no dice gran cosa. A menudo tratan de los retrasos en el aprendizaje del lenguaje en los niños, pero lo hacen dentro del marco de un problema mayor, como el autismo por ejemplo. Recomiendan que se siga una terapia, pero no especifican cuál. Simplemente recomiendan algún programa, y hay muchas teorías acerca de qué programa es el más eficaz.

—¿Y los médicos?

—Los médicos son los que han escrito esos libros.

Pedro se quedó mirando el vaso mientras pensaba en su relación con Nico. Luego, levantó la vista.

—Pues ¿sabes que te digo? Que no habla tan mal —declaró con toda sinceridad—. Yo he entendido todo lo que me ha dicho y creo que él me ha entendido a mí.

Paula  pasó una uña por una de las grietas de la mesa mientras pensaba que, aunque quizá no fuera del todo cierto, aquél era un comentario amable.

—Sí. La verdad es que en el último año ha progresado mucho.

Pedro se inclinó hacia delante.

—No lo digo por decir —declaró firmemente—. Hablo en serio. Cuando estábamos jugando a tirarnos la pelota me decía que se la lanzara y siempre que la atrapaba exclamaba: «Bien hecho.»

Paula habría podido pensar que aquello no eran más que cinco palabras: «Tira la pelota» y «Bien hecho». Poca cosa si se pensaba en ello detenidamente. Pero Pedro estaba intentando mostrarse optimista, y ella no quería enzarzarse en una discusión acerca de las verdaderas limitaciones de Nico. Al contrario, lo que le interesaba era el hombre que tenía enfrente, así que hizo un gesto de asentimiento mientras ponía en orden sus pensamientos.

—Creo que eso tiene que ver contigo más que con él. Tú tienes mucha paciencia, al contrario que la mayoría de la gente. En este aspecto me recuerdas a alguno de los profesores con los que solía trabajar.

—¿Eras profesora?

—Sí. Lo fui durante tres años, hasta que Nico nació.

—¿Te gustaba?

—Me encantaba. Me ocupaba de las clases de segundo grado, y ésa es una edad estupenda: los alumnos se llevan bien con sus maestros y tienen ganas de aprender. Tienes la sensación de que realmente puedes influir en sus vidas.

Pedro  bebió otro trago mientras la contemplaba por encima del borde del vaso. Sentado allí, en la cocina de Paula, rodeado de sus cosas, observando su expresión mientras hablaba del pasado, tuvo una visión de ella más tierna, menos a la defensiva que de costumbre. También se percató de que no estaba acostumbrada a hablar de sí misma.

—¿Volverás a enseñar?

—Puede que algún día —contestó—. Quizá dentro de unos años. He de ver qué me depara el futuro. —Hizo una pausa y se sentó un poco más erguida—. ¿Y qué hay de tí? Me dijiste que eras contratista...

Pedro  asintió.

—Sí. Desde hace doce años ya.

—¿Y construyes casas?

—Eso lo hacía antes. Ahora me dedico principalmente a rehabilitar y reformar. Cuando empecé en el negocio ésos fueron los primeros trabajos que tuve porque nadie estaba interesado en ellos. A mí me gustan porque plantean más desafíos que construir algo nuevo desde cero. Tienes que arreglarte con lo que hay y nada resulta tan fácil como esperabas. Además, la mayor parte de la gente dispone de un presupuesto limitado y es divertido intentar conseguir lo máximo que se puede con una suma fija de dinero.

—¿Crees que se podría hacer algo con esta casa?

—Podrías dejarla como nueva. Todo depende de cuánto dinero quisieras gastarte.

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